Como parte del evento Morelos en Los Pinos. Arte, Cultura y Tradición, la agrupación morelense Dos Raíces Danza Fusión llegó al Complejo Cultural Los Pinos en la Ciudad de México, para presentar la obra MigraSón, que realizan en colaboración con el Centro de Ciencias Genómicas UNAM, proyecto que surge de la necesidad de contar con la danza la conexión genética, que se puede apreciar y la similitud que se encuentra en cada cultura, y además de conectarnos, cómo nos hace únicos e irrepetibles dándole identidad a cada ser.
El grupo se presentó en la fachada de la Casa Miguel Alemán, llenando el lugar de ritmo, colorido y folklore, un espectáculo que sin duda el público disfrutó mucho.
El investigador y periodista en ciencia Agustín Ávila Casanueva, del Centro de Ciencias Genómicas UNAM, fue el encargado de presentar el programa y llevar al público por un viaje a través del mundo, para descubrir que la frontera del ser humano no existe y que todos estamos unidos por nuestros ancestros y por toda la mezcla que con la historia se fue dando.
La presentación inició con una introducción sobre el habitar del homo sapiens y el recorrido por los distintos continentes para poblar el mundo a través de miles de años, lo que generó un cambio en el ADN, con mutaciones específicas que permiten reconstruir la historia de la humanidad. Sumándole la cultura, los ritmos, tradiciones y las danzas que se dan a raíz de la migración.
Antes de comenzar con ese recorrido por el mundo, Dos Raíces presentó la coreografía El tigre y La cosecha una danza folklórica de Tabasco, que surge antes de la llegada de los europeos a nuestras tierras.
"Esta mezcla de culturas y saberes no esperó a que llegaran los españoles, ya sucedía en este territorio que llamamos México, muchos intercambios entre las distintas culturas que existían en esta parte del mundo. Estas danzas tenían como propuesta realizar una ofrenda a los dioses, para pedir por una buena cosecha o solamente para platicar con las deidades. A la llegada de los españoles nos encontramos con saqueo, muertes y genocidios; pero también trajeron sus genes, su idioma, su cultura, sus instrumentos, sus ritmos y sus danzas. El ADN y la cultura no son la misma cosa, pero nos pueden ayudar a contar historias similares, a contar historias de las personas que ahora vivimos en este territorio y estas ciudades", expresó Agustín Ávila Casanueva.
Asimismo habló de que los europeos no llegaron solos, ya que decidieron seguir poblando esta zona con mano de obra y la obtuvieron secuestrando a los africanos en cuestión de esclavitud.
"Podemos notar la herencia cultural y genética de muchas maneras porque no fue una sola cultura la que llegó, las personas que llegaron de África, vinieron de lugares distintos, y se encontraron en situaciones donde no compartían la lengua, tradiciones ritmos dioses y danzas y se mezclaron con las personas se encontraban en este lado del mar, y construyeron nuevos ritmos, demostraciones, culturales y expresiones, un ejemplo de estos es el Currulao, que se baila en Colombia en la parte del Pacífico y su nombre proviene de percusiones que vienen de África".
La siguiente pieza que Dos Raíces presentó fue Currulao de Penélope Vargas.
Posteriormente, Agustín Ávila Casanueva retomó el caso de Colombia para contar su historia sobre la diversidad genética de aquel país.
"En la década de los ochenta, se empezó un proyecto de expedición humana, en el que intentaban conocer la biodiversidad y diversidad genética de Colombia, fueron a los distintos rincones del país y encontraron una diversidad de diferentes partes del mundo, historias y migraciones. En los noventa, esta narración cambió y hablaba los lugares lejanos que se intentaban redescubrir desde la ciencia a pesar de ya estar habitados y tener una cultura propia, tal vez lo que le faltó a los científicos fue hablar desde las comunidades y preguntarles cuáles eran las historias que se contaban y las preguntas que se hacían a sí mismos y no solo buscarlos como un objeto más de laboratorio".
Haciendo hincapié en que distintos países han generado sus institutos de investigación genómica para contar una historia, Agustín transportó al público hasta Brasil, donde el investigador Sergio Pena realizó un proyecto de ADN y diversidad llamado Retrato molecular.
"Pena se dio cuenta de dos cosas, al parecer contradictorias, pero que aportan mucho a la discusión, por un lado somos muy parecidos casi idénticos, pero por otro lado somos únicos. Él decía que cualquier ser humano es 99.9 por ciento idéntico a otro, lo único que nos diferencia a nivel de ADN es el 0.1 por ciento. Hay unos cuantos genes o uno solo que distingue nuestro color de piel, y aunque el cambio es muy notorio visualmente, es muy pequeño en comparación con todo lo demás. Hay que celebrar la diversidad y la vida"
Y para celebrar la vida, la diversidad y rendir un homenaje dancístico a Brasil, nada mejor que una Samba, coreografía de Leticia Martínez que presentó Dos Raíces.
"Volvamos a México, porque no toda la cultura y la herencia que podemos generar está solamente dentro de nuestros genes, sino también dentro de otros organismos, esta tierra fue la que dio lugar a la milpa, la que cosechó y cultivo y domesticó al maíz, la calabaza, el chile, el frijol, la papaya y muchos cultivos; y esto se logró a partir de plantas silvestres que nuestros ancestros fueron recolectando y seleccionando y haciendo distintas cruzas".
A partir de esta explicación, y la diversidad que se ha dado en los cultivos, se habló de la migración del arroz que llegó desde China a Morelos, y generar su denominación de origen.
En 2014, los arroceros de Jojutla, se acercaron a Dos Raíces porque sabían que el arroz era parte de su cultura y querían compartirlo de cualquier manera que se pudiera.
De ahí, surge la siguiente obra que el grupo presentó La danza del arroz, apoyada por el Programa de Acciones Culturales Multilingües y Comunitarias (PACMyC).
Más tarde, Agustín Ávila cuestionó lo qué pasa en México y cómo estamos estudiando el ADN de las y los mexicanos, un país donde estamos más preocupados por nuestra salud. Así como de los desaparecidos, y la ausencia del estudio del ADN en las ciencias forenses.
Los esfuerzos son tardados, no coordinados y no hay una respuesta. Un día como hoy en el que llevamos siete años, en los que nos siguen faltando 43 personas, dónde está el ADN en estos estudios, ni el gobierno ni la ciencia están presentes ahí.
En ese sentido, ligó al discurso la exposición "Estos rostros que ves. Mujeres que buscan", que actualmente se encuentra en Los Pinos.
Finalmente, Dos Raíces culminó su presentación con la obra Sin nombre, que incluye la música del Colectivo Musiquero Tapacamino.
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