/ viernes 22 de marzo de 2024

[Extranjeros en Morelos] Los tiempos cuando Cuernavaca era quieta y bella como un paraíso

Los siguientes son fragmentos de "Cuernavaca de mis recuerdos", de la poeta y periodista Dorothy O'Donovan Prats, quien vivió en la capital de Morelos desde 1955

La periodista estadunidense Dorothy O’Donovan Prats, asimismo poeta, pintora y maestra, vivió en Cuernavaca desde 1955. El 20 de julio de 1989 publicó en un diario Cuernavaca de mis recuerdos, en referencia a 1956. Leámosla:

“El sol era el mismo, los árboles daban sus guayabas, limones, toronjas y flores. Las calles, muchas de ellas, tierra prensada, eran barridas y cuidadas por quienes vivieron sobre ellas. Las casas siempre eran blancas, limpias y pintadas cada vez que dejaban de brillar”.

“Yo no tenía coche, tenía caballo, cruzaba el Pilancón y llegaba al estudio de Shum, mi suegro, en Domingo Diez, en 6 minutos desde Vista Hermosa; ahora en coche doy vuelta y media, usando el atajo de Gobernadores, para llegar en quince minutos”.

“El transporte escolar y la colegiatura de mis hijos en el colegio Suizo, el más popoff de aquel tiempo, costaba menos de trescientos pesos al mes. El mercado y comprando de todo era de seiscientos pesos por quincena y contando a las nanas éramos 10 en la familia. Un taxi costaba cinco pesos, y el cine también, con una moneda de veinte centavos se compraba un montón de limones, jitomates, elotes y ejotes”.

“El parque Melchor Ocampo era lugar de descanso y paseo, los domingos se podían comprar las más bellas plantas por un peso, o alguna planta exótica por cinco. El hotel de La Selva era ‘el lugar’; los bungalows se llenaban de artistas de todo el mundo y viernes, sábado y domingo eran noches de tertulia: Lilia Suárez, los Cobos, los Sarasuas, los Angulos, Balmori, Jesús Martí y Tilde, los Aparicio, Benedetto, Siqueiros, Dr. Atl, etc., poetas, escultores, escritores, artistas y todos los niños corrían por los pasillos y probaron los pasteles del chef; Titus,Toño, Nadala, Terry, Toñito, Mariagna, Lilita y todos los pequeños Suárez”.

“Bellas Artes era pequeño y bello, las noches musicales eran privadas y la banda del Estado tocaba en el centro; ‘La Universal’ [un restorán] era la casa afuera de la casa para Shum, don Lalo, Miguel, Katy Jurado, el Indio Fernández y Alfonso Camín. El Marik Hotel, lugar de Gary Cooper, Merle Oberon, personalidades de todo el mundo. El primer centro nocturno ‘Chez Gastón’, y el primer supermercado ‘Alfonso's’ que sigue en la calle de Guerrero”.

“Burt Lancaster me hablaba siempre que compraba ‘Vaca enlatada’, que Alfonso nos conseguía como cosa especial. El Hospital Civil era el lugar donde trabajaba doña Libertad Ocaña de Escoto con niños lisiados y yo trataba de conseguir trapos limpios y planchados que servían de pañales a los niños internados. Ayudé a recaudar el dinero para la primera incubadora en el Estado, una conquista grandiosa y tan necesitada. Fui maestra en el Colegio Suizo Americano, durante el recreo montábamos caballos y paseábamos por Vista Hermosa. Raúl Estrada era un gran apoyo para los maestros y las escuelas. Prestaba maquinaria pesada y hombres para construir el Colegio Morelos y cuando sus hijos eran más pequeños era uno de los papás con quien más podíamos contar”.

“Eran tiempos cuando Cuernavaca, teniendo residentes sofisticados, todavía era quieta, tranquila, escondida del mundo ruidoso y bella como un paraíso, una fuente de juventud”.

“Tanto el alcalde como el gobernador todas las mañanas paseaban por el pueblo, generalmente a pie, y colorín colorado que este era un cuento de hadas que se ha acabado”.

La periodista estadunidense Dorothy O’Donovan Prats, asimismo poeta, pintora y maestra, vivió en Cuernavaca desde 1955. El 20 de julio de 1989 publicó en un diario Cuernavaca de mis recuerdos, en referencia a 1956. Leámosla:

“El sol era el mismo, los árboles daban sus guayabas, limones, toronjas y flores. Las calles, muchas de ellas, tierra prensada, eran barridas y cuidadas por quienes vivieron sobre ellas. Las casas siempre eran blancas, limpias y pintadas cada vez que dejaban de brillar”.

“Yo no tenía coche, tenía caballo, cruzaba el Pilancón y llegaba al estudio de Shum, mi suegro, en Domingo Diez, en 6 minutos desde Vista Hermosa; ahora en coche doy vuelta y media, usando el atajo de Gobernadores, para llegar en quince minutos”.

“El transporte escolar y la colegiatura de mis hijos en el colegio Suizo, el más popoff de aquel tiempo, costaba menos de trescientos pesos al mes. El mercado y comprando de todo era de seiscientos pesos por quincena y contando a las nanas éramos 10 en la familia. Un taxi costaba cinco pesos, y el cine también, con una moneda de veinte centavos se compraba un montón de limones, jitomates, elotes y ejotes”.

“El parque Melchor Ocampo era lugar de descanso y paseo, los domingos se podían comprar las más bellas plantas por un peso, o alguna planta exótica por cinco. El hotel de La Selva era ‘el lugar’; los bungalows se llenaban de artistas de todo el mundo y viernes, sábado y domingo eran noches de tertulia: Lilia Suárez, los Cobos, los Sarasuas, los Angulos, Balmori, Jesús Martí y Tilde, los Aparicio, Benedetto, Siqueiros, Dr. Atl, etc., poetas, escultores, escritores, artistas y todos los niños corrían por los pasillos y probaron los pasteles del chef; Titus,Toño, Nadala, Terry, Toñito, Mariagna, Lilita y todos los pequeños Suárez”.

“Bellas Artes era pequeño y bello, las noches musicales eran privadas y la banda del Estado tocaba en el centro; ‘La Universal’ [un restorán] era la casa afuera de la casa para Shum, don Lalo, Miguel, Katy Jurado, el Indio Fernández y Alfonso Camín. El Marik Hotel, lugar de Gary Cooper, Merle Oberon, personalidades de todo el mundo. El primer centro nocturno ‘Chez Gastón’, y el primer supermercado ‘Alfonso's’ que sigue en la calle de Guerrero”.

“Burt Lancaster me hablaba siempre que compraba ‘Vaca enlatada’, que Alfonso nos conseguía como cosa especial. El Hospital Civil era el lugar donde trabajaba doña Libertad Ocaña de Escoto con niños lisiados y yo trataba de conseguir trapos limpios y planchados que servían de pañales a los niños internados. Ayudé a recaudar el dinero para la primera incubadora en el Estado, una conquista grandiosa y tan necesitada. Fui maestra en el Colegio Suizo Americano, durante el recreo montábamos caballos y paseábamos por Vista Hermosa. Raúl Estrada era un gran apoyo para los maestros y las escuelas. Prestaba maquinaria pesada y hombres para construir el Colegio Morelos y cuando sus hijos eran más pequeños era uno de los papás con quien más podíamos contar”.

“Eran tiempos cuando Cuernavaca, teniendo residentes sofisticados, todavía era quieta, tranquila, escondida del mundo ruidoso y bella como un paraíso, una fuente de juventud”.

“Tanto el alcalde como el gobernador todas las mañanas paseaban por el pueblo, generalmente a pie, y colorín colorado que este era un cuento de hadas que se ha acabado”.

Cultura

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