/ viernes 16 de agosto de 2019

Reflejos del más allá

La fabricación y uso de espejos de mineral metálico se remonta al Preclásico Temprano (2500 – 1200 a.C.) y aparentemente dejaron de manufacturarse en el Posclásico (900 – 1521 d. C.)

Los espejos fueron manufacturados a partir de minerales de hierro, magnetita, ilmenita, hematita y pirita, y cuentan con una amplia distribución geográfica y cronológica a lo largo de Mesoamérica. Estos singulares objetos se diferencian de los espejos actuales porque no fueron utilizados como utensilios cosméticos, ya que fueron imaginados como un medio que exponía más que un simple reflejo de la realidad, fueron un vehículo mediante el cual se podía augurar el destino, comunicarse con los ancestros y con los dioses, además de visualizar el “otro mundo”.

El mosaico de teselas recientemente descubierto al momento de su excavación. Se puede observar las teselas y la base.

Posibles usos y funciones de los espejos

El probable origen de los minerales de hierro, magnetita, ilmenita y hematita, con los que se manufacturaron estos artefactos es el estado de Oaxaca. Así, para el Preclásico Medio, Pires-Ferreira (1976) menciona que durante las excavaciones llevadas a cabo por Kenth Flannery en San José Mogote (1966) se localizó una unidad habitacional donde se producían estos objetos y que el acceso a éstos estaba restringido exclusivamente para miembros de la élite. El mismo Flannery propone que los espejos formaban parte de un intercambio de productos suntuarios que unían Oaxaca con el asentamiento olmeca de San Lorenzo y la región de la costa del Golfo, así como con otras regiones de México.

Otro material con el que se elaboraban los espejos es la pirita, un sulfuro de hierro. De acuerdo a la investigación de Melgar et al. de 2013, la pirita tiene siete posibles fuentes de procedencia: Chalchihuites en Zacatecas, la Huasteca, la cuenca del Balsas en Guerrero, las áreas de Huehuetenango, Aguacatán y Quetzaltenango en Guatemala y las Cockscomb Mountains en Belice.

Para el periodo del Preclásico Temprano las formas típicas de estos instrumentos eran geométricas, planas, de pequeño tamaño, y altamente pulidas en uno o ambos lados (Figura 1). Posteriormente, los espejos del Preclásico Medio (1200-400 a.C.) se caracterizan por estar manufacturados en una sola pieza con una superficie cóncava suavemente pulida y altamente reflejante (Figura 2).

Para Lunazzi, en su artículo de 2007, las imágenes en los espejos cóncavos se invierten dando la ilusión de encontrarse suspendidas en el aire. Por su parte, Cabrera en 2017 propone que los espejos eran también herramientas astronómicas porque podían ser usados para reflejar la bóveda celeste y atrapar la luz solar y lunar. Esta misma autora, al igual que Lunazzi, también refiere que exponen otros aspectos del mundo mostrándolo invertido, permitiendo percibir el espacio desde otra perspectiva y produciendo visiones. Asimismo, otros autores especulan que las superficies reflejantes tenían la función de emular entradas al inframundo, y que también fijaban o retenían imágenes y ciertas características de los difuntos.

Es decir, por sus propiedades extraordinarias: vehículos de predicción y comunicación entre dimensiones paralelas, mundos o realidades, un medio de contacto con los antepasados y con los dioses, son considerados “espejos mágicos”. De tal manera, autores como Gallaga, en su trabajo de 2016, propone que, con la ayuda del espejo, los gobernantes, consejeros, sacerdotes y chamanes obtenían exhortación, orientación o apoyo de esos espíritus para tomar decisiones importantes o acciones a seguir.

Estos espejos se localizan a menudo en ofrendas y contextos funerarios. Un ejemplo de esto lo constituye el entierro 154 de Tlatilco, asentamiento del Preclásico Temprano – Medio que se encontraba a orillas del lago en el extremo noroeste de la cuenca de México, el cual consiste en un individuo masculino con deformación craneana y mutilación dental, fechado para el Preclásico Medio. Presenta una ofrenda mortuoria que lo relacionan como un posible chamán, destacando la vasija conocida como el “acróbata” pues representa a un hombre contorsionándose, además de orejeras de jadeíta y hueso, escultoras de hongos – falos, pequeños metates para la preparación y uso de plantas alucinógenas, así como un espejo de hematita sobre el pecho.

Espejo del Preclásico Medio, Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Espejo del Preclásico Medio, Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Así mismo, dentro del territorio del actual estado de Morelos, en el municipio de Tepoztlán se halló un fragmento pequeño, en mal estado de conservación, de un espejo de mineral de hierro asociado al entierro de un anciano (Figura 3). Asociado al mismo entierro, se encontró un botellón, de estilo Tlatilco, en el que el cuello continuaba a lo largo del cuerpo y terminaba en el fondo en un orificio de salida. De tal manera, la vasija no podía contener líquidos, éstos la atravesaban, así que debió ser utilizada en rituales de nacimiento o muerte y durante el paso de la adolescencia a la adultez. Tanto las vasijas como el espejo corresponden al Preclásico Temprano (1500-1200 a.C.). Para Canto y Reséndiz (2011) este espejo era un objeto de tránsito que permitía, en el caso de muerte, al fallecido entrar al “otro mundo” a través del reflejo de su persona en la superficie.

En cuanto a la manera en la que los espejos eran portados, la evidencia de figurillas en Tlatilco y La Venta, otro de los grandes asentamientos olmecas de la costa del Golfo, (Figuras 4 y 5) sugiere que fueron usados como un pectoral, realizando orificios para mantenerlo pendiendo en el pecho (Figura 6), aunque algunos espejos pueden haber sido usados como incrustaciones en adornos de concha como se encontraron en entierros del valle de Chuautla.

Además de estos espejos de una sola pieza del Preclásico Medio, Di Castro en 2018, con base en hallazgos de San Lorenzo, sugiere la presencia de espejos compuestos, a manera de mosaico, integrados por teselas y láminas de mineral de hierro, que quizás formaron partes de adornos para el cuerpo o que se colocaban en la vestimenta y en otros objetos para hacerlos resplandecer. Las teselas y láminas se unían a un soporte de madera u otro material perecedero por medio de algún adhesivo orgánico, posiblemente resina, barro o brea. En algunos casos el soporte era de arenisca, pizarra, esquisto o cerámica. (Melgar et al, 2013, pp. 44-46.)

Da cuenta de este tipo de espejo el reportado por Lowe durante sus excavaciones en Chapa de Corzo, Chiapas, en las que descubrió la tumba de un personaje de gran importancia fechada para el Preclásico Medio. Gallaga y Lowe (2018) lo describen como una tumba real que contenía los restos de un individuo de entre 40 y 50 años de edad depositado sobre una cama de madera; el cuerpo fue cubierto de cinabrio, lo cual representaba la sangre; tenía incrustaciones de nácar y pirita en los dientes, así como cuentas de jade y concha que debieron ser collares, ajorcas y parte de la vestimenta. Debajo del hombro derecho del personaje se encontró un espejo cuadrado formado por teselas rectangulares de pirita montadas con una capa de estuco sobre una base de madera que desapareció con el tiempo. Antes de este hallazgo, se creía que la aparición de este tipo de espejos en mosaico era más tardía, para el Clásico, como los que se encuentran en Teotihuacán y el área Maya.

Espejo del Preclásico Medio, se aprecian los orificios para poder colgarlo sobre el pecho. Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Espejo de pirita encontrado en Tepoztlán, la marca roca es reflejo.

Durante las recientes excavaciones en el valle de Chuautla, se ha descubierto un objeto similar al encontrado en Chiapa de Corzo. Se trata de un espejo rectangular de 10cm de ancho por 11cm de largo compuesto por teselas de entre 2cm y 0.5 cm de longitud adheridas a una plancha de roca muy frágil mediante una sustancia blanca, tal vez arcilla de la región que contiene mucha cal (Figura 7); sin embargo, faltan todos los estudios para saber qué tipo de material se utilizó para elaborar las teselas y la base a la que están adheridas. Este espejo estaba asociado al Entierro 152, constituido por un individuo con mutilación dental; esto significa la modificación de la forma de los dientes con fines decorativos para darle una forma semejante a los de ciertos animales y así relacionarse simbólicamente con ellos o como señal de distinción social. Aún nos faltan los estudios de Antropología Física para conocer la edad y género del personaje enterrado. Este elemento se encontró cerca del cráneo por lo que podría haber sido parte del tocado del sujeto. La temporalidad del entierro y su ofrenda es de los años 1200 a 1000 a.C.

Estos artefactos de gran calidad exponen la importancia de los personajes asociados a ellos dentro de la sociedad. Cabrera (2017) cree que estos espejos además de utilizarse como indumentaria y parafernalia también se empleaban como marcadores de rango y de validación de la autoridad política y religiosa, porque quienes manipulaban estos objetos y toda la información simbólica que representaban en el sistema de creencias del Preclásico probaban su derecho a ejercer el poder a través de una autoridad chamánica.

Conclusiones

Durante el Preclásico Temprano existían sociedades tribales igualitarias que se establecían en pequeñas aldeas compuestas por chozas homogéneas de material perecedero, que dependían de la agricultura de temporal o se situaban cerca de cuerpos de agua. Pero a finales de este período y durante el Preclásico Medio se produjeron grandes cambios tecnológicos y sociales: se desarrollaron terrazas, canales y otros métodos de control de agua con lo que se disminuyó los peligros de la falta o retraso de lluvia permitiendo aumentar las cosechas; este crecimiento de cosechas permitió el incremento demográfico y la aparición de individuos apartados de la producción de alimento, especializándose en actividades artesanales o en la coordinación de las obras hidráulicas públicas, el control del intercambio de materias primas y la administración de los productos exóticos o foráneos, y el manejo de lo sobrenatural, esto significa el surgimiento de la diferenciación social.

López Austin y López Luján (2001) recalcan la importancia que tenía el intercambio de bienes de prestigio entre las elites del Preclásico Medio debido a que su uso parece haber estado unido a los cargos de gobierno, a los actos de representación de la comunidad ante grupos exteriores y a las de intervención entre los hombres y las fuerzas sobrenaturales. Dentro de estos bienes de prestigios se encuentra el polvo de cinabrio, las figurillas de piedra verde, los adornos de hueso, concha y piedras semipreciosas, y los espejos, que como hemos visto a lo largo de este artículo, desempeñaron otro tipo de funciones de las que actualmente tiene, simbolizó la puerta de comunicación con los dioses o ancestros y, por lo mismo, fungir como una fuente de conocimientos ocultos, predicciones o augurios.

Los espejos fueron manufacturados a partir de minerales de hierro, magnetita, ilmenita, hematita y pirita, y cuentan con una amplia distribución geográfica y cronológica a lo largo de Mesoamérica. Estos singulares objetos se diferencian de los espejos actuales porque no fueron utilizados como utensilios cosméticos, ya que fueron imaginados como un medio que exponía más que un simple reflejo de la realidad, fueron un vehículo mediante el cual se podía augurar el destino, comunicarse con los ancestros y con los dioses, además de visualizar el “otro mundo”.

Figurilla de piedra verde que muestra la posible forma en la que se portaban los espejos. Procede de La Venta, Tabasco. Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Figurilla de Tlatilco con un espejo sobre el pecho. Sala del Preclásico, Museo Nacional de Antropología e Historia.

La "Venus de..." Arqueología de género: la otra parte de la historia

Aunque la “Venus Impúdica” es reconocida como la primera figurilla femenina del Paleolítico Superior alguna vez descubierta, ésta no es considerada la más temprana. El Marqués Paul de Vibraye la halló en el valle Dordogne, Francia, en 1864, y fue el primer objeto que portaría el título de Venus.

Sin embargo, no sería sino hasta 1908, cuando el arqueólogo Josef Szombathy encontrara cerca del pueblo de Willendorf, Austria, la figurilla que determinaría el título definitivo que llevarían los descubrimientos subsecuentes de estos tipos de objetos paleolíticos: Venus. Esta pieza se encuentra actualmente en el Museo de Historia Natural de Viena, y se le ha atribuido una fecha entre 24,000 y 22,000 antes de nuestra era, correspondiente a la fase Gravetiense (25,000 – 20,000 a.n.e.).

Se trata de una figura de 11.1 m de altura, realizada en piedra caliza, que representa una mujer desnuda de brazos delgados, senos redondeados y grandes, abdomen abultado, caderas anchas y rollizas, área púbica enfatizada, rodillas semiflexionadas y prominentes, piernas cortas y pies extremadamente pequeños. En la cabeza se observan siete bandas horizontales que la rodean y que cubre la mayor parte de su rostro. La pieza muestra en algunas partes restos de pigmento de color ocre (Figura 1).

Otros cientos de figurillas con características semejantes se fueron encontrando, principalmente, en Europa, aunque también ha habido hallazgos en Siberia y Eurasia. La Venus de Hohle (Alemania), Venus de Monruz (Suiza), Venus de Galgenberg (Austria), Venus de Moravany (Eslovaquia), son algunos ejemplos de este tipo de formas femeninas que fueron manufacturadas en piedra caliza, marfil, hematita, hueso, cerámica y muy probablemente de madera, aunque de éstas no hay evidencia por su cualidad perecedera.

A todas estas estatuillas, ubicadas cronológicamente en el periodo Paleolítico Superior, se les designó con el título de Venus, diosa romana del amor, sexo, deseo, fertilidad y prosperidad. Este apelativo fue otorgado prematuramente al suponer, inicialmente y sin ninguna otra evidencia, que estas figuras eran, en efecto, imágenes de diosas de la fertilidad, representaciones de la Madre Tierra e incluso, objetos eróticos. El cuerpo voluptuoso, posiblemente en estado de embarazo, con una evidente exageración en la proporción de los atributos femeninos fue, desde su hallazgo, vinculado a la fecundidad y abundancia, asumiendo, a su vez, que estas piezas habían sido producidas por hombres artesanos. Esta asignación encajó perfectamente en la construcción patriarcal de la historia del arte que hacía hincapié en las representaciones peyorativas de mujeres en el arte a lo largo de los años. Así lo demuestran los comentarios del Dr. en Historia del Arte Christopher Witcombe: “la irónica identificación de estas figurillas como “Venus” satisfacen amablemente las suposiciones de aquel momento sobre lo primitivo, sobre las mujeres y sobre sus gustos”.

Los significados, funciones e interpretaciones atribuidos a las Venus, además de como diosas de la fertilidad incluyen: retratos de mujeres reales, imágenes de culto a los antepasados, sacerdotisas o chamanes, muñecas, evidencia de sociedades matriarcales, imagen de la gran madre o abuela de algún grupo humano, y para prácticas espirituales.

Otra interpretación les otorga una función de amuleto. Su tamaño pequeño, desde 5 cm a no más de 25 cm, las predispone a ser un objeto portable que pudieron llevar consigo los hombres durante la caza para tener éxito en su empresa. La ausencia de rostro y el número siete de las bandas en la cabeza han sido considerados como elementos que sustentan su uso como tal.

Sin embargo, desde hace más de 30 años se comenzó a cuestionar el sesgo machista y la mirada lasciva que había conducido a la interpretación de estas piezas por sus mismos descubridores.

Figura 1. Venus de Willendorf. Don Hitchcock, CC BY-SA 3.0,

Una nueva propuesta (McCoid y McDermott 1996) desafiaba las explicaciones tradicionales y ofrecía una alternativa radical: que las figuras femeninas hubieran sido realizadas por mujeres, como una forma de auto representación en concordancia con sus valores inherentes y su propio poder. Este punto de vista se opone al primero, en tanto que aquel supone que la mujer había sido espectadora pasiva en la mente creativa de la vida prehistórica.

El análisis citado plantea que a pesar de que las figurillas pueden observarse desproporcionadas, los rasgos manifestados son, en realidad, una reproducción fiel de la figura femenina desde la visión propia de la mujer. Por lo mismo, se ha señalado que, desde que estas figuras se descubrieron, su interpretación deriva de un punto de vista equivocado. Las aparentes distorsiones de la parte superior del cuerpo son resultado de la transformación óptica generada por la perspectiva desde la que se observa el cuerpo. El hecho de que la cara no haya presentado ojos, boca y nariz, y esté ligeramente inclinada hacia abajo, puede deberse a que las creadoras de estas piezas no percibían su rostro y tenían que bajar la cabeza para poder observarse y representarse.

Bryant Zygmont ha apuntado muy atinadamente que, el nombre otorgado a estas piezas nos habla más de las personas que las hallaron que de aquellos que las produjeron. Y el mismo autor ofrece una descripción que asume el planteamiento de que la persona que la produjo fue una mujer, en tanto que la descripción que hace de ella es desde un punto de vista femenino: “La artista tomó un cuidado particular para enfatizar sus pechos, mismos que, según algunos autores, indican que eran propicios para alimentar a un infante”.

Es posible que las figurillas hayan sido creadas en un momento en el que hubo un incremento poblacional generado por un cambio reproductivo, a la par de una restructuración cultural y económica que se reflejó en un aprovechamiento mayor de energía; así, el papel de la mujer fue de gran relevancia para la mejor comprensión sobre los aspectos de la reproducción y la reducción de la tasa de mortandad durante el parto. Por eso, se ha planteado la posibilidad de que estas figuras hayan funcionado como auxiliares obstétricos, en donde el tamaño del abdomen haya facilitado el cálculo del progreso del embarazo. La disminución de estas representaciones en la fase subsecuente, la Magdaleniana (17,000 – 10,000 a.n.e), implicaría un aumento en el conocimiento del cuerpo femenino, así como de la reproducción.

Al respecto, es interesante señalar que para el momento en las que se propone que estas figuras fueron producidas, hubo una disminución de la temperatura como resultado de la última glaciación. Aunado a ello y como interpretación alternativa, las figuras se describen como mujeres obesas, no embarazadas, cuyo exceso de acumulación de grasa fue sinónimo de salud y belleza. Este factor debió tener implicaciones en la salud de las personas y en la adaptación física al entorno, en tanto que debieron de mantener un mínimo de grasa corporal: una mujer bien alimentada incrementa sus posibilidades de engendrar hijos saludables y alimentarlos.

En cualquiera de estas dos visiones vinculadas a la fertilidad, los objetos reflejan una vitalidad que aseguraba la permanencia de los grupos humanos. No obstante, a pesar de que originalmente el denominador Venus hacía referencia a las figuras obesas, localizadas generalmente en Europa occidental, el título se ha mantenido incluso cuando hallazgos más tardíos incluyen figurillas de mujeres desnudas mucho más estilizadas, mismas que proceden de la región siberiana (Figura 4). Estas últimas corresponde a la fase Magdaleniana, y además de estar más decoradas, portando alhajas, cintos o tocados, también muestran rasgos faciales.

Con referencia a la ornamentación, tras un detallado estudio de las representaciones, Elizabeth Barber expuso que muchas tenían algún tipo de decoración trenzada a partir de fibras vegetales, lo que le llevó a proponer que la gente del Paleolítico Superior ya era conocedora y practicante del uso de los textiles. Así, varios arqueólogos y antropólogos comenzaron a investigar sobre la posibilidad de que varias de las estatuillas portaran un gorro tejido, propuesta que alcanzó a destacar la trascendencia de la mujer en la historia no sólo por haber sido un objeto simbólico de la fertilidad, sino una figura activa en el desarrollo de una nueva tecnología, la textil.

La Arqueología de Género surgió como una crítica a la jactancia androcéntrica tan arraigada en la sociedad y en su proyección a cuestiones arqueológicas. A partir de esta postura se critican las estructuras que han dominado la práctica arqueológica en las tareas de investigación en campo, en los análisis y en la interpretación del registro arqueológico, así como en el mundo académico en general. En este sentido, la reflexión se ha enfocado en temas como la arqueología doméstica y el valor de lo doméstico en la vida social y política de las sociedades extintas, con el objetivo de recuperar el papel de la mujer en las relaciones sociales no sólo dentro del ámbito doméstico, sino también en el político, económico y ritual.

Un ejemplo de la mecanización en la aceptación de las interpretaciones que vinculan al hombre con el poder, dejando de fuera a la mujer, son las tumbas reales localizadas en los templos de la antigüedad. Gracias a los análisis de los restos óseos se ha podido identificar que muchas veces se trataban de mujeres. El caso de la Reina Roja, hallada en el Templo XIII de Palenque, es una muestra de lo señalado. Inicialmente se consideró que se trataban de los restos de un hombre noble, acompañado de una mujer y un infante en su viaje al inframundo. Los análisis practicados a los restos del personaje principal indicaron que se trataba en realidad de un individuo de sexo femenino. Este ejemplo, junto con otros hallazgos en otras partes del mundo, demuestran que también se estaban enterrando mujeres que habían desempeñado un papel que superaba la visión tradicional de verlas como actores pasivos y destacando su posible función como gobernantes. El caso de la Dama o Señora de Cao, descubierta en el sitio El Brujo en Trujillo, Perú, repitió el mismo patrón de interpretación preliminar: al descubrirla inmediatamente se supuso que se trataba de un hombre que había sido un gobernante importante de la cultura mochica.

Figura 2. Estudio de las proporciones de las denominadas Venus (tomada de McCoid y McDermott 1996).

Si bien las hipótesis planteadas acerca de la función de las figurillas femeninas del Paleolítico se mantienen como tales, éstas permiten abrir el panorama de la interpretación en una dirección en la que se sobrepasa la visión masculina que asume la imagen de una mujer, con determinado aspecto físico, como una obra de hombres, para hombres. El título de Venus no se ha erradicado y será muy difícil que se logre, pero mientras se mantenga vigente la idea que el papel de la mujer trascendió más allá de una simple imagen de fertilidad y servicio, se habrá logrado un gran avance en el entendimiento de su papel como miembros activos y de gran influencia en el desarrollo de las sociedades pasadas.

Por eso, la Arqueología de Género busca incorporar la relevancia del papel de la mujer en los procesos del desarrollo histórico, misma que ha quedado supeditada a la percepción y al dominio del hombre. Es fundamental que la educación androcéntrica que ha prevalecido a lo largo de los años distorsionando la percepción de la mujer, desde nuestras interpretaciones en la historia hasta las atribuciones que se nos da en nuestros días, sea reformada y posibilite abrir nuestras perspectivas a un panorama más incluyente. La mujer debió tener tareas trascendentales que impactaron en el desarrollo de tecnologías tan básicas como el tejido de fibras no solo para vestir y portar, sino para conservar alimentos, colectar recursos, preparar alimento, etcétera. El fuego, la agricultura, el perfeccionamiento de instrumentos de trabajo, la astronomía, el uso de plantas para crear remedios para la cura de enfermedas, entre otros pudieron ser descubrimientos en los que la mujer fue trascendental.

Hoy día se recomienda utilizar palabras como humanos, seres humanos, individuos, seres, en lugar de utilizar el genérico hombre. Y es que tal denominador excluye por completo a la mujer, se habla del hombre prehistórico o que el hombre habitó América, dejando de fuera a la mujer. Este cambio se debe dar desde la cotidianeidad hasta en aspectos más particulares como la interpretación arqueológica.

Para leer más…

  • Falcó, Ruth, 2003, La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio. Centro de Estudios sobre la Mujer. Universidad de Alicante, Alicante.
  • McCoid, C. H. y L. D. McDermott, 1996, Towards decolonizing gender: Female vision in the European Upper Paleolithic. American Anthropologist 98(2):319-326.
  • McDermott, l. D., 1996, Self-Representation in Upper Paleolithic Female Figurines. Current Anthropologist 37(2): 227-275.
  • Martínez Pulido, C., 2012, La senda mutilada: la evolución humana en femenino. Biblioteca Nueva, Madrid.
  • Figura 1. Venus de Willendorf. Don Hitchcock, CC BY-SA 3.0,
  • Figura 2. Estudio de las proporciones de las denominadas Venus (tomada de McCoid y McDermott 1996).

Los espejos fueron manufacturados a partir de minerales de hierro, magnetita, ilmenita, hematita y pirita, y cuentan con una amplia distribución geográfica y cronológica a lo largo de Mesoamérica. Estos singulares objetos se diferencian de los espejos actuales porque no fueron utilizados como utensilios cosméticos, ya que fueron imaginados como un medio que exponía más que un simple reflejo de la realidad, fueron un vehículo mediante el cual se podía augurar el destino, comunicarse con los ancestros y con los dioses, además de visualizar el “otro mundo”.

El mosaico de teselas recientemente descubierto al momento de su excavación. Se puede observar las teselas y la base.

Posibles usos y funciones de los espejos

El probable origen de los minerales de hierro, magnetita, ilmenita y hematita, con los que se manufacturaron estos artefactos es el estado de Oaxaca. Así, para el Preclásico Medio, Pires-Ferreira (1976) menciona que durante las excavaciones llevadas a cabo por Kenth Flannery en San José Mogote (1966) se localizó una unidad habitacional donde se producían estos objetos y que el acceso a éstos estaba restringido exclusivamente para miembros de la élite. El mismo Flannery propone que los espejos formaban parte de un intercambio de productos suntuarios que unían Oaxaca con el asentamiento olmeca de San Lorenzo y la región de la costa del Golfo, así como con otras regiones de México.

Otro material con el que se elaboraban los espejos es la pirita, un sulfuro de hierro. De acuerdo a la investigación de Melgar et al. de 2013, la pirita tiene siete posibles fuentes de procedencia: Chalchihuites en Zacatecas, la Huasteca, la cuenca del Balsas en Guerrero, las áreas de Huehuetenango, Aguacatán y Quetzaltenango en Guatemala y las Cockscomb Mountains en Belice.

Para el periodo del Preclásico Temprano las formas típicas de estos instrumentos eran geométricas, planas, de pequeño tamaño, y altamente pulidas en uno o ambos lados (Figura 1). Posteriormente, los espejos del Preclásico Medio (1200-400 a.C.) se caracterizan por estar manufacturados en una sola pieza con una superficie cóncava suavemente pulida y altamente reflejante (Figura 2).

Para Lunazzi, en su artículo de 2007, las imágenes en los espejos cóncavos se invierten dando la ilusión de encontrarse suspendidas en el aire. Por su parte, Cabrera en 2017 propone que los espejos eran también herramientas astronómicas porque podían ser usados para reflejar la bóveda celeste y atrapar la luz solar y lunar. Esta misma autora, al igual que Lunazzi, también refiere que exponen otros aspectos del mundo mostrándolo invertido, permitiendo percibir el espacio desde otra perspectiva y produciendo visiones. Asimismo, otros autores especulan que las superficies reflejantes tenían la función de emular entradas al inframundo, y que también fijaban o retenían imágenes y ciertas características de los difuntos.

Es decir, por sus propiedades extraordinarias: vehículos de predicción y comunicación entre dimensiones paralelas, mundos o realidades, un medio de contacto con los antepasados y con los dioses, son considerados “espejos mágicos”. De tal manera, autores como Gallaga, en su trabajo de 2016, propone que, con la ayuda del espejo, los gobernantes, consejeros, sacerdotes y chamanes obtenían exhortación, orientación o apoyo de esos espíritus para tomar decisiones importantes o acciones a seguir.

Estos espejos se localizan a menudo en ofrendas y contextos funerarios. Un ejemplo de esto lo constituye el entierro 154 de Tlatilco, asentamiento del Preclásico Temprano – Medio que se encontraba a orillas del lago en el extremo noroeste de la cuenca de México, el cual consiste en un individuo masculino con deformación craneana y mutilación dental, fechado para el Preclásico Medio. Presenta una ofrenda mortuoria que lo relacionan como un posible chamán, destacando la vasija conocida como el “acróbata” pues representa a un hombre contorsionándose, además de orejeras de jadeíta y hueso, escultoras de hongos – falos, pequeños metates para la preparación y uso de plantas alucinógenas, así como un espejo de hematita sobre el pecho.

Espejo del Preclásico Medio, Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Espejo del Preclásico Medio, Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Así mismo, dentro del territorio del actual estado de Morelos, en el municipio de Tepoztlán se halló un fragmento pequeño, en mal estado de conservación, de un espejo de mineral de hierro asociado al entierro de un anciano (Figura 3). Asociado al mismo entierro, se encontró un botellón, de estilo Tlatilco, en el que el cuello continuaba a lo largo del cuerpo y terminaba en el fondo en un orificio de salida. De tal manera, la vasija no podía contener líquidos, éstos la atravesaban, así que debió ser utilizada en rituales de nacimiento o muerte y durante el paso de la adolescencia a la adultez. Tanto las vasijas como el espejo corresponden al Preclásico Temprano (1500-1200 a.C.). Para Canto y Reséndiz (2011) este espejo era un objeto de tránsito que permitía, en el caso de muerte, al fallecido entrar al “otro mundo” a través del reflejo de su persona en la superficie.

En cuanto a la manera en la que los espejos eran portados, la evidencia de figurillas en Tlatilco y La Venta, otro de los grandes asentamientos olmecas de la costa del Golfo, (Figuras 4 y 5) sugiere que fueron usados como un pectoral, realizando orificios para mantenerlo pendiendo en el pecho (Figura 6), aunque algunos espejos pueden haber sido usados como incrustaciones en adornos de concha como se encontraron en entierros del valle de Chuautla.

Además de estos espejos de una sola pieza del Preclásico Medio, Di Castro en 2018, con base en hallazgos de San Lorenzo, sugiere la presencia de espejos compuestos, a manera de mosaico, integrados por teselas y láminas de mineral de hierro, que quizás formaron partes de adornos para el cuerpo o que se colocaban en la vestimenta y en otros objetos para hacerlos resplandecer. Las teselas y láminas se unían a un soporte de madera u otro material perecedero por medio de algún adhesivo orgánico, posiblemente resina, barro o brea. En algunos casos el soporte era de arenisca, pizarra, esquisto o cerámica. (Melgar et al, 2013, pp. 44-46.)

Da cuenta de este tipo de espejo el reportado por Lowe durante sus excavaciones en Chapa de Corzo, Chiapas, en las que descubrió la tumba de un personaje de gran importancia fechada para el Preclásico Medio. Gallaga y Lowe (2018) lo describen como una tumba real que contenía los restos de un individuo de entre 40 y 50 años de edad depositado sobre una cama de madera; el cuerpo fue cubierto de cinabrio, lo cual representaba la sangre; tenía incrustaciones de nácar y pirita en los dientes, así como cuentas de jade y concha que debieron ser collares, ajorcas y parte de la vestimenta. Debajo del hombro derecho del personaje se encontró un espejo cuadrado formado por teselas rectangulares de pirita montadas con una capa de estuco sobre una base de madera que desapareció con el tiempo. Antes de este hallazgo, se creía que la aparición de este tipo de espejos en mosaico era más tardía, para el Clásico, como los que se encuentran en Teotihuacán y el área Maya.

Espejo del Preclásico Medio, se aprecian los orificios para poder colgarlo sobre el pecho. Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Espejo de pirita encontrado en Tepoztlán, la marca roca es reflejo.

Durante las recientes excavaciones en el valle de Chuautla, se ha descubierto un objeto similar al encontrado en Chiapa de Corzo. Se trata de un espejo rectangular de 10cm de ancho por 11cm de largo compuesto por teselas de entre 2cm y 0.5 cm de longitud adheridas a una plancha de roca muy frágil mediante una sustancia blanca, tal vez arcilla de la región que contiene mucha cal (Figura 7); sin embargo, faltan todos los estudios para saber qué tipo de material se utilizó para elaborar las teselas y la base a la que están adheridas. Este espejo estaba asociado al Entierro 152, constituido por un individuo con mutilación dental; esto significa la modificación de la forma de los dientes con fines decorativos para darle una forma semejante a los de ciertos animales y así relacionarse simbólicamente con ellos o como señal de distinción social. Aún nos faltan los estudios de Antropología Física para conocer la edad y género del personaje enterrado. Este elemento se encontró cerca del cráneo por lo que podría haber sido parte del tocado del sujeto. La temporalidad del entierro y su ofrenda es de los años 1200 a 1000 a.C.

Estos artefactos de gran calidad exponen la importancia de los personajes asociados a ellos dentro de la sociedad. Cabrera (2017) cree que estos espejos además de utilizarse como indumentaria y parafernalia también se empleaban como marcadores de rango y de validación de la autoridad política y religiosa, porque quienes manipulaban estos objetos y toda la información simbólica que representaban en el sistema de creencias del Preclásico probaban su derecho a ejercer el poder a través de una autoridad chamánica.

Conclusiones

Durante el Preclásico Temprano existían sociedades tribales igualitarias que se establecían en pequeñas aldeas compuestas por chozas homogéneas de material perecedero, que dependían de la agricultura de temporal o se situaban cerca de cuerpos de agua. Pero a finales de este período y durante el Preclásico Medio se produjeron grandes cambios tecnológicos y sociales: se desarrollaron terrazas, canales y otros métodos de control de agua con lo que se disminuyó los peligros de la falta o retraso de lluvia permitiendo aumentar las cosechas; este crecimiento de cosechas permitió el incremento demográfico y la aparición de individuos apartados de la producción de alimento, especializándose en actividades artesanales o en la coordinación de las obras hidráulicas públicas, el control del intercambio de materias primas y la administración de los productos exóticos o foráneos, y el manejo de lo sobrenatural, esto significa el surgimiento de la diferenciación social.

López Austin y López Luján (2001) recalcan la importancia que tenía el intercambio de bienes de prestigio entre las elites del Preclásico Medio debido a que su uso parece haber estado unido a los cargos de gobierno, a los actos de representación de la comunidad ante grupos exteriores y a las de intervención entre los hombres y las fuerzas sobrenaturales. Dentro de estos bienes de prestigios se encuentra el polvo de cinabrio, las figurillas de piedra verde, los adornos de hueso, concha y piedras semipreciosas, y los espejos, que como hemos visto a lo largo de este artículo, desempeñaron otro tipo de funciones de las que actualmente tiene, simbolizó la puerta de comunicación con los dioses o ancestros y, por lo mismo, fungir como una fuente de conocimientos ocultos, predicciones o augurios.

Los espejos fueron manufacturados a partir de minerales de hierro, magnetita, ilmenita, hematita y pirita, y cuentan con una amplia distribución geográfica y cronológica a lo largo de Mesoamérica. Estos singulares objetos se diferencian de los espejos actuales porque no fueron utilizados como utensilios cosméticos, ya que fueron imaginados como un medio que exponía más que un simple reflejo de la realidad, fueron un vehículo mediante el cual se podía augurar el destino, comunicarse con los ancestros y con los dioses, además de visualizar el “otro mundo”.

Figurilla de piedra verde que muestra la posible forma en la que se portaban los espejos. Procede de La Venta, Tabasco. Sala del Golfo, Museo Nacional de Antropología e Historia.

Figurilla de Tlatilco con un espejo sobre el pecho. Sala del Preclásico, Museo Nacional de Antropología e Historia.

La "Venus de..." Arqueología de género: la otra parte de la historia

Aunque la “Venus Impúdica” es reconocida como la primera figurilla femenina del Paleolítico Superior alguna vez descubierta, ésta no es considerada la más temprana. El Marqués Paul de Vibraye la halló en el valle Dordogne, Francia, en 1864, y fue el primer objeto que portaría el título de Venus.

Sin embargo, no sería sino hasta 1908, cuando el arqueólogo Josef Szombathy encontrara cerca del pueblo de Willendorf, Austria, la figurilla que determinaría el título definitivo que llevarían los descubrimientos subsecuentes de estos tipos de objetos paleolíticos: Venus. Esta pieza se encuentra actualmente en el Museo de Historia Natural de Viena, y se le ha atribuido una fecha entre 24,000 y 22,000 antes de nuestra era, correspondiente a la fase Gravetiense (25,000 – 20,000 a.n.e.).

Se trata de una figura de 11.1 m de altura, realizada en piedra caliza, que representa una mujer desnuda de brazos delgados, senos redondeados y grandes, abdomen abultado, caderas anchas y rollizas, área púbica enfatizada, rodillas semiflexionadas y prominentes, piernas cortas y pies extremadamente pequeños. En la cabeza se observan siete bandas horizontales que la rodean y que cubre la mayor parte de su rostro. La pieza muestra en algunas partes restos de pigmento de color ocre (Figura 1).

Otros cientos de figurillas con características semejantes se fueron encontrando, principalmente, en Europa, aunque también ha habido hallazgos en Siberia y Eurasia. La Venus de Hohle (Alemania), Venus de Monruz (Suiza), Venus de Galgenberg (Austria), Venus de Moravany (Eslovaquia), son algunos ejemplos de este tipo de formas femeninas que fueron manufacturadas en piedra caliza, marfil, hematita, hueso, cerámica y muy probablemente de madera, aunque de éstas no hay evidencia por su cualidad perecedera.

A todas estas estatuillas, ubicadas cronológicamente en el periodo Paleolítico Superior, se les designó con el título de Venus, diosa romana del amor, sexo, deseo, fertilidad y prosperidad. Este apelativo fue otorgado prematuramente al suponer, inicialmente y sin ninguna otra evidencia, que estas figuras eran, en efecto, imágenes de diosas de la fertilidad, representaciones de la Madre Tierra e incluso, objetos eróticos. El cuerpo voluptuoso, posiblemente en estado de embarazo, con una evidente exageración en la proporción de los atributos femeninos fue, desde su hallazgo, vinculado a la fecundidad y abundancia, asumiendo, a su vez, que estas piezas habían sido producidas por hombres artesanos. Esta asignación encajó perfectamente en la construcción patriarcal de la historia del arte que hacía hincapié en las representaciones peyorativas de mujeres en el arte a lo largo de los años. Así lo demuestran los comentarios del Dr. en Historia del Arte Christopher Witcombe: “la irónica identificación de estas figurillas como “Venus” satisfacen amablemente las suposiciones de aquel momento sobre lo primitivo, sobre las mujeres y sobre sus gustos”.

Los significados, funciones e interpretaciones atribuidos a las Venus, además de como diosas de la fertilidad incluyen: retratos de mujeres reales, imágenes de culto a los antepasados, sacerdotisas o chamanes, muñecas, evidencia de sociedades matriarcales, imagen de la gran madre o abuela de algún grupo humano, y para prácticas espirituales.

Otra interpretación les otorga una función de amuleto. Su tamaño pequeño, desde 5 cm a no más de 25 cm, las predispone a ser un objeto portable que pudieron llevar consigo los hombres durante la caza para tener éxito en su empresa. La ausencia de rostro y el número siete de las bandas en la cabeza han sido considerados como elementos que sustentan su uso como tal.

Sin embargo, desde hace más de 30 años se comenzó a cuestionar el sesgo machista y la mirada lasciva que había conducido a la interpretación de estas piezas por sus mismos descubridores.

Figura 1. Venus de Willendorf. Don Hitchcock, CC BY-SA 3.0,

Una nueva propuesta (McCoid y McDermott 1996) desafiaba las explicaciones tradicionales y ofrecía una alternativa radical: que las figuras femeninas hubieran sido realizadas por mujeres, como una forma de auto representación en concordancia con sus valores inherentes y su propio poder. Este punto de vista se opone al primero, en tanto que aquel supone que la mujer había sido espectadora pasiva en la mente creativa de la vida prehistórica.

El análisis citado plantea que a pesar de que las figurillas pueden observarse desproporcionadas, los rasgos manifestados son, en realidad, una reproducción fiel de la figura femenina desde la visión propia de la mujer. Por lo mismo, se ha señalado que, desde que estas figuras se descubrieron, su interpretación deriva de un punto de vista equivocado. Las aparentes distorsiones de la parte superior del cuerpo son resultado de la transformación óptica generada por la perspectiva desde la que se observa el cuerpo. El hecho de que la cara no haya presentado ojos, boca y nariz, y esté ligeramente inclinada hacia abajo, puede deberse a que las creadoras de estas piezas no percibían su rostro y tenían que bajar la cabeza para poder observarse y representarse.

Bryant Zygmont ha apuntado muy atinadamente que, el nombre otorgado a estas piezas nos habla más de las personas que las hallaron que de aquellos que las produjeron. Y el mismo autor ofrece una descripción que asume el planteamiento de que la persona que la produjo fue una mujer, en tanto que la descripción que hace de ella es desde un punto de vista femenino: “La artista tomó un cuidado particular para enfatizar sus pechos, mismos que, según algunos autores, indican que eran propicios para alimentar a un infante”.

Es posible que las figurillas hayan sido creadas en un momento en el que hubo un incremento poblacional generado por un cambio reproductivo, a la par de una restructuración cultural y económica que se reflejó en un aprovechamiento mayor de energía; así, el papel de la mujer fue de gran relevancia para la mejor comprensión sobre los aspectos de la reproducción y la reducción de la tasa de mortandad durante el parto. Por eso, se ha planteado la posibilidad de que estas figuras hayan funcionado como auxiliares obstétricos, en donde el tamaño del abdomen haya facilitado el cálculo del progreso del embarazo. La disminución de estas representaciones en la fase subsecuente, la Magdaleniana (17,000 – 10,000 a.n.e), implicaría un aumento en el conocimiento del cuerpo femenino, así como de la reproducción.

Al respecto, es interesante señalar que para el momento en las que se propone que estas figuras fueron producidas, hubo una disminución de la temperatura como resultado de la última glaciación. Aunado a ello y como interpretación alternativa, las figuras se describen como mujeres obesas, no embarazadas, cuyo exceso de acumulación de grasa fue sinónimo de salud y belleza. Este factor debió tener implicaciones en la salud de las personas y en la adaptación física al entorno, en tanto que debieron de mantener un mínimo de grasa corporal: una mujer bien alimentada incrementa sus posibilidades de engendrar hijos saludables y alimentarlos.

En cualquiera de estas dos visiones vinculadas a la fertilidad, los objetos reflejan una vitalidad que aseguraba la permanencia de los grupos humanos. No obstante, a pesar de que originalmente el denominador Venus hacía referencia a las figuras obesas, localizadas generalmente en Europa occidental, el título se ha mantenido incluso cuando hallazgos más tardíos incluyen figurillas de mujeres desnudas mucho más estilizadas, mismas que proceden de la región siberiana (Figura 4). Estas últimas corresponde a la fase Magdaleniana, y además de estar más decoradas, portando alhajas, cintos o tocados, también muestran rasgos faciales.

Con referencia a la ornamentación, tras un detallado estudio de las representaciones, Elizabeth Barber expuso que muchas tenían algún tipo de decoración trenzada a partir de fibras vegetales, lo que le llevó a proponer que la gente del Paleolítico Superior ya era conocedora y practicante del uso de los textiles. Así, varios arqueólogos y antropólogos comenzaron a investigar sobre la posibilidad de que varias de las estatuillas portaran un gorro tejido, propuesta que alcanzó a destacar la trascendencia de la mujer en la historia no sólo por haber sido un objeto simbólico de la fertilidad, sino una figura activa en el desarrollo de una nueva tecnología, la textil.

La Arqueología de Género surgió como una crítica a la jactancia androcéntrica tan arraigada en la sociedad y en su proyección a cuestiones arqueológicas. A partir de esta postura se critican las estructuras que han dominado la práctica arqueológica en las tareas de investigación en campo, en los análisis y en la interpretación del registro arqueológico, así como en el mundo académico en general. En este sentido, la reflexión se ha enfocado en temas como la arqueología doméstica y el valor de lo doméstico en la vida social y política de las sociedades extintas, con el objetivo de recuperar el papel de la mujer en las relaciones sociales no sólo dentro del ámbito doméstico, sino también en el político, económico y ritual.

Un ejemplo de la mecanización en la aceptación de las interpretaciones que vinculan al hombre con el poder, dejando de fuera a la mujer, son las tumbas reales localizadas en los templos de la antigüedad. Gracias a los análisis de los restos óseos se ha podido identificar que muchas veces se trataban de mujeres. El caso de la Reina Roja, hallada en el Templo XIII de Palenque, es una muestra de lo señalado. Inicialmente se consideró que se trataban de los restos de un hombre noble, acompañado de una mujer y un infante en su viaje al inframundo. Los análisis practicados a los restos del personaje principal indicaron que se trataba en realidad de un individuo de sexo femenino. Este ejemplo, junto con otros hallazgos en otras partes del mundo, demuestran que también se estaban enterrando mujeres que habían desempeñado un papel que superaba la visión tradicional de verlas como actores pasivos y destacando su posible función como gobernantes. El caso de la Dama o Señora de Cao, descubierta en el sitio El Brujo en Trujillo, Perú, repitió el mismo patrón de interpretación preliminar: al descubrirla inmediatamente se supuso que se trataba de un hombre que había sido un gobernante importante de la cultura mochica.

Figura 2. Estudio de las proporciones de las denominadas Venus (tomada de McCoid y McDermott 1996).

Si bien las hipótesis planteadas acerca de la función de las figurillas femeninas del Paleolítico se mantienen como tales, éstas permiten abrir el panorama de la interpretación en una dirección en la que se sobrepasa la visión masculina que asume la imagen de una mujer, con determinado aspecto físico, como una obra de hombres, para hombres. El título de Venus no se ha erradicado y será muy difícil que se logre, pero mientras se mantenga vigente la idea que el papel de la mujer trascendió más allá de una simple imagen de fertilidad y servicio, se habrá logrado un gran avance en el entendimiento de su papel como miembros activos y de gran influencia en el desarrollo de las sociedades pasadas.

Por eso, la Arqueología de Género busca incorporar la relevancia del papel de la mujer en los procesos del desarrollo histórico, misma que ha quedado supeditada a la percepción y al dominio del hombre. Es fundamental que la educación androcéntrica que ha prevalecido a lo largo de los años distorsionando la percepción de la mujer, desde nuestras interpretaciones en la historia hasta las atribuciones que se nos da en nuestros días, sea reformada y posibilite abrir nuestras perspectivas a un panorama más incluyente. La mujer debió tener tareas trascendentales que impactaron en el desarrollo de tecnologías tan básicas como el tejido de fibras no solo para vestir y portar, sino para conservar alimentos, colectar recursos, preparar alimento, etcétera. El fuego, la agricultura, el perfeccionamiento de instrumentos de trabajo, la astronomía, el uso de plantas para crear remedios para la cura de enfermedas, entre otros pudieron ser descubrimientos en los que la mujer fue trascendental.

Hoy día se recomienda utilizar palabras como humanos, seres humanos, individuos, seres, en lugar de utilizar el genérico hombre. Y es que tal denominador excluye por completo a la mujer, se habla del hombre prehistórico o que el hombre habitó América, dejando de fuera a la mujer. Este cambio se debe dar desde la cotidianeidad hasta en aspectos más particulares como la interpretación arqueológica.

Para leer más…

  • Falcó, Ruth, 2003, La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio. Centro de Estudios sobre la Mujer. Universidad de Alicante, Alicante.
  • McCoid, C. H. y L. D. McDermott, 1996, Towards decolonizing gender: Female vision in the European Upper Paleolithic. American Anthropologist 98(2):319-326.
  • McDermott, l. D., 1996, Self-Representation in Upper Paleolithic Female Figurines. Current Anthropologist 37(2): 227-275.
  • Martínez Pulido, C., 2012, La senda mutilada: la evolución humana en femenino. Biblioteca Nueva, Madrid.
  • Figura 1. Venus de Willendorf. Don Hitchcock, CC BY-SA 3.0,
  • Figura 2. Estudio de las proporciones de las denominadas Venus (tomada de McCoid y McDermott 1996).

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