/ martes 22 de noviembre de 2022

Gabanes de Hueyapan se adaptan y se reinventan para las pasarelas

Concebidos para cubrirse del frío, estas tradiconales prendas creadas en comunidades indígenas hoy en día son piezas textiles muy apreciadas fuera de México

Al caminar por las calles de Hueyapan es común encontrar gente que viste una prenda en común: el gabán. Durante décadas los habitantes de la localidad han sabido preservarla como parte esencial de su indumentaria, una herencia de las comunidades indígenas a través de los siglos que, si bien conserva su esencia, se ha adaptado a la modernidad.

“Para mí los cambios han sido para bien porque estamos alcanzando otros niveles para hacer nuevos diseños, con nuevos colores. Antes lo más común era la lana natural, así, tal cual, como la sacaban del borreguito, pero ahora hemos aprendido a teñir”, explica Mireya Salazar, directora del grupo de tejedoras Soame, mujeres de tradición.

Soame es uno de los proyectos que mejor se ha adaptado a los cambios. En los últimos 6 años las tejedoras integrantes de este colectivo han elaborado piezas que han brillado en exposiciones de Francia e Italia, y en muestras de cultura popular a nivel nacional y regional, como las que organiza el Museo de Arte Indígena Contemporáneo: “Gracias a la proyección de estas muestras y concursos nos han solicitado piezas en el extranjero”.

Los cambios modernos

Tejidos con lana de borrego, los gabanes y rebozos no siempre fueron tan elaborados ni vistosos como los de ahora.

Hasta hace unas décadas su diseño era bastante simple y se podría decir que más bien carecían de uno, pues se limitaban a ser prendas que los habitantes tejían para protegerse del frío: a las faldas de un volcán, la temperatura es templada todo el año, y es particularmente baja durante la época invernal.

“Las nuevas generaciones están aprendiendo a teñir y dándole nuevos colores a las prendas”, explica Mireya. Así, el azul que las abuelas utilizaban en sus prendas, elaborado a partir del añil, se combina hoy con otros tintes y las prendas muestran cada vez más colores. Con todo, el proceso de elaboración sigue siendo el mismo y no es nada sencillo:

“Nuestras abuelas tintoreras ya usaban el añil, que sigue siendo una parte difícil para muchas. No es fácil teñir con añil, tiene su tiempo. Las abuelas decían que el añil es ‘muy chiquión’: si quiere va a dar el color, pero si no quiere, no va a pasar”, detalla Mireya.

Desde tiempos prehispánicos el añil se ha elaborado a partir de la planta indigofera tinctoria. En Hueyapan, el resto de los tintes se siguen obteniendo de la naturaleza, de plantas como la flor de pericón (amarillo), la cáscara de nogal (café) e insectos como la grana cochinilla, una plaga que afecta al nopal pero que los pobladores usan para la obtención de rojos y lilas. Además, los tintes pueden combinarse entre sí para obtener colores secundarios.

Además de los colores, los gabanes han recibido otros cambios en los últimos años. Por ejemplo, las puntas hoy son mucho más elaboradas que antes, con amarres que los dotan de mayor estética.

El nuevo favorito

A la hora de colocar en lo alto del podio al favorito de las nuevas generaciones, ni el gabán ni el rebozo se llevan la victoria. De hecho, el preferido ahora es una prenda más pequeña de nombre quexquémitl (punta del cuello), cuya elaboración lleva menos tiempo que las otras dos.

El quexquémitl consta de dos piezas de tela, tejidas a mano, que se cosen para formar una sola, la cual se usa colgando de los hombros:

“Lo que nosotras vemos es que, de nuestras piezas, la que más se vende es el quexquémitl, que presenta una innovación de colores”, explica Salazar.

Atrás quedaron los estereotipos

Tradicionalmente el uso de gabanes y rebozos también estaba influenciado por los estereotipos de género: mientras que el primero era una pieza exclusiva para los varones, las mujeres salían a las calles portando sólo rebozos.

En la actualidad ya no es así. Con las transformaciones sociales suscitadas en años recientes el uso de gabanes y rebozos es indistinto a los géneros, y cada vez es posible ver a más mujeres portando un gabán, y a más hombres con un rebozo a las espaldas.

El telar de cintura, herencia indígena

En sus orígenes, como ahora, los gabanes y rebozos son elaborados en Hueyapan por medio de la técnica del telar de cintura, que consiste en amarrar el telar al extremo de un árbol y el otro sostenerlo en la cintura con un mecapal. El proceso tiene varios componentes: una serie de varas de madera empleadas para obtener el ancho de la tela ideal e ir tejiendo los hilos. De acuerdo con Mireya Salazar, las personas que dominan la elaboración de estas piezas en Hueyapan (alrededor de 50) siguen utilizando la técnica ancestral, contrario a otras localidades de Puebla y Tlaxcala, donde se usa el telar de pedal. “Aquí no hay otra manera de hacerlo. Así lo aprendimos y así lo seguimos haciendo. Puro telar de cintura”, afirma.



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Al caminar por las calles de Hueyapan es común encontrar gente que viste una prenda en común: el gabán. Durante décadas los habitantes de la localidad han sabido preservarla como parte esencial de su indumentaria, una herencia de las comunidades indígenas a través de los siglos que, si bien conserva su esencia, se ha adaptado a la modernidad.

“Para mí los cambios han sido para bien porque estamos alcanzando otros niveles para hacer nuevos diseños, con nuevos colores. Antes lo más común era la lana natural, así, tal cual, como la sacaban del borreguito, pero ahora hemos aprendido a teñir”, explica Mireya Salazar, directora del grupo de tejedoras Soame, mujeres de tradición.

Soame es uno de los proyectos que mejor se ha adaptado a los cambios. En los últimos 6 años las tejedoras integrantes de este colectivo han elaborado piezas que han brillado en exposiciones de Francia e Italia, y en muestras de cultura popular a nivel nacional y regional, como las que organiza el Museo de Arte Indígena Contemporáneo: “Gracias a la proyección de estas muestras y concursos nos han solicitado piezas en el extranjero”.

Los cambios modernos

Tejidos con lana de borrego, los gabanes y rebozos no siempre fueron tan elaborados ni vistosos como los de ahora.

Hasta hace unas décadas su diseño era bastante simple y se podría decir que más bien carecían de uno, pues se limitaban a ser prendas que los habitantes tejían para protegerse del frío: a las faldas de un volcán, la temperatura es templada todo el año, y es particularmente baja durante la época invernal.

“Las nuevas generaciones están aprendiendo a teñir y dándole nuevos colores a las prendas”, explica Mireya. Así, el azul que las abuelas utilizaban en sus prendas, elaborado a partir del añil, se combina hoy con otros tintes y las prendas muestran cada vez más colores. Con todo, el proceso de elaboración sigue siendo el mismo y no es nada sencillo:

“Nuestras abuelas tintoreras ya usaban el añil, que sigue siendo una parte difícil para muchas. No es fácil teñir con añil, tiene su tiempo. Las abuelas decían que el añil es ‘muy chiquión’: si quiere va a dar el color, pero si no quiere, no va a pasar”, detalla Mireya.

Desde tiempos prehispánicos el añil se ha elaborado a partir de la planta indigofera tinctoria. En Hueyapan, el resto de los tintes se siguen obteniendo de la naturaleza, de plantas como la flor de pericón (amarillo), la cáscara de nogal (café) e insectos como la grana cochinilla, una plaga que afecta al nopal pero que los pobladores usan para la obtención de rojos y lilas. Además, los tintes pueden combinarse entre sí para obtener colores secundarios.

Además de los colores, los gabanes han recibido otros cambios en los últimos años. Por ejemplo, las puntas hoy son mucho más elaboradas que antes, con amarres que los dotan de mayor estética.

El nuevo favorito

A la hora de colocar en lo alto del podio al favorito de las nuevas generaciones, ni el gabán ni el rebozo se llevan la victoria. De hecho, el preferido ahora es una prenda más pequeña de nombre quexquémitl (punta del cuello), cuya elaboración lleva menos tiempo que las otras dos.

El quexquémitl consta de dos piezas de tela, tejidas a mano, que se cosen para formar una sola, la cual se usa colgando de los hombros:

“Lo que nosotras vemos es que, de nuestras piezas, la que más se vende es el quexquémitl, que presenta una innovación de colores”, explica Salazar.

Atrás quedaron los estereotipos

Tradicionalmente el uso de gabanes y rebozos también estaba influenciado por los estereotipos de género: mientras que el primero era una pieza exclusiva para los varones, las mujeres salían a las calles portando sólo rebozos.

En la actualidad ya no es así. Con las transformaciones sociales suscitadas en años recientes el uso de gabanes y rebozos es indistinto a los géneros, y cada vez es posible ver a más mujeres portando un gabán, y a más hombres con un rebozo a las espaldas.

El telar de cintura, herencia indígena

En sus orígenes, como ahora, los gabanes y rebozos son elaborados en Hueyapan por medio de la técnica del telar de cintura, que consiste en amarrar el telar al extremo de un árbol y el otro sostenerlo en la cintura con un mecapal. El proceso tiene varios componentes: una serie de varas de madera empleadas para obtener el ancho de la tela ideal e ir tejiendo los hilos. De acuerdo con Mireya Salazar, las personas que dominan la elaboración de estas piezas en Hueyapan (alrededor de 50) siguen utilizando la técnica ancestral, contrario a otras localidades de Puebla y Tlaxcala, donde se usa el telar de pedal. “Aquí no hay otra manera de hacerlo. Así lo aprendimos y así lo seguimos haciendo. Puro telar de cintura”, afirma.



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