El colombiano Gabriel García Márquez, clásico de la literatura latinoamericana del siglo XX, publicó sus primeros cuentos a los 20 años de edad y al año siguiente se iniciaba en el periodismo con un diario de Cartagena de Indias; luego de un bienio allí y de un trienio en un periódico de Barranquilla, llegó a El Espectador de Bogotá –invitado por su amigo Álvaro Mutis-, donde escribiría columnas de comentario, crítica de cine (en la que fue pionero en Colombia) y finalmente reportajes, algunos con carga política de izquierda que no agradaron a todos, y siempre con un agudo sentido del humor. El mismo diario lo envió a Europa, después de 18 meses de colaboraciones.
Desde 1961, García Márquez y su familia vivieron principalmente en la ciudad de México. En 1967 publicó la novela Cien años de soledad, su obra cumbre. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.
La siguiente Nota de prensa alusiva a la capital morelense fue publicada el 4 de febrero de 1981:
“En septiembre de 1979, los médicos mexicanos que se ocupaban del sha [de Irán] estaban preparados para operarlo, y él estaba de acuerdo. En su refugio primaveral de Cuernavaca —una inmensa mansión de seis millones de dólares, muy bien disimulados entre los ruiseñores y las buganvilias-, el sha había sido sorprendido por unas raras fiebres crepusculares. Después de un examen a fondo, los médicos mexicanos encontraron indicios de una anemia perniciosa, que es una enfermedad endémica en Irán, y que el propio sha creía haber contraído desde que era cadete militar. El doctor Georges Flandrin, del hospital Saint Louis, de París, que en 1973 había detectado por primera vez la grave enfermedad del sha, fue llamado de urgencia. Por su parte, el sha solicitó a su amigo y banquero David Rockefeller que le mandara un especialista norteamericano. Rockefeller envió a Cuernavaca al doctor Benjamín Kean, jefe de medicina tropical del New York Hospital, y profesor de parasitología de la Universidad de Cornell. Desde su primera visita, el doctor Kean llegó a la conclusión simple de que los médicos mexicanos habían confundido los parásitos de la malaria con la precipitación de unos cristales de tinte en el análisis de sangre. Estuvo de acuerdo, sin embargo, en que se debía extirpar la vesícula cuanto antes y hacer exploraciones del colédoco, pero consideró que esto sólo era posible en el New York Hospital. Fue en base a ese informe que Rockefeller y Kissinger solicitaron el ingreso del sha en Estados Unidos”.
“El propio sha parecía tener otros planes. Por instrucciones suyas, el doctor Flandrin había hecho ya gestiones para que le operaran en México, en cuyos médicos confiaban ambos, y cuyos recursos técnicos les parecían suficientes. Por otra parte, el doctor Even Dustin -secretario de Estado adjunto para asuntos médicos- pidió otra opinión calificada, además de la del doctor Kean, antes de dar el visto bueno al ingreso del sha en Estados Unidos. Enterado de esto, David Rockefeller visitó en Washington a su amigo Cyrus Vance, secretario de Estado y antiguo director de la Fundación Rockefeller, y consiguió la autorización de la visa sin más trámites. El sha llegó a Estados Unidos el 22 de octubre de 1979, ingresó de inmediato en el New York Hospital y fue operado sin contratiempos. Dos semanas después, un grupo de universitarios iraníes asaltó la embajada de Estados Unidos en Teherán, como protesta por la presencia del sha en Nueva York, y tomó como rehenes a los 52 empleados que habían de permanecer en cautiverio mucho más que Reza Pahlavi en este mundo”.
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