Mujeres y trabajo: el mercado de Oaxtepec

“Yo por eso siempre le doy gracias a Dios que vivimos bien del mercado”

Tania Ramírez Rocha y Patricia Ramírez Ramírez

  · sábado 30 de marzo de 2019

El mercado de Oaxtepec después del sismo de 2017. Se destruyó la primera nave. La construcción del lado izquierdo superior con arcos de ladrillo era parte del antiguo preescolar

La experiencia humana se ve cruzada por múltiples relaciones de poder que forman nuestro ser en el mundo y por consecuencia, nuestra propia experiencia laboral. Algunos de los factores son: el ser mujer/hombre; el provenir o habitar en zonas rurales o urbanas; el tener determinada posición socioeconómica, el color de la piel y el nivel de escolaridad, entre otros. Como señala Patricia Castañeda (2006) desde la antropología feminista, la experiencia de vida de una mujer adquiere una dimensión diferente frente a la del hombre, ya que el ser mujer tiene una posición de inferioridad ante éste. Un ejemplo cotidiano puede ser el que para “insultar”, descalificar o agredir verbalmente a un hombre se le suele feminizar el nombre (si se llama Juan, le dicen “Juana”); inclusive es común oír la feminización del nombre en las escuelas primarias cuando se insultan entre los niños. En cambio es poco frecuente que para insultar a una mujer se masculinice su nombre. Menciono un ejemplo común pero evidentemente una de las consecuencias más graves de esta situación de desigualdad es el feminicidio en México.

Como señala Femenías (2017), a nivel global podemos decir que los ámbitos laborales donde participan predominantemente las mujeres son la preparación de comida, enseñanza (en educación inicial y básica), labores de limpieza, de cuidado y servicios sexuales (exceptuando la esclavitud sexual). En todos los demás ámbitos hay participación de mujeres, pero no con la presencia numérica de los espacios antes mencionados. En el ámbito profesional ocurre una situación similar, Pérez Islas (2019) señala que las carreras con mayor presencia de mujeres se vuelven “más baratas”, es decir se les paga menos a las y los profesionistas; entre ellas están las carreras de tipo social.

Las opciones laborales de las mujeres se pueden ver aún más reducidas por otros factores antes mencionados, como son el tono de piel, la escolaridad o la posición socioeconómica. En zonas del estado de Morelos, como Oaxtepec y las colonias que lo conforman, las opciones laborales de las mujeres que no cuentan con el nivel de estudio profesional, encuentran trabajo en labores de limpieza, preparación de comida o en “mostrador” (venta de productos). Igualmente, quienes poseen negocios propios suelen ser dentro de estas áreas. Las opciones laborales de “oficios” se diversifican para los hombres como son: albañilería, carpintería, plomería, jardinería, herrería, y servicios de transporte, por mencionar los principales.

A continuación, presentamos la trayectoria de vida laboral de Doña Raquel, una mujer que nace en la década del cuarenta en la región mixteca del estado de Oaxaca y que se queda a vivir en Oaxtepec por razones laborales. Encuentra en esta localidad un espacio que le permite mantenerse y mantener a sus hijos a partir de un oficio, es decir un conjunto de conocimientos, que aún se ligan al ámbito de las mujeres y que ha servido como una estrategia de subsistencia, casi única, pues no está aún devaluada económicamente o “abaratada” como lo es el salario en las actividades de limpieza o de cuidado.

Asimismo, dentro de la narrativa que se presenta encontramos una especificidad de la experiencia del ser mujer en la forma de ir contando el tiempo personal, ya que los embarazos y el número de hijos son un marcador de tiempo.

Dentro de la narrativa es también muy importante la sororidad o los lazos de ayuda y protección entre mujeres, ya que como se irá mostrando en su historia de vida, principalmente dos figuras masculinas ejercen sobre ella violencia física o verbal. Por un lado, el esposo y por otro, un hombre que no le permitía vender, violentándola en el área de trabajo. La sororidad es importante porque generalmente desde los primeros años de vida se les enseña a mujeres y hombres, que las mujeres deben pelearse y competir entre sí. Podemos oír frases como: “es pleito de viejas” o “el peor enemigo de una mujer es otra mujer” (a pesar de que los feminicidios no los comete una mujer, al revés es víctima) con el fin de ir rompiendo futuras relaciones de solidaridad y fomentar el conflicto.

El trabajo se muestra como un eje articulador de la vida; es una forma de darle sentido a la vida de una persona y como señala Maribel Núñez (2014) el salario o aporte económico a la familia es diferente entre el de una mujer y de un hombre. Usualmente el ingreso de los hombres se traduce en la compra de materiales para la casa o un coche y el ingreso de la mujer se “invisibiliza” porque gastan en las actividades cotidianas como la comida.

Doña Raquel, en el centro vacacional IMSS Oaxtepec

“Doña Raquel”.

- ¿A qué edad comenzó a trabajar?

-Cuando nos venimos al pueblo, estaba yo embarazada de mi hija. Mi Velita (su tercera hija), yo me alivié en el pueblo y a los 40 días ya me vine para acá. Y ya nos fuimos derecho y anduvimos sufriendo allá en Tenextepango. No había nada de trabajo. Gabriel (su esposo) andaba allá en las cañas y no ganaba nada. Y así…pasaron unas señoras que vendían cacahuate y ahí nos conformábamos con lo que pudiéramos comer, pero andábamos tranquilos. Y nos íbamos al cine a Xochi (Xochitepec). En Xochi estuvimos unos meses. Íbamos a ayudar a una señora a pelar cacahuate para que pudiéramos comprar un pancito.

Es que como a los 40 días de nacida mi hija Evelia me trajeron para acá (Xochitepec) mis hermanitos, aquí on´ta (sic) mi esposo a Xochitepec. Y andábamos sufriendo. Trabajaba en el arroz y ni ganaba nada, flaco estaba ahí. Y yo en el lodo también, poniendo la lumbre para hacer las tortillitas. ¡Ay qué barbaridad!, ¡me acuerdo de esos sufrimientos! Me echaba mis tortillitas y mis frijolitos. Mi Velita en la pura tierra dormía. En un petatito viejo mi hijita fue la que más sufrió. Todos vivíamos juntos; el tiradero. Rentábamos un cuartito chiquitito.

Y ya después dilató muchos meses y llegó el seguro social a hacer el seguro social chiquitito, ahí en Xochi. Y que llega mi esposo bien contento. Y me dice: ¡Mujercita ya voy a ganar bien para que ya no sufras! Me dice ya me apunté ahorita. El lunes vamos a empezar a hacer un seguro social, aquí en Xochi; chiquito, pero se va a hacer. Y de aquí nos vamos a ir a Chinameca. Y ahí nació mi Jaimito (cuarto hijo) en los paredones y ya me iba yo a morir. Tenía yo miedo de las culebras. Ahí donde estuvo Zapata en Chinameca; ahí estuvo Zapata, ahí estaban sus cuartos viejos. Y ya me andaba yo muriendo y nació mi hijito. Había ahí culebras y yo ser tan miedosa. Ahí en Chinameca se hizo otro IMSS chiquito y se acabó y entonces le digo (a su esposo): Vete a Oaxtepec, allá me gusta porque ya había pasado cuando fui para Xochi. Y mi esposo dice: ¡Mujercita ya están entrando a trabajar a Oaxtepec!, se va hacer un centro vacacional grandísimo. Y le digo: ¡pus vete!

Yo me quedo en Chinameca, y me quedé con una señora que me cuidara. La señora se fue al cine con mi Leonelito (su primer hijo). La única diversión era el cine. Y a mí ya se me estaba yendo el latido. Ya me iba yo a morir. Cuando llegaron yo me estaba ya muriendo y le dijeron a esa señora que cómo se echó uste (sic) esa responsabilidad de estar aquí pegadita con la señora. Y dice ¡mire cómo se le está yendo el latido! Y que se ponen a “machucarme” (ella hace un ademán simulando hacer presión con la mano en la boca del estómago y en la cabeza). Así fue yo que volví, si no me hubiera yo muerto. Es que me quedé yo solita de pensando yo en las culebras, el miedo a las culebras.

Los cantaritos de Oaxtepec. Ahora teatro del pueblo y bomba de agua de CEAgua

Vivíamos en los paredones donde mataron a Zapata, estábamos llenos de humo y yo con mi estufita de petróleo. Y ya a los 8 días de nacido mi Jaime, el que nació en Chinameca, me vine para Oaxtepec. Dice mi esposo: ¡vámonos pura chingada que te vayas a morir aquí!, dice vámonos pa Oaxtepec, ya conseguí un cuartito con doña Leonor Pacheco. Me vine a Oaxtepec abrazando a mi niño tiernito, chiquitito.

Mi esposo entró de jardinero al centro vacacional de Oaxtepec. Y mi esposo se cayó del funicular del centro cuando yo estaba por dar a luz a mi Tachito. Se cayeron dos, pero el otro se cayó del lado al voladero y se murió, pero mi esposo no, no más se lastimó las piernas.

“El trabajo de la venta de comida en Oaxtepec”.

-Comencé a vender en “los cantaritos” (está a un costado del ex convento de Santo Domingo de Guzmán, donde está la bomba de CEAgua y el teatro del pueblo). Estaba yo, doña Lenchita, Concha y las jugueras que eran su mujer de don Aurelio, doña Estela, doña Fidonia y doña Ninfa.

Cuando comencé a vender ´taba (sic) yo muchacha, tenía como 38 años.

Yo comencé a vender con los peones, me llevaba yo mi canastota a la obra (la construcción del centro vacacional IMSS). Todas las que querían iban a vender comida. Se empezó a llenar Oaxtepec, hasta el panteón había casitas de cartón.

Ya después se acabó lo del centro vacacional, de fincar la obra, y ya Gabriel (su esposo) después de acabar el sábado, todos los hombres garraban (sic) para Cocoyoc al “cantinero” que había; el “viejaje”. Y un día doña Leonor Pacheco se enojó con mi esposo y le dice: esta mujer pobrecita, de que no hay quien la defienda, usted hace lo que quiere. Pobrecita trabaja como burra. Si no fuera por ella no comieran y vistieran sus hijos, usted pura cantina a Cocoyoc, por aquí raya y allá va a parar y viene a dar hasta el domingo, pos ahora no hay comida.

Vista por fuera de Los Cantaritos

Llegaba todo borracho (su esposo) y me dice: ¡sírveme de comer! Tengo mucha hambre y yo pensé: no, me va a pegar. Me dice: ¡qué no oyes, sírveme de comer! Y le dije: no hice comida, y él: ¿cómo que no hiciste comida! Y que salta doña Leonor con esta Hilda y dice: mire don Gabriel aquí se acabó la pobre mujer que uste tiene amenazada. Pobre mujer con sus hijitos trabaja y trabaja. Si no es por ella sus hijos no comen. Y uste por aquí sale del trabajo y a las cantinas va a parar. Y todavía viene uste exigiéndole de comer. Así es que orita (sic) no hay comida. Yo le dije que no hiciera comida (señala doña Leonor) y si le pega usted le echo a los policías. Y mi esposo todo borracho le contestó: si doña Leonorcita, tiene uste razón, mi pobre mujer sufre mucho. Pero como no hay quién la defienda hace uste lo que quiera de ella, pero ahora estoy yo (señala doña Leonor). Doña Leonorcita me quería arto. Ella me defendió, ella dijo: “de aquí en adelante no le va a tocar ni un cabello a doña Raquel”.

- ¿Ella quién era?

-Ella le rentábamos pues, eran ejidatarios.

-Y ya me dice mi esposo: mujer ahora vámonos para Chapingo, ahí está un señor que me va a ensañar de albañil y voy a ganar más. Voy a ganar más. Él era jardinero. Y ahí trabajaba en la escuela. Y le servía de comer a mis dos primos y ellos me pagaban 50 pesos cada 8 días y con eso pagaba mi renta. Pero Gabriel por aquí rayaba y se iban los tres de borrachos, y ya hasta el domingo.

Luego ya estaba yo embarazada de mis cuatas. No podía yo caminar. Vivía yo en una casa de cartón y yo embarazada de mis cuatas. Y todavía embarazada mi esposo me pegaba.

Y una vez que de las veces que fui a traer carne del mercado, vi yo una señora que perdió a su niña, le quitaron a su niña que la dejó en el coche y yo dije ¡ni lo permita dios!, ya me voy pa Oaxtepec, y me traje a mi esposo.

Y llegué otra vez con doña Leonor, y hasta compramos dos camitas y la macota (maca grande) de mis cuatitas. Y estuve lavando ajeno cuando llegamos, no más le llevaba a doña Gabina.

Ex convento de Santo Domingo de Guzmán. Centro de Oaxtepec

“Los cantaritos”.

Entonces yo iba a vender y mi esposo me dijo: qué vas a vender si no sabes hacer nada y qué vas a hacer con tanto niño; ¡ay pues, aunque no más venda tlacoyitos, atolito, sopesitos y mi salsita! Yo hacía todo lo que sabía de hacer de mi pueblo que mi mamá me enseñó.

Gabriel cuando ya se iba a trabajar me ayudaba con el bote de cositas, y la mesita y el comal lo dejaba allá. Había ahí la sombrísima y el aguerío.

(En ese momento se acordó con mucha impresión el temblor del 1968. Recuerda el movimiento de los amates y el ruido que provocaba el choque de los cables de luz).

Y ya de ahí yo dejaba a mis hijos chiquititos con mis otros hijos que los cuidaran. Y ya a las siete comenzaba a vender.

Y tenía yo luego mis trabajadoras, les pagaba yo 30 pesos. Guardaba yo re bien el dinero. Iba yo a comprar con Don Luis aquí.

Y las gorditas las empezó a hacer la mujer de Don Rodrigo y ya las empezamos hacer las demás. Ella lo trajo de Guerrero. El requesón lo compraba con doña Lala y los chales con Don Luis.

Sufrimos retearto para agarrar los puestos. Y unos señores no más ponían a vender a sus esposas.

Doña Sidonia vendía carnitas, su nuera Estela jugos, la otra Estela también vendía jugos. Y nosotras gorditas: doña Lenchita, Concha, yo y doña Ninfa. Venían de por allá arriba, de Nepo, de Acapulco; aquí se empezó a llenar de que venía mucha gente, había trabajo.

No querían que se hiciera el mercado. Pero el gobernador Lauro Ortega dijo: “mis hijitas les voy a hacer su mercado, aunque no quieran”. Y andábamos con él y andábamos en los pueblos. Llevaba él un carro y nos llevaba de pa´lla pa México y allá les decíamos: “nosotros no somos de Oaxtepec, pero somos mexicanas y nos gusta trabajar”. Y dijo el gobernador: aquí se va a hacer el mercado, (porque antes era un kínder) y el kínder se los voy a comprar una tierra ahí donde los Galicia (donde actualmente se encuentra) y les voy a hacer su kínder más bonito.

Nos íbamos de aquí en dos-tres carros que traía el gobernador y nos íbamos a México. Y si se empezó a hacer el mercado y don Tacho dijo: “esta mujer ha sufrido soles y aguas, denle su espacio”.

-¿y cómo se organizaba con su esposo para los gastos?

-Pos…diario ganaba yo, y yo el golpe de los hijos. Yo ganaba por día y él a la quincena, pero a él le daban bien poquito.

- ¿Usted sentía que ganaba más?

-Si. Esas láminas si boca tuvieran, fue el primer aguinaldo que le dieron a Gabriel, de 300 pesos.

- ¿y en qué gastaba usted su dinero?

-Pos yo, para acá, para comer, para mis hijos vestirlos, calzarlos y la escuela.

- ¿Entonces su esposo en qué gastaba?

-Él su vicio y también ganaba fuera, con los de México que empezaban a venir. Y el dinero lo empezaba a mater pa´ca (señalando su casa). Hizo el primer cuarto, y hasta pasaba la gente y le decían: “cabrón cómo le hicites, antes ni tenías nada y ahora tienes tus cuartitos”. A los tres meses que fuimos a parar por acá (a su terreno) mi esposo empezó a parar el cuartito.

Sufrimos re arto para agarrar los puestos.

- ¿Y usted si no hubiera vendido en qué hubiera podido haber ganado dinero?

-No, pus no tuviera yo nada, nada. Los que no trabajaron en el mercado pues no les fue igual.

- ¿Y cuando dejó de trabajar en el mercado?

-Cuando ya todas mis hijas se casaron. Y yo por eso siempre le doy gracias a dios que vivimos bien del mercado, de los tlacoyitos, de las gorditas, sino antonces (sic) de qué hubiéramos vivido.

Referencias bibliográficas:

  • Castañeda, Patricia (2006) “La antropología feminista hoy: algunos énfasis claves” Revista Mexicana de ciencias políticas y sociales. Perspectivas teóricas. 35-43.
  • Femenías, María Luisa (2017). “Multiculturalismo y género. Aportes de la democracia deliberativa”, en: Revista Europea de Derechos Fundamentales. (29)23-46.
  • Pérez, José (2010). “La discriminación sobre jóvenes. Un proceso en construcción”. El cotidiano. UAM, CDMX, (163)35:44.
  • Nuñez, Maribel (2014) La deuda nuestra de cada día. Circulación de la deuda social y prácticas de autocuidado de mujeres en un club de nutrición de Ciudad Juárez. Tesis maestría. CIESAS, CDMX.