Roja Mendoza, bailarina y coreógrafa, es intérprete de Danza Contemporánea con gran reconocimiento y trayectoria en Morelos. Es una mujer inquieta y de alma libre que encontró en la danza la felicidad, la autonomía y su mejor forma de expresión.
El baile siempre fue su pasión y, sin saber que podía hacer carrera profesional en este ámbito, disfrutó esos momentos de libertad y alegría que le provocaba bailar.
“Nací en la Ciudad de México, pero nos fuimos a vivir a Tijuana. Ahí crecí en un entorno donde las actividades extracurriculares no existían, pero recuerdo que me gustaba mucho bailar; en las fiestas familiares lo único queconcebía era ir a bailar, y mi papá siempre me hacía segunda, pero en realidad no sabía que esa podía ser una profesión, ni que había una carrera como tal”, expresó Roja Mendoza.
Asimismo, mencionó que sus papás siempre fueron muy trabajadores y le dieron a ella mucha libertad; sin embargo, el entorno que le rodeaba no era el ideal, por lo que decidieron mudarse a Cuernavaca.
“Crecí en una casa de interés social, donde hay muchos estratos combinados, y a mí siempre me ha gustado ser amiguera; pero el entorno en el que crecí era de pandillas y cholos, y mi mamá, viniendo de una posición social baja, empezó a reconocer que eso podría ser peligroso para mí en el sentido de mi estabilidad personal, y que podría ser influenciada por ese ambiente. Además, en Tijuana había mucha violencia y mis papás renunciaron a su trabajo y nos vinimos a Cuernavaca”.
A su llegada a esta ciudad fue durante la preparatoria donde tuvo su primer acercamiento a la danza de una manera más directa: “La libertad que mis papás me habían dado comenzó a verse censurada porque al ser muy inquieta podía enfrentarme a situaciones de riesgo. Me restringieron salidas y permisos, pero me desquitaba los sábados, porque en la prepa había talleres culturales y deportivos, yo tomaba varios, y había uno de baile moderno que comencé a disfrutar”.
Debido a su talento y disciplina su maestro la invitó a formar parte de un grupo de alumnos que se presentaba en eventos dentro y fuera de la escuela.
“Empezó una inquietud más grande porque vi que podía ser una carrera. Nos mandan a tomar clases de ballet en el CCU con la maestra Graciela Esperón para mejorar nuestra técnica, porque cada vez teníamos más demanda de eventos, y ese taller me abrió el panorama de la danza”.
Entonces comenzó en la Danza Clásica y fue parte del Ensamble Danza UAEM, acercándose más a la danza contemporánea. Para su carrera profesional quería estudiar algo relacionado a las artes, pero anteriormente en Morelos no había la licenciatura en danza: “Sabía que podía ser buena en muchas cosas, pero lo primero es que quería ser feliz”.
Fue así que eligió la carrera de Artes y quiso entrar a la Facultad de Artes de la UAEM, pero no la aceptaron. Posteriormente ingresó a más talleres en el CCU e hizo otro intento de entrar a la Universidad y nuevamente no quedó.
“Cuando terminé el diplomado en Artes Visuales en el CMA me dijo mi maestro Gustavo Pérez Monzón, tú no eres artista, ya date por vencida, tú eres bailarina, y me presentó a Leticia Martínez que estaba abriendo la licenciatura en Danza. Y fue un boom estar en la primera generación porque todos éramos cuerpos adultos, y regularmente la danza es muy estricta en los cánones que necesita para que entres a la carrera, de pronto hasta crueles y violentos, pero como el CMA quería abrir matrícula nos aceptó a todos los veteranos. Ahí supe que podía vivir de esto”.
En el CMA le ofrecieron dar clases porque no tenía la solvencia económica para pagar la carrera:
“Tenía muchos trabajos, limpiaba la casa de mis maestros, estaba en un autolavado, era mesera y edecán. Y de pronto me empecé a dar cuenta que estaba viviendo de la danza, empecé a decir ya no puedo ir de edecán o a limpiar la casa porque tengo que dar clase. Pasó como un año en el que volteé a ver mi entorno y dije ya estoy viviendo de la danza”.
Durante la carrera empezó a cuestionarse sobre qué haría después: “Sabía que el cuerpo que yo he desarrollado dancísticamente no cumplía con ciertos moldes que te piden para ser parte de estas compañías que te pagan por bailar. Entonces empecé a inquietarme con la videodanza y la gestión, pues no quería salir desempleada y quería bailar pero no ser parte del molde”.
En el CMA tenía dos maestros con quienes coincidía con su dinámica de trabajar, el coreógrafo Serafín Aponte y Rocío Becerril, que hace videodanza. Roja se acercó a ellos y empezó a buscar las primeras oportunidades.
“La maestra Rocío tienen una compañía de la cual soy parte desde 2015, donde soy intérprete directora de videodanza y coreógrafa”. Asimismo, cuando egresó de la carrera, junto a otras compañeras y amigas inició el proyecto de La Silla de Daniela, que aún continúa vigente.
Otras de las facetas que ha desarrollado en su carrera es la docencia, impartiendo clases de danza a niños y adultos.
“Enseñar es aprender dos veces, y a la par de estudiar ya daba clases, también ahí repasaba lo aprendido y las sensaciones de lo que veía; y con mis alumnos siempre hay mucho juego y libertad de cómo compartir la danza, obviamente cumpliendo objetivos. Es una gratificación bien grande darme cuenta que el camino que he encontrado para enseñar a bailar siempre funciona”.
"Menciona que hay gente que dice yo nunca he bailado, pero hay personas de 75 años que se animan a hacerlo gracias a sus clases: “En la docencia encontré la fórmula de que se puede bailar bajo cualquier esquema. Y mucho viene de ese cuerpo maduro que yo tenía cuando entré a estudiar danza, y ese camino es el que puedo compartir en clases, porque yo digo nunca es tarde, todos podemos bailar".
Actualmente imparte la clase de danza contemporánea para adultos en la Academia de Ballet Vista Hermosa, e invita a quienes alguna vez se dedicaron a la danza a retomar su cuerpo, y a quienes nunca la han practicado a animarse a hacerlo, y disfrutar de esta arte escénica.
“Vemos cosas de ballet, masaje, higiene de columna, estiramiento y prevención de lesiones, demostrando que se puede hacer danza sin importar la edad. También doy clases en distintas instituciones, y en general busco lugares que me hagan feliz”.
Respecto al proceso y realización de las coreografías, Roja mencionó que hay distintas maneras de encontrar como empezar a materializar lo que tienes en la cabeza, ya que todo parte desde una idea.
“Regularmente parto desde una pregunta en dónde digo qué quiero decir ahorita, quiero hablar de esto, y hay distintas maneras de llegar al Laboratorio de movimiento a partir de preguntas y experiencias diversas para encontrar el discurso y lenguaje corporal para montar tu obra”.
En sus coreografías, Roja Mendoza suele abordar distintas temáticas, muy diversas, precisamente desde sus inquietudes, sentimientos, emociones y contexto que le rodea.
“Una de las coreografías recientes es 'De Siam' que habla de las gemelas siamesas que nacen pegadas de algún órgano. Es una historia que a mí me inquieta mucho no sólo por lo visual sino porque me pongo a pensar que inconscientemente nunca se les preguntó si ellas querían venir juntas a esta vida, y con esos retos de lo que es compartir un cuerpo con otra persona. Ese pequeño cuestionamiento hizo que sucediera una coreografía en el laboratorio de movimiento y proceso creativo. Quería que estuvieran relacionadas las dos bailarinas, y lo hicimos a través de unas trenzas y buscamos la manera de enredarlas entre sí”.
A lo largo de su trayectoria, Roja Mendoza ha presentado su trabajo en Videodanza y Danza como solista y con La Silla de Daniela en diversas partes de Morelos, CDMX, Puebla, Estado de México, Guanajuato, Querétaro y Tijuana.
Y actualmente sigue con su labor con La Silla de Daniela, compañía que ha sido incisiva en presentarse en espacios no convencionales, porque es otra manera de hacer divulgación de la danza, acercándose a otros espacios y que se conozca en otras arquitecturas más urbanas.
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