/ lunes 22 de marzo de 2021

Más de Filipinas en México y Morelos

Las vueltas que da la vida

Fue tan entusiasta la respuesta de varios lectores al tema del intercambio cultural entre Filipinas y México, que con la paciencia de mi diario, hoy aporto más datos que nos permitan aquilatar en todo su valor este fascinante intercambio cultural.

∝Tan sólo en Acapulco existe el Fuerte San Diego desde el siglo XVII, edificado entre otros motivos, para proteger al puerto de los asedios de piratas y corsarios deseosos de llevarse los ricos cargamentos del Galeón de Manila, también conocido como Nao de China. Concretamente en 1615, el Virreinato de la Nueva España encabezado por Diego Fernández de Córdoba, alarmado por los ataques de los piratas a Acapulco al dar inicio las travesías entre ambos puntos, ordenó la construcción del fuerte. El ingeniero militar neerlandés Adrián Boot, quien había intervenido en la edificación del Fuerte de San Juan de Ulúa en Veracruz, hizo el proyecto y llevó a cabo la edificación ahora en Acapulco, misma que a pesar de tantos turistas que ha recibido el puerto a lo largo del tiempo, pocos conocen realmente el Fuerte San Diego, ya convertido en Museo desde 1986 que muestra en sus doce salas en forma de pentágono una síntesis de su rico pasado y de la conquista de los Mares del Sur lo que abrió las puertas al comercio con el Oriente, a semana pasada les mencioné queridos lectores parte de esos ricos cargamentos a través de estos navíos que dieron origen no solo a la fusión de ambas culturas que se entremezclaron, sino que fue quizá el primer gran ejemplo de globalización e integración comercial mundial entre varios continentes.

En 1776 y debido al gran terremoto, el original Fuerte de San Diego, se derrumbó, había funcionado por más de 150 años, pero dada la importancia de defender el puerto y a los Galeones de invasiones piratas se construyó una nueva fortaleza, esta vez a cargo del ingeniero Ramón Pañón que desde 1783 y a un costo de 600 mil pesos de aquella época, la fortificación quedó lista, misma que funciona hasta nuestros días. Desde siempre su pasado ha sido fascinante díganme si no: durante el siglo XVI, distintos grupos de piratas y corsarios provenientes del Reino Unido y Países Bajos asediaron constantemente las costas de la entonces Nueva España, tanto por el Golfo de México como por el Pacífico a la altura de Acapulco porque el botín más codiciado era el del Galeón de Manila, Nao de la China o Galeón de Acapulco como también se le llamó. Pero su historia es mucho más que piratas y filibusteros y llega hasta el siglo XX y al Estadp de Morelos. México se había mantenido al margen de la II Guerra Mundial así lo había prometido el entonces presidente Lázaro Cárdenas, sin embargo, unos años después, al ser hundidos por unidades alemanas los buques mexicanos “Potrero del Llano” y el “Faja de Oro”, que se dirigían hacia E.U. para abastecer de petróleo a ese país y dañados posteriormente el “Tuxpan”, “Las Choapas”, el “Oaxaca” y el “Amatlán”, se comenzó a especular sobre una posible invasión a nuestro país por lo que a partir del 4 de junio de 1945, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, tirando por tierra la declaración de México del general Lázaro Cárdenas de 1939, declaró la guerra a Alemania, Japón e Italia.

La Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana mejor conocida como Escuadrón 201 comenzó a realizar sus misiones de combate que no fueron muy llamativas, pero donde sí fueron tremendamente efectivos fue en la participación de 30 mexicanos integrantes del escuadrón, sobre todo en la liberación de Filipinas del asedio japonés y que lograron conjuntamente con los Aliados pero tan solo por parte de México, esos 30 aviadores del Escuadrón 201 lanzaron 252 bombas de 1000 libras cada una.

Fueron tan efectivos los mexicanos que el mismo general Douglas MacArthur jefe de las Fuerzas Aliadas del Pacífico Sur, los elogió calurosamente. Y aquí entra Morelos, mi estado, pues uno de esos valientes pilotos, el sargento 2/o Ángel Bocanegra Castillo, hijo del General de División Andrés Bocanegra Martínez y de Dolores Castillo Zúñiga, maestra de escuela rural nació en Tepoztlán (1917-1992) durante la Revolución Mexicana. Posteriormente contrajo matrimonio en 1936 con la Profesora Laura Quiroz Concha y tuvo 5 hijos; Laura Adela, Ángel, Andrea del Carmen, Alma Navidad de Jesús y Dolores Alicia. Por sus méritos en Filipinas, recibió la Orden y la medalla presidencial “Por Servicio en el Lejano Oriente”. Desde joven, don Ángel fue un maestro e hijo de maestra, que el 20 de julio de 1944, en el campo aéreo de Balbuena cuando el presidente Manuel Ávila Camacho preguntó a los miembros del Escuadrón 201, antes de partir a la guerra, qué deseaban para ellos, al tocar el turno al entonces cabo Ángel Bocanegra, dijo: “Quiero una escuela para los hijos de mi pueblo”, fue así por lo que se construyó la primera escuela primaria en Tepoztlán, Morelos que hoy alberga desde entonces a la Escuela “Escuadrón 201” en el turno matutino y a la “Héroes Caídos del Escuadrón 201”, en el turno vespertino.

De regreso a Acapulco y a la Nueva España, cuando todo iniciaba con la carga de los galeones (por lo general dos) las mercancías exportadas a Asia eran mayoritariamente: además de la plata y el oro, grana cochinilla, múltiples semillas, camote, tabaco, garbanzo y cacao, sandía, vid e higueras, barricas de vino y aceite de oliva de España; espadas con sus dagas, guarniciones, pomos, brocales provenientes de Alemania, Francia y Génova. Quien iba a decir que lo que ese tiempo iniciaba como un mero intercambio comercial y que nos obligó a construir fuertes para protegernos en ambos mares, terminaríamos exportando casi cinco siglos después, defensa y protección militar a nuestros hermanos filipinos.

Y hasta el próximo lunes.

Fue tan entusiasta la respuesta de varios lectores al tema del intercambio cultural entre Filipinas y México, que con la paciencia de mi diario, hoy aporto más datos que nos permitan aquilatar en todo su valor este fascinante intercambio cultural.

∝Tan sólo en Acapulco existe el Fuerte San Diego desde el siglo XVII, edificado entre otros motivos, para proteger al puerto de los asedios de piratas y corsarios deseosos de llevarse los ricos cargamentos del Galeón de Manila, también conocido como Nao de China. Concretamente en 1615, el Virreinato de la Nueva España encabezado por Diego Fernández de Córdoba, alarmado por los ataques de los piratas a Acapulco al dar inicio las travesías entre ambos puntos, ordenó la construcción del fuerte. El ingeniero militar neerlandés Adrián Boot, quien había intervenido en la edificación del Fuerte de San Juan de Ulúa en Veracruz, hizo el proyecto y llevó a cabo la edificación ahora en Acapulco, misma que a pesar de tantos turistas que ha recibido el puerto a lo largo del tiempo, pocos conocen realmente el Fuerte San Diego, ya convertido en Museo desde 1986 que muestra en sus doce salas en forma de pentágono una síntesis de su rico pasado y de la conquista de los Mares del Sur lo que abrió las puertas al comercio con el Oriente, a semana pasada les mencioné queridos lectores parte de esos ricos cargamentos a través de estos navíos que dieron origen no solo a la fusión de ambas culturas que se entremezclaron, sino que fue quizá el primer gran ejemplo de globalización e integración comercial mundial entre varios continentes.

En 1776 y debido al gran terremoto, el original Fuerte de San Diego, se derrumbó, había funcionado por más de 150 años, pero dada la importancia de defender el puerto y a los Galeones de invasiones piratas se construyó una nueva fortaleza, esta vez a cargo del ingeniero Ramón Pañón que desde 1783 y a un costo de 600 mil pesos de aquella época, la fortificación quedó lista, misma que funciona hasta nuestros días. Desde siempre su pasado ha sido fascinante díganme si no: durante el siglo XVI, distintos grupos de piratas y corsarios provenientes del Reino Unido y Países Bajos asediaron constantemente las costas de la entonces Nueva España, tanto por el Golfo de México como por el Pacífico a la altura de Acapulco porque el botín más codiciado era el del Galeón de Manila, Nao de la China o Galeón de Acapulco como también se le llamó. Pero su historia es mucho más que piratas y filibusteros y llega hasta el siglo XX y al Estadp de Morelos. México se había mantenido al margen de la II Guerra Mundial así lo había prometido el entonces presidente Lázaro Cárdenas, sin embargo, unos años después, al ser hundidos por unidades alemanas los buques mexicanos “Potrero del Llano” y el “Faja de Oro”, que se dirigían hacia E.U. para abastecer de petróleo a ese país y dañados posteriormente el “Tuxpan”, “Las Choapas”, el “Oaxaca” y el “Amatlán”, se comenzó a especular sobre una posible invasión a nuestro país por lo que a partir del 4 de junio de 1945, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, tirando por tierra la declaración de México del general Lázaro Cárdenas de 1939, declaró la guerra a Alemania, Japón e Italia.

La Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana mejor conocida como Escuadrón 201 comenzó a realizar sus misiones de combate que no fueron muy llamativas, pero donde sí fueron tremendamente efectivos fue en la participación de 30 mexicanos integrantes del escuadrón, sobre todo en la liberación de Filipinas del asedio japonés y que lograron conjuntamente con los Aliados pero tan solo por parte de México, esos 30 aviadores del Escuadrón 201 lanzaron 252 bombas de 1000 libras cada una.

Fueron tan efectivos los mexicanos que el mismo general Douglas MacArthur jefe de las Fuerzas Aliadas del Pacífico Sur, los elogió calurosamente. Y aquí entra Morelos, mi estado, pues uno de esos valientes pilotos, el sargento 2/o Ángel Bocanegra Castillo, hijo del General de División Andrés Bocanegra Martínez y de Dolores Castillo Zúñiga, maestra de escuela rural nació en Tepoztlán (1917-1992) durante la Revolución Mexicana. Posteriormente contrajo matrimonio en 1936 con la Profesora Laura Quiroz Concha y tuvo 5 hijos; Laura Adela, Ángel, Andrea del Carmen, Alma Navidad de Jesús y Dolores Alicia. Por sus méritos en Filipinas, recibió la Orden y la medalla presidencial “Por Servicio en el Lejano Oriente”. Desde joven, don Ángel fue un maestro e hijo de maestra, que el 20 de julio de 1944, en el campo aéreo de Balbuena cuando el presidente Manuel Ávila Camacho preguntó a los miembros del Escuadrón 201, antes de partir a la guerra, qué deseaban para ellos, al tocar el turno al entonces cabo Ángel Bocanegra, dijo: “Quiero una escuela para los hijos de mi pueblo”, fue así por lo que se construyó la primera escuela primaria en Tepoztlán, Morelos que hoy alberga desde entonces a la Escuela “Escuadrón 201” en el turno matutino y a la “Héroes Caídos del Escuadrón 201”, en el turno vespertino.

De regreso a Acapulco y a la Nueva España, cuando todo iniciaba con la carga de los galeones (por lo general dos) las mercancías exportadas a Asia eran mayoritariamente: además de la plata y el oro, grana cochinilla, múltiples semillas, camote, tabaco, garbanzo y cacao, sandía, vid e higueras, barricas de vino y aceite de oliva de España; espadas con sus dagas, guarniciones, pomos, brocales provenientes de Alemania, Francia y Génova. Quien iba a decir que lo que ese tiempo iniciaba como un mero intercambio comercial y que nos obligó a construir fuertes para protegernos en ambos mares, terminaríamos exportando casi cinco siglos después, defensa y protección militar a nuestros hermanos filipinos.

Y hasta el próximo lunes.

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