[Extranjeros en Morelos] Hasta Atlacomulco con la marquesa

La británica esposa del noble Calderón de la Barca, embajador español en México narra su paseo por la entidad

José N. Iturriaga | El Sol de Cuernavaca

  · sábado 28 de agosto de 2021

En algunas de sus cartas, Calderón de la Barca calificó a Cuernavaca como "un lugar sin importancia, con ser tan favorecido por la naturaleza" / Froylán Trujillo | El Sol de Cuernavaca

Frances Erskine de Calderón de la Barca (1804-1882), británica esposa del embajador español ante México, vivió dos años en nuestro país –de 1839 a 1842– y así escribió las cartas que dieron lugar a su libro La vida en México. Esta es su reseña de algunos sitios:

“Llegamos al pequeño pueblo de Huichilac [Huitzilac], que no deja de ser atractivo con sus chozas hechas de caña y de lindos árboles en flor por todas partes. Desde lo alto de la eminencia en donde está situado el lugar se divisa la tierra caliente. Comenzó desde aquí a bajar a riendas sueltas la diligencia por una enriscada cuesta […]; aquí y allá, hermosas y desconocidas plantas silvestres. Pero, ¡qué calor, qué polvo y qué traqueteo! Cuando por fin entramos a Cuernavaca, recorriendo las calles con un ruido ensordecedor, y nos paramos frente a una posada de un aspecto muy tranquilo, nos despedimos con júbilo, aunque fuera por corto tiempo, de todas las diligencias […]”

“Su delicioso clima, la abundancia de agua y los minerales que, se dice, existen en sus cercanías, sus magníficos árboles, exquisitas frutas y su proximidad a la capital, todo concurría a que Cuernavaca floreciera. Y, sin embargo, es un lugar sin importancia con ser tan favorecido por la naturaleza, y el palacio del conquistador [Cortés] es ahora un cuartel medio derruido, aunque muy pintoresco, que se levanta sobre una colina a cuyas espaldas se yergue el blanco volcán [Popocatépetl]. Hay en la ciudad algunas buenas casas, y las ruinas de una iglesia construida por Cortés y célebre por su atrevido arco [Templo de la Asunción, hoy la Catedral].”

“La casa en la que se detuvo la diligencia fue antaño famosa por el hermoso jardín contiguo a ella, y que perteneció a un rico propietario [Manuel de la Borda]. Nos sentamos entre los árboles frutales, al lado de un estanque de agua muy clara, y ahí esperamos a nuestras cabalgaduras y a nuestros guías. Anochecía cuando llegaron. Acababa de ponerse el sol y la tarde era templada y agradable, y después de muchas coces y más espuelazos, cargar las mulas y ladridos de perros, nos fuimos por lomas y barrancas a través de paisajes hermosos y extraños, según podíamos distinguirlos a la luz que agonizaba, subiendo cerros y atravesando arroyos por espacio de dos leguas, hasta que por fin las llamas de fuego que salían de las chimeneas de las calderas de Atlacomulco [hoy Hotel Hacienda de Cortés] nos advirtieron que estábamos cerca de donde íbamos a pernoctar. Entramos al patio a galope, entre perros, indios y negros, y recibidos por el administrador, nos ofreció la hospitalidad de su casa. Pero divididos entre el sueño y el hambre, el hambre se llevó la victoria, y una copiosa y humeante cena fue aceptada con nuestra más distinguida consideración.”

“Esta mañana, tras un sueño reparador, levantados y vestidos a las ocho, muy tarde para tierra caliente, salimos a ver la huerta de café y a pasear por los naranjales. ¡Qué maravilla más grande! Se cubrían los naranjos de dorados frutos y fragantes azahares, y en los andenes los limoneros se doblaban formando una bóveda que apenas pueden atravesar los rayos del sol. Un aire manso venía como embriagado de perfumes de flores de azahar y de radiantes jazmines; por las acequias que circundan la huerta corría la música suave de un agua clara y deliciosa, y un pequeño cardenal aparecía, una y otra vez, como un destello de rojo rubí. Hicimos ramilletes de azahares, jazmines, azucenas, rosas dobles encarnadas y hojas de limón, pensando en que ojalá pudieran llegar a donde estáis, a aquellas partes en donde el invierno cubre ahora la tierra con su banco sudario.”

"El palacio del conquistador [Cortés] es ahora un cuartel medio derruido, aunque muy pintoresco", escribió / Archivo | El Sol de Cuernavaca

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