La señora del agua

Mirar hacia adentro

Rodolfo Candelas | El Sol de Cuernavaca

  · martes 21 de abril de 2020

Los ciclos se cumplen y se acerca de nuevo la temporada de lluvias. Con la primavera la naturaleza cobra vigor y sólo espera las aguas del cielo para explotar en múltiples colores sobre un verdor que renueva la esperanza. En Morelos es muy obvio el cambio de los hermosos ocres del tiempo de secas, a la esmeralda espesura que renueva la selva baja caducifolia. En uno de los cuerpos de agua que tenemos en el estado, la laguna de Coatetelco, en el municipio indígena del mismo nombre, la leyenda de cómo fue formada se relaciona con una de las deidades mesoamericanas que tutelan los cuerpos de agua, la Atlanchane, del náhuatl “señora del lugar de agua”, que se castellanizó como Tlanchana. Estas númenes aparecen en un sinnúmero de cuerpos de agua en lo que hoy es México y se les ha asociado con la imagen de la sirena. Aquí va mi versión, basada en la de la muy querida Teódula Alemán Cueto, “Mamá Teo”, incansable promotora cultural de Coatetelco, quien a su centro cultural puso por nombre precisamente La Tlanchana:

Hace mucho tiempo, en Coatetelco vivió una hermosa princesa llamada Cuauhtlitzin que usaba un tocado de flores de cazahuate por corona. Desde pequeña sobresalió por sus muchas virtudes: belleza, inteligencia, compasión y buena mano para el cultivo. Conforme creció los pobladores la consideraron como la reina de la fertilidad, pues todo lo que sembraba se daba muy bien y en abundancia. Tal llegó a ser su valor que debido a la codicia que despertaba en poblados vecinos, comenzó a ser custodiada por soldados y ancianos. En una ocasión, gente de Xochicalco (que parece ser el villano prehispánico favorito en las leyendas morelenses) durmió a sus guardianes con ciertos polvos y mediante engaños la llevaron con ellos. Al darse cuenta la princesa de sus intenciones, imploró a las deidades quienes enviaron una terrible tormenta que liquidó a sus captores; sin embargo, la lluvia no cesó y terminó por inundar su propio poblado y a su gente, creándose la laguna. Entristecida, la princesa caminó hacia las aguas y continuó haciéndolo hasta que solo se vio la guirnalda de flores blancas flotando sobre ellas. Durante cientos de años, el espíritu de la princesa habitó el lugar, protegiéndolo y cuidándolo, siendo nombrada por los lugareños como la Tlanchana. Hace poco tiempo, hará unos veinte años, varios de ellos aseguraron que ella se había marchado a la laguna del Rodeo, entristecida por el descuido en que se tenía a la laguna. Sin embargo, desde hace casi un mes en que estamos todos encerrados y en que los pobladores del lugar decidieron cerrarlo a los visitantes, hay quienes afirman que ella ha vuelto, así como muchos animales regresan a los lugares en que originalmente habitaban, pues los humanos les hemos dejado tranquilos ahora que nos marchamos.

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