En estos tiempos donde el paradigma o al menos el ideal es la democracia, una de sus estructuras está en una crisis que necesita ser superada, se trata de la representatividad política, pero ¿por qué estamos inmersos en dicha crisis, por qué los ciudadanos ya no creemos en nuestros representantes políticos?
La política bajo una visión de la Antigua Grecia implica la vida pública, es decir, lo referente a la actividad de los ciudadanos para la conducción de la sociedad en la que viven. En este sentido, para el desarrollo de la vida pública un engranaje esencial es el ciudadano, de tal forma que si sabemos cómo es el ciudadano de una sociedad tendremos elementos para determinar cómo es el régimen de gobierno. Hay que agregar que de acuerdo a Aristóteles el hombre es un animal político (zoon politikon), un ser dotado de lenguaje y razón para poder distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, y así participar en los asuntos de la polis (ciudad).
Ya con un enfoque más reciente, en ideas de Hannah Arent la condición política del hombre es su esencia misma, es lo que le permite ser libre, de participar en el espacio público, es la parte medular de los derechos humanos. De tal forma que el hombre no puede estar ajeno a la cuestión política, está en su esencia esa condición. Recordemos que los pensadores naturalistas como Hobbes, Locke y Rousseau, hablaban del pacto o contrato social para construir el Estado, que daba como resultado que la sociedad se organizara entre gobernantes y gobernados. Por mucho tiempo permaneció la forma de gobierno de la monarquía donde el poder de decisión recaía en un sólo hombre. Fue con la Revolución Francesa y la Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica que se construyeron nuevas estructuras de gobierno. Se empezó hablar de una democracia representativa configurándose así una democracia moderna donde el pueblo (conjunto de ciudadanos) ejerce su derecho de toma de decisiones sobre la cosa pública (república) a través de sus representantes que ellos mismos eligieron.
Es así como se construyó el paradigma de la representatividad como una necesidad para el funcionamiento de los Estados modernos, sin embargo, la representatividad ha caído en un estado de crisis pues los ciudadanos cada vez se sienten menos representados por aquellos personajes que ejercen a su nombre la toma de decisiones que los lleve al bien común (como en el caso de los diputados). Pero ¿a qué se debe esta falta de credibilidad en nuestros representantes?
Hay varios elementos a considerar, por un lado podemos mencionar que a la política la han usado personajes para intereses propios y no para el bien de la colectividad; la corrupción que ha permeado en la función pública es otro factor para que la ciudadanía tenga una percepción negativa a los políticos o burócratas, tan es así que vemos las investigaciones que se están dando sobre altos funcionarios de la administración pasada a nivel federal, es increíble que secretarios de Estado como Robles y Videgaray estén siendo objeto de acusaciones de un alto grado de corrupción, no digamos el caso de Lozoya o hasta del mismo ex secretario de Defensa Nacional, el general en retiro Cienfuegos Zepeda; también tenemos el tema de las crisis económicas que contribuyen a la falta de confianza hacia los gobernantes; sin embargo, hay estudios señalan que una de las causas principales es atribuible a los partidos políticos que podríamos decir son la fuente de donde derivan los demás elementos mencionados, el hecho de que sean el medio para que determinados personajes de dudosa reputación lleguen al poder político genera una reflexión sobre el papel de dichas instituciones.
Los partidos políticos nacen como una estructura de avanzada para poder ser el vínculo entre los ciudadanos y el poder político del Estado, es a través de ellos que el ciudadano puede participar en la toma de decisiones de forma directa a través de un cargo de elección popular. Recordemos que en México, por muchos años, en la ley de la materia estaba configurada para que a través de un partido político se pudiera acceder a un cargo de elección popular pues aunque votara la mayoría por alguien y si éste no había sido postulado por un partido político, simplemente no iba a poder ejercer esa posibilidad. Esta crisis de representatividad no es reciente, en 1976 José López Portillo, candidato del PRI, llegó a la presidencia de México siendo el único candidato electoral, no tuvo competencia e inclusive en sentido de mofa expresó que ganaba la presidencia con que sólo votara su mamá por él. Dicha situación reflejaba una crisis en el sistema político mexicano que condujo a una reforma constitucional en 1977 para darle cabida a los partidos de oposición, donde se estableció en el artículo 41 constitucional que los partidos políticos son entidades de interés público y tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de estos al ejercicio del poder público. Esta reforma representó un punto de inflexión para la democracia mexicana, dio la apertura a que llegaran paulatinamente los partidos de oposición a ocupar espacios en el Congreso como en alcaldías y gubernaturas: el sistema político se había vuelto más plural, ahora no sólo conocíamos cómo gobernaban los priistas sino también los panistas, perredistas y demás partidos pequeños que llegaban a hacerse de espacios.
En el año 2000 se dio la alternancia en la presidencia de la República, el PRI dejó que el PAN tuviera su oportunidad de estar en el poder y así fue por 12 años, pero la ciudadanía no se convenció de su forma de gobernar, pues era más de lo mismo, por lo que en 2012 regresó el PRI al Poder Ejecutivo encabezado por un personaje cuya imagen política fue construida por los medios de comunicación, siendo esto un claro ejemplo del homo videns del que nos habló Sartori. Ahora bien, el sexenio de Enrique Peña Nieto se perfila para ser considerado quizás el más corrupto en la historia de México, el tiempo lo dirá. Bajo este contexto contemporáneo, la población se desilusiona de sus representantes, sean del partido que sean. Sin embargo, los partidos políticos no han hecho algo significativo para reinventarse, siguen siendo el puente para acceder al poder personajes que son nuevos en la política o también los usan personajes que han hecho de la política su modus vivendi, teniendo ejemplos de que salen de un partido para irse a otro. A la política la ven como un negocio, convirtiéndose así en la clase reinante. Con la avalancha de Morena y el efecto AMLO, muchos que se subieron al barco a tiempo hoy son diputados, senadores, alcaldes, gobernadores, mientras que los que no tuvieron esa visión se hundieron con sus partidos electoralmente hablando y como no consiguieron cabida en los puestos de elección popular fundan nuevos partidos (ejemplo de ello Morelos Progresa) como el camino para llegar nuevamente a las mieles del poder. En el caso de Morelos, para la elección de 2021, serán más de 20 partidos los que contenderán para que sus candidatos se hagan de un cargo de elección popular.
Entonces podemos observar que los partidos se han desvirtuado, para muchos no son opción, por lo que surgen las candidaturas independientes, sin embargo, los partidos se han hecho de un control del Estado que va más allá de sus fines originales, se han creado elites que se desconectan de la realidad de la sociedad siendo ajenos a las problemáticas del día a día y que por el hecho de subir fotos y más fotos a las redes sociales creen que ya están informado sobre su trabajo. Por ende se debe desarrollar más la cultura política así como instrumentos políticos y jurídicos viables para controlar el ejercicio del poder, para que quien esté en un cargo esté por convicción y no por negocio.