Fervor al Cristo aparecido de Totolapan

Cada año, un sinfín de hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos peregrinan a pie, en bicicletas, en carros propios o en autobuses a los diversos santuarios en los cuales veneran a la imagen de Cristo

Dra. Karina Ramírez Villaseñor - PNERIM INAH Morelos / Coordinación editorial - LUIS MIGUEL MORAYTA MENDOZA

  · viernes 3 de mayo de 2019

Ciclistas visitando al Cristo Aparecido. Abril 2019.

Cada año como parte de la celebración de la cuaresma, un sinfín de hombres, mujeres, niños, jóvenes y adultos peregrinan a pie, en bicicletas, en carros propios o en autobuses rentados a los diversos santuarios en los cuales veneran a la imagen de Cristo en sus diferentes advocaciones relacionadas con su pasión y muerte.

En diferentes poblados del estado de Morelos, así como en otras regiones del país, celebran la cuaresma. Entre las principales ferias de cuaresma destacan la del tercer viernes en Tepalcingo y la del quinto viernes en Mazatepec en el poniente de Morelos y en el noroeste en Totolapan respectivamente.

De manera específica, en el presente texto abordaremos la feria del quinto viernes en Totolapan y la experiencia, así como las razones que motivan a los devotos del Cristo Aparecido a peregrinar de la delegación de Iztapalapa en la Ciudad de México a esta región noreste del estado de Morelos.

Las peregrinaciones, de acuerdo con Shadow y Rodríguez (1999), forman parte de la religiosidad popular, ya que, a través de dicha práctica, las personas buscan establecer un vínculo con la divinidad. Por lo que se entiende que la peregrinación “representa un esfuerzo individual llevado a cabo en un contexto colectivo por parte de los sectores rurales más desamparados, con el objetivo de establecer una relación personal con el santo Cristo y así actuar sobre las fuerzas trascendentales que controlan el destino de la persona y de la comunidad” (Shadow y Rodríguez, 1999: 37-38); es decir, los devotos de alguna imagen religiosa en particular, ofrecen su esfuerzo físico y su devoción con el objetivo de agradar a la divinidad compartiendo solidariamente el dolor que sufrió la divinidad. A cambio esperan recibir algún favor en particular, el cual puede estar vinculado con el trabajo, la salud, la prosperidad y desde luego con la lluvia y la agricultura.

En el caso específico de la imagen del Cristo Aparecido, la historia cuenta que, con la conquista española, también llegaron diversas órdenes mendicantes a quienes se les asignaron diferentes regiones del actual estado de Morelos para su administración. Al poblado de Totolapan arribaron los agustinos y ahí construyeron su primer monasterio bajo la orden de Fray Antonio de Roa.

“La portada” elaborada por los peregrinos de Iztapalapa. Abril 2019.

De acuerdo con la tradición oral, en el año de 1583, Fray Antonio de Roa lamentaba que el pueblo de Totolapan no tuviese una imagen religiosa a la cual rendirle culto, por lo cual, se la pedía constantemente al cielo (García, et, al., 2000). La gente del pueblo cuenta que, un buen día “un indio llegó hasta la entrada de la iglesia con un crucifijo para venderlo, por lo que Fray Antonio de Roa, al escuchar la tan anhelada noticia, vino rápidamente a su encuentro. Tomó al Cristo entre sus manos y lo llevó al interior de la iglesia para adorarlo. Cuando salieron en busca al indio que lo había traído, no lo encontraron por ninguna parte, por lo que nunca se puso quién era o de dónde venía, razón por la cual la llegada del Cristo fue interpretada como un milagro (García, et, al., 2000).

El pueblo acogió con mucho cariño a la imagen del Cristo Aparecido y poco a poco le fueron solicitando favores en torno a la salud, la agricultura y la lluvia. Sin embargo, 1583, cuarenta años después de su llegada, fue llevado a la Ciudad de México a pesar de la resistencia de sus devotos locales. A su paso por distintas comunidades rumbo a la ciudad, era recibido con alegría y la gente también aprovechaban para pedirle milagros, “que remediara la enfermedad” y una vez establecido en la ciudad de México, le pedían por las lluvias (Arachéga, 2014: 85). Fue hasta 1861 cuando volvió a Totolapan a consecuencia de las “las leyes de extraustración dictadas por Benito Juárez en la que se proclamaba la nacionalización de los bienes eclesiásticos y la supresión de las órdenes religiosas regulares, los agustinos abandonaron el convento de San Agustín y sus bienes […] fueron trasladados al Colegio de San Carlos (López, 1969: 135, citado en Arachéga, 2014: 87).

Así, el Cristo regresó al pueblo en medio de una procesión a pie desde la Ciudad de México y su fiesta principal se realiza anualmente durante el quinto viernes de cuaresma. A lo largo de los años, la imagen del Cristo Aparecido y sus devotos han construido una relación cercana y estrecha, la cual está fundada por la solicitud de un favor, el cumplimiento del mismo a través de un milagro y la entrega en reciprocidad por el mismo de un regalo floral, veladoras, cohetes, rezos, cantos, danzas, comidas o simplemente a través de la visita al santuario por medio de la peregrinación. De manera que, poco han ido formando una red de pueblos que lo veneran.

La veneración del Cristo Aparecido es mucho más palpable durante su feria, pues varios pueblos se dan a la tarea de peregrinar para venir a visitarle año con año. La feria se realiza entre los meses de marzo y abril, pues se trata de una fecha móvil que depende de la celebración de la Semana Santa. Durante esta feria, las peregrinaciones de Nepopualco, San Andrés Cuahutempan, Tepetlixpita, Villa Nicolás Zapata, San Sebastián la Cañada, pertenecientes a Totolapan; así como el barrio de San Miguel y San Ignacio de la delegación de Iztapalapa y Santa Rosa Xochiac de la Magdalena Contreras en la Ciudad de México. Ocotepec y Santa Catarina del estado de Morelos y Juchitepec, Tenango del Aire, Tepetlixpa, San Salvador Atenco, y Cuijingo pertenecientes al Estado de México y Santa Catarina Ayotzingo Puebla, forman parte de los pueblos que le visitan.

En particular, una de las peregrinaciones más grandes es la de la delegación de Iztapalapa. Por ejemplo, la peregrinación del barrio de San Miguel, de acuerdo con la narrativa del señor Hilario Flores, encargado de la misma, comenzó en 1908. Él recuerda que, sus abuelos y luego sus padres fueron fieles devotos de la imagen, razón por la cual ahora él es quien le sirve al Cristo por medio de organizar la peregrinación a pie año tras año.

Esta peregrinación recibe la invitación para asistir a la feria en el mes de enero, que es cuando algunos representantes de la mesa directiva del Cristo Aparecido acuden personalmente para invitarlos a la feria del presente año. Esta invitación se da en el contexto de una fiesta, pues se realiza una misa, se queman cohetes, se prepara una comida y también participa la banda de viento.

En dicha ocasión, los de Totolapan llevan a las imágenes peregrinas ofrendas y algún presente para los propios peregrinos. Les llevan “ofrendas, frutas, cosas de lo que se produce en Totolapan, en este tiempo se puede llevar ciruelas, elotes, chirimoyas, son presentes y son parte de la tradición. También se lleva un arreglo floral […]” (Don Osvaldo, noviembre 2018).

Así, conforme se acerca la fecha de la feria del quinto viernes, los peregrinos del barrio de San Miguel se comienzan a organizar. Una de las primeras tareas es apartar la misa para el quinto viernes y luego, acudir con algunos días de anticipación para tomar las medidas de la portada que, desde el 2011 se dan a la tarea de elaborarla exclusivamente para el Cristo Aparecido.

Entre los recuerdos de las personas mayores que aún asisten en la peregrinación, está que, antes venían a pie junto con sus caballos o burros, justamente los traían para cargar los huacales en los que transportaban sus cobijas, ropa e incluso algunos trastes que serían de gran utilidad para la preparación de los alimentos durante su estancia en Totolapan.

Sin embargo, con la construcción de carreteras y el aumento de los autos, es que ahora ya no es posible traer animales de carga; pero los peregrinos, si procuran seguir la misma ruta que sus antepasados. Por lo que la invitación se hace a todos los del barrio y la cita para la salida, es el día miércoles a las 8:00 de la mañana, siguiendo un recorrido en el que descansan en el metro Constitución y más adelante en Minas, dentro de la Ciudad de México. Luego continúan su camino hasta Tláhuac, donde algunas familias les ofrecen el desayuno. De ahí, siguen su camino hasta Chimalpa, pasando por Tenango del Aire, Juchitepec, Cuijingo, pertenecientes al Estado de México, donde pasan la noche y continúan su camino, el día siguiente, hasta llegar a Nicolás Zapata, paraje que es realmente significativo para la peregrinación, pues es dónde se coronan a aquellos que vienen por primera vez a pie.

Para la coronación se debe elegir a un padrino, quien será el encargado de buscar las flores para construir con sus propias manos la corona, la cual será portada por el peregrino hasta llegar frente al Cristo Aparecido y tiempo después la dejarán colgada de un árbol dentro del atrio de la iglesia. Esta relación que se construye a partir del padrinazgo no se termina al cumplir con la peregrinación, por el contrario, es un vínculo que se sostiene a lo largo de la vida de las personas, respetándose como “padrino y ahijado”.

Otro elemento importante durante el tiempo que dura la peregrinación, es el aseguramiento de los alimentos durante el trayecto y la posada que les brindarán ya dentro del pueblo de Totolapan. Por lo cual, los encargados de la misma, semanas antes de la feria, también se dan a la tarea de visitar personalmente a cada una de las familias que año con año les apoya con la comida, con agua e incluso con el espacio donde pasar la noche.

La relación con dichas familias también se ha ido construyendo a lo largo del tiempo y entre las generaciones, “es una relación de respeto”, refiere don Hilario Flores, por lo cual, es fundamental que los acuerdos se den personalmente, pues señala que los mismos no se podrían dar por teléfono. Con la mayoría de las familias que sus abuelos y sus padres sostuvieron está relación, aún se mantienen hoy en día; sin embargo, con otras más, se han desdibujado, dado que los señores de edad, de dichas familias, ya han muerto y sus hijos han decidido no continuar con dicha relación.

Este año fueron alrededor de 200 personas las que caminaron de Iztapalapa con dirección a Totolapan, pues reconocen que la imagen del Cristo Aparecido es muy milagrosa y le tienen mucho cariño. Por eso, año con año, vienen para darles las gracias por la salud, por sus familias, por el trabajo y para pedirle que les siga proveyendo día a día. Esta peregrinación es recibida por la gente de Totolapan el día jueves alrededor del mediodía. Una vez que les dan la bienvenida, bajan en procesión hasta el centro del pueblo, junto con la portada que han elaborado para adornar la entrada de la iglesia.

Para la elaboración de la portada, un grupo de peregrinos visita Totolapan durante los cuatro domingos previos a la feria. Es durante ese tiempo que se dan a la tarea de tomar medidas, diseñar y construir la portada florar en honor al Cristo Aparecido. Esta portada es una ofrenda que ellos otorgan al pueblo y de forma particular al Cristo.

Una vez que arriban al pueblo en el jueves previo al quinto viernes, acuden a la iglesia, se presentan ante el Cristo y le agradecen que los haya cuidado durante el camino, también, dejan su estandarte y la imagen religiosa que han venido cargando en sus espaldas desde su comunidad de origen. Así, luego de un breve descanso, se disponen a colocar la portada floral, la cual debe estar lista antes de que caiga la noche.

Peregrino de Juchitepec, Edo. de México. Abril 2019.

Durante el día viernes, se alistan para acudir a escuchar misa y luego de ello, señalan que “han cumplido con su promesa”, por lo cual, tienen la libertad de poder ir a disfrutar de la feria. “Anteriormente nos íbamos a ver las danzas, a jugar a las canicas, a la lotería, ahora ya son tiempos modernos y los jóvenes se van que a las maquinitas y a los juegos” comenta el señor Hilario Flores.

Sin embargo, luego de cumplir con su compromiso religioso, muchos de ellos optan por descansar o incluso por convivir con los amigos de la misma peregrinación y del pueblo mismo. Así que, en las calles cercanas al centro, se salen para tomar el fresco de la tarde y disfrutar de una cerveza o un pulque. Mientras aguardan la tarde del domingo, en la que participan en la procesión final que se realiza por las principales calles del pueblo con la imagen del Cristo Aparecido.

Esta procesión, para ellos, así como para otras peregrinaciones, es significativa porque en el trayecto de la misma realizan el cambio de la mayordomía. Por lo que el mayordomo en turno es el encargado de cargar a su santito hasta la mitad de la procesión, donde le cederá el cargo al nuevo y será este quien culmine con la participación del presente año.

Así terminan su participación de cada año y el domingo por la noche se alistan para volver a casa el día lunes luego del mediodía. El regreso ya es en autobuses o autos particulares que los propios integrantes de la peregrinación han rentado.

Finalmente, este ejemplo de las peregrinaciones, refleja la estrecha relación que se ha establecido a través de las generaciones entre los seres humanos y la deidad; quienes buscan mantener celosamente dicha relación debido a los favores que obtienes de manera individual y colectiva, pues muchos de los milagros solicitados no sólo son para ellos, sino para el beneficio de su propia comunidad. Por dicha razón es que los señores de edad buscan involucrar y motivar a las nuevas generaciones a participar en dicha relación con el Cristo Aparecido. Pues esta visita anual, también representa un amarre simbólico entre los miembros de la comunidad y entre esta y las otras que también visitan a la imagen religiosa, construyendo así una red de intercambio devocional que a veces se ha entrelazado con relaciones de tipo económicas complementarias.

Peregrino ciclista al santuario de Tepalcingo. Marzo 2019.

Bibliografía:

  • Arachéga Jurado Laura Amalia (2014), Las relaciones de intercambio y reciprocidad en el culto al Cristo Aparecido en Totolapan, Morelos, Tesis de doctorado, UNAM, México.
  • García Rodríguez María del Rosario, Campos Valencia Alma Angélica y Liévanos Ramos Mario (2000), Totolapan raíces y testimonios. UAEM, Morelos, México.
  • Shadow Robert D. y Rodríguez María J. (1990), “Símbolos que amarran, símbolos que dividen: hegemonía e impugnación en una peregrinación campesina a Chalma”, Mesoamérica, junio, pp. 33-72.

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