Esta noche es nochebuena y desde hace tiempo todo se pinta de verde y rojo, los colores de la flor de nochebuena, Euphorbia pulcherrima, o “la euphorbia más bella”, .uno de sus más representativos símbolos y regalo de nuestras tierras al mundo. Sus hojas rojas, que parecieran pétalos de una flor, se vuelven omnipresentes, aunque en realidad su flor es muy pequeña, es ese pequeño destello amarillo que guarda en su centro.
En tiempos mesoamericanos las flores significaban “lo precioso” y se les utilizó para nombrar dioses y lugares, así como también en rituales, celebraciones y como medicina. A la nochebuena se le llamó cuetlaxóchitl, del nahua “flor que se marchita o flor de cuero” y desde entonces se le atribuyen propiedades medicinales para que las nodrizas produzcan una leche más abundante con que nutrir a sus creaturas, según lo consigna el Códice Florentino o Historia general de las cosas de Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún. También su usaba y usa en los pueblos de Morelos para aliviar hinchazones e inflamaciones. En Hueyapan, las gabaneras pensaron que el líquido rojo que se obtiene al triturar sus hojas podía usarse para teñir con ese color la lana, aunque descubrieron que más bien da un tono café.
Desde el virreinato se le utilizó para adornar iglesias, conventos y edificios gubernamentales durante estas fechas, en las que naturalmente florece. Se llevó a Europa en el siglo XVII y a Estados Unidos de Norteamérica en la segunda mitad del XVIII o principios del XIX por el enviado especial y posteriormente ministro estadounidense en México, Joel Poinsett, dónde a la postre se le comercializó a gran escala como símbolo de la Navidad y propició su inclusión en el conjunto de símbolos navideños.
Morelos es el principal productor de esta flor encarnada, que en fechas de amor y paz ojalá sirva para recordarnos que más que un tiempo de gastar y consumir, este es un tiempo de reflexión y compañía, en el que se celebra el nacimiento de uno de los seres más especiales que han pisado la tierra, portador de un mensaje que a dos mil veinte años sigue siendo igual de subversivo, vigente y necesario: el amor.