/ jueves 12 de noviembre de 2020

Marta Roa Limas

Sororidad

«No soy de publicar, pero siempre escribo. La tarea periodística me ha acompañado siempre. Como buena escritora, eres comunicadora, tienes que comunicar. Algunos escritores se replie-gan, otros, nos abrimos», me contaba Marta Roa un día muy fresco con olor a lluvia nocturnal guardando nuestra sana distancia. Marta, la misma mujer que cuando nació pasaba por la calle un organillero tocando la romántica canción del compositor cubano Moisés Simons, "Marta, capullito de rosa".

Y es que Marta, la también poeta de palabras conciliadoras y suave voz, ha encontrado en el pe-riodismo una enorme beta para publicar lo que quiere publicar. Afortunadamente, siempre ha publi-cado lo que ha querido. Se ha referido principalmente al arte y a la cultura desde diferentes me-dios, como lo han sido producción de películas, radio, televisión, prensa escrita etc. Esta ha sido su tarea personal y ahora que ya le llegó su momento, tiene un ensayo, una antología de cuentos y un poemario, que casi se convierte en dos, y que tal vez publique próximamente. Por eso dice que nunca ha dejado de escribir. En algún momento de su historia, Marta participó en algunas antolo-gías con toda la intención de publicar y le dio sus libros a "Claves Latinoamericanas", una editorial muy estigmatizada por ir en contra del sistema.

«Esta editorial se quedó en galeras, los embargaron con todo el peso político. ¿A dónde habrán quedado esos libros.? ¡Quién lo sabe!»

Marta nació en la Ciudad de México a finales de los años cincuenta y tuvo la fortuna de haber naci-do en una casa donde se leía, donde se apreciaban los libros. «En mi casa mamá siempre trabajó, cuando era costumbre que las mamás se quedaran en casa en aquel "life style" estadounidense, pero que en el estilo mexicano, las mamás eran el ombligo de la familia» En su casa se leía La Enciclopedia de Nuestros Hijos, La Enciclopedia Sopena, los cuentos de Emilio Salgari, entre mu-chos otros, y así se desarrolló un amor muy particular por los libros disfrutando el regazo de su madre que la abrazaba. «Y qué bonito leía mamá..».

Su padre, como buen ingeniero con una mente un tanto científica y pragmática, tenía cualquier cantidad de libros de ciencia, muy referidos a la biología, al entorno marino.

Con toda esta influencia, Marta descubre que no podía hacer ninguna otra cosa más que leer y escribir, fuera lo que fuera a hacer en la vida. Así es como llegó a las letras y también llegó a vivir a Santa María Ahuacatitlán. Tiempo después se fue a Coaatixco, Cuatla, en donde nació su hija mayor. «Así que tengo a mi hija morelense y ya saqué mi pasaporte para estar aquí en Morelos».

A los 32 años, de regreso en la Ciudad de México, «cuando salgo de la cocina de mi casa, sin es-tudios superiores, sin gran presupuesto, madre de familia con dos niñas pequeñas», toma un cur-so de 6 meses de periodismo en el Instituto de Bellas Artes con el maestro argentino Mario Alberto Perrone y se redescubre con toda esa ansia de comunicar, de escribir, de usar la palabra tanto verbal como escrita.

Con el tiempo entró a la SOGEM que se encontraba en Eleuterio Méndez, a dos cuadras de Co-yoacán. Ahí empieza la experiencia del diplomado para escritores en donde la beca el director de la escuela, el argentino José María Fernández Unsaín, y le pide no dejar los estudios, contra el mismo César Rendón que dirigía la escuela. Ahí conoció a "los monstruos sagrados" de la litera-tura nacional e internacional como Hugo Argüelles, Tomás Urtusuástegui, la poeta enorme Enrique Ochoa, el maestro Vicente Leñero, el maestro José Antonio Alcaraz, Aline Pettersson, Silvia Molina, entre otras y otros. Ahí conoció también a la maestra Ethel Krauze, recién llegada de Francia y con quien quiso tomar unas clases, pero no logró llevarlas a cabo por falta de presupuesto.

En el segundo año del diplomado, donde también cursaban Judith Segura, Jaime Alfonso Sandoval, el comunicador Álvaro Cueva, (su compadre) Julián Chávez, Ricardo Bernal y otras plumas que por ahí están haciendo ruido en las letras, llegó a su vida un tercer argentino como un verdadero regalo, al convertirse casi en un padre, mentor y tutor, Celso Casteñeira de Dios; Telo, como le decían. Telo la invita a trabajar en Editorial Grupo Percado para la realización de revistas medicas de arte y cultura, de esas que se solían encontrar en los consultorios, y le da la oportunidad de empezar en esa maravillosa carrera como correctora profesional de estilo —que todos los que escribimos necesitamos imperativamente. Así Marta empieza a aprender todos los secretos de la redacción y llega a ser coordinadora editorial de la revista médica de arte y cultura. «no me dieron un pescado para matar mi hambre, me enseñaron a pescar» y desde entonces ha viajado por este mundo editorial. Es de remarcar, tristemente, que a diferencia de mexicanas y mexicanos en su entorno, sí recibió todo el apoyo y reconocimiento de estos tres argentinos y de muchos de la co-munidad extranjera.

Al regresar de la Ciudad de México, donde estuvo desde fines de los 80, retoma el mundo de las palabras y las letras en Cuautla. Ahi trabajó como co conductora en Estéreo Latina con Jaime Mo-rales Guillén, el hombre que hizo historia en la radio de Cuautla. En 2006 llega a Cuernavaca para trabajar en el periódico Diario de Morelos como correctora encargada del aviso clasificado y de ahí va ascendiendo hasta llegar a ser la coordinadora del área de corrección y también escribía una sección que acompañaba la página de restaurantes. Cuando sale del periódico, ya era editora ju-nior de magazine. —¿Quién que viva en Morelos no conoce la página de la Coctelera de Marta Roa?

Trabajó también en el Gobierno del Estado, donde me dice debió haber sido editora, pero su jefe la dejó en el puesto de correctora y capturista de los boletines. «No digo nombres, no hay resenti-mientos, pero es una persona conocida en los medios. A veces, cuando alguien quiere castigarte, al final termina haciéndote un gran favor. Yo tenía la comunicación política en la yema de los de-dos, nunca fui buena tipeando pero era más rápida escuchando y capturando y me volví muy habilidosa. Sobre todo, traía el lenguaje del entonces gobernador Marco Adame»

Así la historia de Marta Roa. Otra escritora y poeta de Morelos.

«No soy de publicar, pero siempre escribo. La tarea periodística me ha acompañado siempre. Como buena escritora, eres comunicadora, tienes que comunicar. Algunos escritores se replie-gan, otros, nos abrimos», me contaba Marta Roa un día muy fresco con olor a lluvia nocturnal guardando nuestra sana distancia. Marta, la misma mujer que cuando nació pasaba por la calle un organillero tocando la romántica canción del compositor cubano Moisés Simons, "Marta, capullito de rosa".

Y es que Marta, la también poeta de palabras conciliadoras y suave voz, ha encontrado en el pe-riodismo una enorme beta para publicar lo que quiere publicar. Afortunadamente, siempre ha publi-cado lo que ha querido. Se ha referido principalmente al arte y a la cultura desde diferentes me-dios, como lo han sido producción de películas, radio, televisión, prensa escrita etc. Esta ha sido su tarea personal y ahora que ya le llegó su momento, tiene un ensayo, una antología de cuentos y un poemario, que casi se convierte en dos, y que tal vez publique próximamente. Por eso dice que nunca ha dejado de escribir. En algún momento de su historia, Marta participó en algunas antolo-gías con toda la intención de publicar y le dio sus libros a "Claves Latinoamericanas", una editorial muy estigmatizada por ir en contra del sistema.

«Esta editorial se quedó en galeras, los embargaron con todo el peso político. ¿A dónde habrán quedado esos libros.? ¡Quién lo sabe!»

Marta nació en la Ciudad de México a finales de los años cincuenta y tuvo la fortuna de haber naci-do en una casa donde se leía, donde se apreciaban los libros. «En mi casa mamá siempre trabajó, cuando era costumbre que las mamás se quedaran en casa en aquel "life style" estadounidense, pero que en el estilo mexicano, las mamás eran el ombligo de la familia» En su casa se leía La Enciclopedia de Nuestros Hijos, La Enciclopedia Sopena, los cuentos de Emilio Salgari, entre mu-chos otros, y así se desarrolló un amor muy particular por los libros disfrutando el regazo de su madre que la abrazaba. «Y qué bonito leía mamá..».

Su padre, como buen ingeniero con una mente un tanto científica y pragmática, tenía cualquier cantidad de libros de ciencia, muy referidos a la biología, al entorno marino.

Con toda esta influencia, Marta descubre que no podía hacer ninguna otra cosa más que leer y escribir, fuera lo que fuera a hacer en la vida. Así es como llegó a las letras y también llegó a vivir a Santa María Ahuacatitlán. Tiempo después se fue a Coaatixco, Cuatla, en donde nació su hija mayor. «Así que tengo a mi hija morelense y ya saqué mi pasaporte para estar aquí en Morelos».

A los 32 años, de regreso en la Ciudad de México, «cuando salgo de la cocina de mi casa, sin es-tudios superiores, sin gran presupuesto, madre de familia con dos niñas pequeñas», toma un cur-so de 6 meses de periodismo en el Instituto de Bellas Artes con el maestro argentino Mario Alberto Perrone y se redescubre con toda esa ansia de comunicar, de escribir, de usar la palabra tanto verbal como escrita.

Con el tiempo entró a la SOGEM que se encontraba en Eleuterio Méndez, a dos cuadras de Co-yoacán. Ahí empieza la experiencia del diplomado para escritores en donde la beca el director de la escuela, el argentino José María Fernández Unsaín, y le pide no dejar los estudios, contra el mismo César Rendón que dirigía la escuela. Ahí conoció a "los monstruos sagrados" de la litera-tura nacional e internacional como Hugo Argüelles, Tomás Urtusuástegui, la poeta enorme Enrique Ochoa, el maestro Vicente Leñero, el maestro José Antonio Alcaraz, Aline Pettersson, Silvia Molina, entre otras y otros. Ahí conoció también a la maestra Ethel Krauze, recién llegada de Francia y con quien quiso tomar unas clases, pero no logró llevarlas a cabo por falta de presupuesto.

En el segundo año del diplomado, donde también cursaban Judith Segura, Jaime Alfonso Sandoval, el comunicador Álvaro Cueva, (su compadre) Julián Chávez, Ricardo Bernal y otras plumas que por ahí están haciendo ruido en las letras, llegó a su vida un tercer argentino como un verdadero regalo, al convertirse casi en un padre, mentor y tutor, Celso Casteñeira de Dios; Telo, como le decían. Telo la invita a trabajar en Editorial Grupo Percado para la realización de revistas medicas de arte y cultura, de esas que se solían encontrar en los consultorios, y le da la oportunidad de empezar en esa maravillosa carrera como correctora profesional de estilo —que todos los que escribimos necesitamos imperativamente. Así Marta empieza a aprender todos los secretos de la redacción y llega a ser coordinadora editorial de la revista médica de arte y cultura. «no me dieron un pescado para matar mi hambre, me enseñaron a pescar» y desde entonces ha viajado por este mundo editorial. Es de remarcar, tristemente, que a diferencia de mexicanas y mexicanos en su entorno, sí recibió todo el apoyo y reconocimiento de estos tres argentinos y de muchos de la co-munidad extranjera.

Al regresar de la Ciudad de México, donde estuvo desde fines de los 80, retoma el mundo de las palabras y las letras en Cuautla. Ahi trabajó como co conductora en Estéreo Latina con Jaime Mo-rales Guillén, el hombre que hizo historia en la radio de Cuautla. En 2006 llega a Cuernavaca para trabajar en el periódico Diario de Morelos como correctora encargada del aviso clasificado y de ahí va ascendiendo hasta llegar a ser la coordinadora del área de corrección y también escribía una sección que acompañaba la página de restaurantes. Cuando sale del periódico, ya era editora ju-nior de magazine. —¿Quién que viva en Morelos no conoce la página de la Coctelera de Marta Roa?

Trabajó también en el Gobierno del Estado, donde me dice debió haber sido editora, pero su jefe la dejó en el puesto de correctora y capturista de los boletines. «No digo nombres, no hay resenti-mientos, pero es una persona conocida en los medios. A veces, cuando alguien quiere castigarte, al final termina haciéndote un gran favor. Yo tenía la comunicación política en la yema de los de-dos, nunca fui buena tipeando pero era más rápida escuchando y capturando y me volví muy habilidosa. Sobre todo, traía el lenguaje del entonces gobernador Marco Adame»

Así la historia de Marta Roa. Otra escritora y poeta de Morelos.

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