El italiano Valerio Evangelisti escribió la novela histórica El collar de fuego en 2005. Leamos estas escenas morelenses acerca de una revuelta anarco socialista del siglo XIX, de cierta manera antecedente del zapatismo:
“Teodoro Flores vacilaba, pero Julio Chávez López, con la ayuda de Francisco Zalacosta, lo empujó hacia la plataforma improvisada armada con dos cajas y un par de vigas”.
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“—Hoy, veinte de agosto de 1869, les voy a leer a ustedes, pobres peones del estado de Morelos, el manifiesto escrito por el señor Julio Chávez López intitulado Manifiesto a todos los oprimidos y a los pobres de México”.
“—¡Hermanos nuestros! ¡Nosotros queremos el socialismo, que es la forma más perfecta de convivencia social, que es la filosofía de la verdad y de la justicia, contenida en la fórmula eterna: ¡Libertad, Igualdad y Fraternidad!”
“—Queremos la tierra, para sembrarla pacíficamente y recoger los frutos con toda tranquilidad. Queremos acabar de una buena vez con el sistema de explotación, dándoles a todos la libertad de sembrar donde lo crean mejor y sin pagar impuestos. Dándoles a todos el derecho de reunirse libremente, de la manera que prefieran, de suerte que puedan formar grandes o pequeñas comunidades agrícolas capaces de autodefenderse, sin necesidad de un grupo de hombres que impartan órdenes o inflijan castigos”.
“Ahora toma la palabra el líder. En realidad, Chávez no era un gran orador y por eso en raras ocasiones hablaba en público. Desde las primeras palabras fue patente que estaba abochornado”.
“—Hermanos y hermanas, desde el año pasado, desde 1868, nosotros expugnamos haciendas y se las entregamos a los campesinos. Partimos de Chalco, después pasamos por Texcoco, San Martín Texmelucan, Tlalpan y por todo el norte de Morelos. ¡Donde quiera ha hecho eco el lema del gran Alexander Herzen: ¡Zemlja i volja, tierra y libertad!”
“Hubo un desconcierto entre los presentes: se preguntaban quién era ese Herzen y qué lengua hablaba. Teodoro tuvo la esperanza de que su jefe pasara lo más rápido posible a argumentos más concretos. Fue complacido en parte”.
“—Nosotros estamos construyendo la República Universal de la Armonía a través de las cooperativas que los campesinos, después de haber echado a los patrones, han organizado. Allá encontrarán escrito: ‘Abolición del gobierno y de la explotación’. Allá verán reinar la paz, entre gente trabajadora y feliz”.
“Teodoro sabía que Chávez no decía toda la verdad. Efectivamente, en esos dos años la columna de los chavistas había invadido innumerables haciendas y había fundado igualmente cooperativas agrícolas, pero casi siempre, en cuanto los rebeldes se alejaban, el ejército volvía a reincorporar a los viejos hacendados. Con el inevitable conjunto de violencias y fusilamientos ‘ejemplares’. Únicamente resistían las comunidades construidas en las selvas o en localidades que el gobierno republicano ignoraba que existían. Pero no era una vida pacífica la que se llevaba allí. Aparte de la matanza de los patrones y de toda su familia, práctica que Chávez no promovía, aunque toleraba —cosa que lo había llevado a la ruptura con su primer maestro, el anarquista griego Plotino Rhodakanaty—, tenían que vigilar día y noche en espera de una posible llegada de los soldados. Las colonias socialistas sobrevivientes eran de hecho campamentos militares, dentro de cuyas trincheras se llevaba una vida de cuartel”.
Ya sabemos que las novelas históricas tienen un eje básicamente real, aunque la trama permita ciertas ficciones.
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