El viajero estadunidense Max Miller vino a México en los treinta, principalmente para conocer la tierra de Emiliano Zapata, y plasmó sus impresiones en un libro titulado Mexico around me, de 1937. Allí se lee:
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“En el momento de salir de Cuernavaca y cabalgar hacia el monte, se está avanzando directamente hacia una tierra aún repleta de balazos, una tierra donde el nombre de Zapata significa tanto para todos los indígenas como su propia respiración”.
“El indígena con quien cabalgaba se llamaba Teodomiro Ortiz. De niño, había trabajado como esclavo en una hacienda, ganando treinta centavos diarios, pero a la edad de dieciséis años huyó y se sumó a las fuerzas de Zapata. Mi amigo participó en todas las batallas, y fue uno de los siete oficiales que estuvieron con Zapata aquel horrible día, cuando el general fue víctima de una emboscada que lo llevó a la muerte”.
“Cuando llegamos al pequeño poblado de Anenecuilco nos pusimos a platicar con una mujer mayor en la puerta de su choza; entonces el coronel se volteó hacia mí y me preguntó: ‘¿Te gustaría ver dónde nació Zapata?’‘Claro que sí’—contesté— pero, pensando en el anochecer aquí y careciendo de cobijas, agregué: ‘Cuántas horas serían necesarias para llegar?’‘Sólo cinco minutos”.
“Tiempo seguido me presentó a la mujer con quien estábamos platicando: ‘Quiero presentarle a la hermana de Zapata, Jesusa Zapata. Ella nos acompañará’.Y así fue: sin preludio alguno, sin alharaca, y sin saber, hasta entonces, de la existencia de algún familiar que le sobreviviera a Zapata, ya siendo esteúltimo un dios legendario para todos los campesinos de Morelos”.
“La mujer nos guió por las faldas de un cerro. Tenía puesto un vestido ordinario, llevaba la cabeza descubierta y mostraba un semblante vivo. Eran parte de un pueblo de hombres y mujeres que, por diez años, habían vivido en el monte, acechados como venados asustados en hogares destruidos a balazos, y queobtenían sus alimentos de donde podían”.
“Estos pueblos aún permanecían agujereados por balazos, aún eran ruinas, pero la gente continuaba viviendo en ellos, en sus vestigios. La historia y México son la misma cosa. El pasado se muestra ante uno tanto como el presente. El pasado es el presente. El lugar de nacimiento de Zapata es todavía el presente en Morelos”.
“La hermana de Zapata nos dirigió a la choza que había sido cuna del General; su suelo era de tierra. La mujer nos señaló un rincón donde había una gallina echada calentando sus huevos, y dijo: ‘Allí es donde se murieron la madre y el padre de Zapata y donde Zapata nació”.
“Mientras regresábamos por el inestable puente, la hermana me pareció, de repente, tan empobrecida que le pregunté al coronel en secreto si le parecería correcto darle algún dinero por las molestias. Ella sobrevivía con una pensión de un peso con ochenta centavos diarios, equivalentes a sesenta centavos (en dinero norteamericano). El coronel dijo que estaba bien siempre y cuando mi español fuera lo suficientemente claro para hacerle entender que se trataba de un regalo de despedida y no de un pago”.
“Entonces, al estrecharnos la mano para decir adiós, deslicé los billetes de a peso entre sus dedos. Afortunadamente el gesto tuvo éxito, aunque hubiera sido algo arriesgado aquí en Morelos. Hubiera equivalido en nuestro país a darle un par de dólares a la hermana de Lincoln”.