El sacerdote belga Gregorio Lemercier captó la atención mundial, en los años sesenta, por haber implantado el psicoanálisis entre los monjes y novicios del monasterio benedictino que encabezaba en Santa María Ahuacatitlán. Hasta que el Vaticano lo prohibió. Escuchémoslo, en 1968:
“Gracias a la perseverante generosidad de la benefactora francesa, se adquirió un terreno cerca del pueblo de Santa María. En esta propiedad de doce hectáreas, se construyó una primera ala del monasterio y en 1950 inauguramos el noviciado canónico del monasterio bajo el evocador nombre de Santa María de la Resurrección”.
“La opinión elogiosa de una autoridad monástica como Thomas Merton me llenaba de confusión: ‘La primera aparición del benedictinismo primitivo en este continente fue en México cuando don Gregorio Lemercier fundó su monasterio de la Resurrección en Cuernavaca. Esta pequeña comunidad es uno de los experimentos más notables y valientes en la historia monástica moderna. Luchando contra desesperadas dificultades, los monjes de Cuernavaca están tal vez más cerca de san Benito que cualquiera otro en este lado europeo del Atlántico”.
Desatado el escándalo del psicoanálisis –porque eso provocó-, ya avanzados los sesentas, Lemercier reflexionaba:
“Estoy convencido de que nadie más es capaz de dirigir actualmente el monasterio. Para poder dirigir un monasterio en el cual la mayoría de los miembros está actualmente en psicoterapia, es absolutamente indispensable haber pasado por ella uno mismo. Entre los hermanos, ninguno está listo aún para tomar mi lugar. En cuanto a recurrir a un monje del exterior, además de que sería difícil, si no imposible, encontrar a un monje que tuviera al mismo tiempo los talentos de superior y la experiencia de la terapia, si por casualidad se encontrase alguno, la adaptación al idioma, al país, al tipo especial de nuestra vida monástica, etc., requeriría un largo periodo de transición que provocaría una crisis del monasterio que sería peligrosa y probablemente fatal”.
“Reconozco ahora lo bien fundado de las críticas contra mi definición del papel del abad de 1960. El cambio se debe, en primer lugar, a mi propio psicoanálisis, que ha modificado profundamente mi comportamiento, demasiado autoritario, con el cual dominaba literalmente al monasterio. He aprendido a respetar a las personas más de lo que podía hacerlo antes, aun cuando lo deseaba, y en muchos aspectos me he vuelto más el hermano mayor que el padre de mis monjes. Toda la administración temporal ha pasado a manos de los hermanos, así como la instrucción bajo todos sus aspectos”.
En paralelo al monasterio de Santa María Ahuacatitlán, Lemercier abrió en Ahuatepec el Centro Psicoanalítico de Emaús:
“Lejos de ser una carga para la sociedad, el Centro fundado en 1966 está sostenido por el trabajo de sus miembros. Esta autonomía económica, necesaria para el éxito de la terapia psicoanalítica, exige que cada miembro provea con su trabajo a todas sus necesidades: psicoanálisis, alimentación, vestido, alojamiento, diversiones, etc. El trabajo es de tipo artesanal, realizado en los talleres de platería, serigrafía, carpintería, marquetería, herrería, etc., a lo cual hay que añadir el trabajo de administración de los talleres. Otros Centros podrán fundar su economía sobre un trabajo rural (avicultura, fruticultura, hortaliza, etc.), sobre un trabajo de pequeña industria o sobre cualquier otro trabajo creador y útil a la sociedad”. Entre 1979 y 1980 fue cerrado el Centro Psicoanalítico de Emaús.
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