B. Traven, erróneamente mencionado a veces como Bruno Traven, fue el escritor contemporáneo con más misteriosa identidad. En la primera etapa de su vida fue el escritor y periodista Ret Marut, nacido en los últimos años del siglo XIX, hijo de alemanes descendientes de escandinavos.
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Rosa Elena Luján, traductora de Traven, se casa en 1957 con Hal Croves; años después de la muerte de éste en 1969, su viuda confirma que Ret Marut, Hal Croves y B. Traven habían sido la misma persona.
Entre las numerosas novelas escritas por Traven (La rosa blanca, La rebelión de los colgados, El tesoro de la Sierra Madre, Puente en la selva, etc., muchas de ellas llevadas a la pantalla grande), se encuentra una cuyo título original en inglés es General from the jungle (General de la selva).
La edición en español se llamó El general. Tierra y libertad porque las primeras palabras de la novela son precisamente esas, “Tierra y Libertad”, y porque, aunque la trama se desarrolla en una zona selvática del país con personajes ficticios, es obvio que Traven se inspiró en Emiliano Zapata y su famosa consigna. Así comienza el relato:
“Tierra y Libertad. Con este grito de guerra en los labios, un grupo de indios abandonó las monterías del sur de la República para derrocar la dictadura y conquistar tierra y libertad. Su grito, aunque simple y breve, les sonaba a canción heroica. Expresaba lo que en medio de su lamentable pobreza y enormes sufrimientos había en ellos de poesía, de anhelo de belleza, de ansia de paz, de amor a los hombres, de ingenua fe en una justicia inquebrantable que en alguna parte debía existir, y su profunda tristeza por la suerte de los compañeros ignominiosamente asesinados o martirizados hasta sucumbir a causa de los bestiales tormentos; expresaba todo esto y muchas otras cosas que llevaban dentro sin saberlo. A veces, convertidos en una masa compacta, movidos por una misma voluntad, alzaban de pronto sus puños cerrados, como para exigirle a su Dios que no se olvidara de ellos, y al mismo tiempo y a una sola voz lanzaban su increpación hacia el universo. Su grito retumbaba como una poderosa ola contra las rocas. Sin embargo, cada uno distinguía claramente su propio grito, pues lo sentía en el alma como una oración muy íntima”.
“Cuando los sufrimientos de estos hombres, sus privaciones, su desamparo, se habían vuelto insoportables; cuando se habían convencido de que sería mejor y humanamente más digno perecer en una rebelión que seguir viviendo tan ignominiosamente, expuestos a tantos tormentos, tomaron una decisión. La decisión de acabar por fin y de una vez con su propia vida o con la de sus tiranos”.
“En medio de sus penas y miserias habían conservado un resto de conciencia de su amargo destino. El espectáculo de los pájaros del monte y aun el de los millones de insectos que revoloteaban a su antojo, libres y llenos de alegría, mantuvo vivo en ellos el anhelo de libertad. Primero tímida, medrosamente, con incertidumbre, pero muy pronto con vigor y energía, se resolvieron por fin a desatar una rebelión. Una vez iniciadas las cosas, éstas se desarrollaron mucho más rápidamente de lo que se hubiera creído”.
“Los dueños, administradores y capataces de las monterías de la región, más temidos que Dios omnipotente a causa de su poder y crueldad, comprendieron a las dos horas de iniciada la rebelión que ya no tenían autoridad sobre nadie, ni siquiera sobre los peones más intimidados y apaleados; se desinflaron, convirtiéndose en despreciables fantoches dignos de lástima, que de repente habían olvidado cómo hablar y hasta cómo moverse”.