El buen estado de conservación del templo del Tepoztécatl permite compenetrarse con el mundo mesoamericano, mundo transformado y adaptado a lo largo de los siglos y un sinfín procesos sociales, vaivenes que podemos seguir en las andanzas del Tepoztécatl, aquel héroe que mató al monstruo de Xochicalco, o del Tepoztón, aquel tepozteco que ayudó a colocar las campanas de la catedral de la ciudad de México, o bien en la representación actual del reto al Tepozteco, elemento identitario de una comunidad fuerte y combativa, tal y como debieron ser sus antepasados xochimilcas.
Sobre la toponimia del nombre de Tepoztlán se propone que está formado por las palabras tepuchtli que significa “espalda” y tlan “lugar elevado”; de tal manera, Tepoztlán es el “Lugar de las espaldas elevadas”, probablemente haciendo referencia a las formaciones rocosas que caracterizan a la región que asemejan grandes espaldas de roca. De ahí que el dios patrono Tepoztécatl sería “el señor de las espaldas”. De acuerdo con el códice Magliabechi, así como en los escritos de Sahagún, esta deidad forma parte de los dioses del pulque, entre los que se encuentran Acolhuan, Pantécatl, Toltécatl, Tezcatzóncatl, todos ellos advocaciones del dios Ome Tochtli o “Dos Conejo”, dios del pulque y de la fertilidad, asociado a la luna y al germinar de la naturaleza. Así mismo, de acuerdo con la leyenda, Tepoztécatl es el hijo del viento y, por lo tanto, asociado a los dioses creadores como Ehécatl – Quetzalcóatl.
Antecedentes históricos
Alrededor de 1150 d.C., el colapso de las ciudades toltecas y la contracción de la frontera mesoamericana, originó migraciones de múltiples poblaciones. Dentro de este proceso, se dio la irrupción de los grupos nahuas a la región del Altiplano Central. Entre 1200 y 1220, los xochimilcas ocuparon la parte sur de la cuenca de México y la parte norte del actual territorio del estado de Morelos, fundando y ocupando los pueblos de Tepoztlán, Totolapan, Tlayacapan, Ocuituco, Tetela, y Hueyapan, entre otros. Es probable que la población original, antecesora de los popolocas o mixtecos, fue empujada hacia la región de Puebla – Tlaxcala o fue asimilada por los nahuas recién llegados. El señorío de Tepoztlán tuvo como sujetos a los pueblos de San Juan Tlacotenco (Tepecuytlapilco), Santa Catarina (Cacatepetlac), San Andrés de la Cal (Acacueyacan) Santo Domingo (Xocotitlan), Amatlán y Santiago Tepetlapa. Los límites de este señorío de filiación xochimilca fueron al norte con Xochimilco, al sur con Yauhtepec y Xihutepec, al oeste con Cuauhnáhuac y al este con Totolapan y Tlayacapan.
El señorío de Tepoztlán se resistió a los constantes embates de conquista de los señoríos vecinos, sobre todo de Cuauhnáhuac, aunque se llega a mencionar una conquista del señorío de Chalco después de 1300. De tal manera, Tepoztlán no aparece en los listados de conquistas de los tepanecas, ni de los mexicas, los cuales fueron durante sus dos primeros emperadores –Acamapichtli y Huitzilíhuitl– parte de los ejércitos tepanecas. Con la caída de Atzcapotzalco, capital de los tepanecas, y la formación de la Triple Alianza de Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan, el emperador Itzcóatl comenzó una fuerte expansión hacia el sur. Tepoztlán aparece dentro de las conquistas realizadas por este emperador en 1438. Sin embargo, los tepoztecas se rebelaron contra la dominación mexica y debieron volver a ser conquistados por Moctezuma Ilhuicamina. Si bien no se tiene una fecha para este evento, Chimalpain menciona el año de 1452 para esta conquista. A la muerte de este emperador y el ascenso de Axayácatl, se volvieron a levantar las poblaciones de Morelos, entre ellas Tepoztlán. Para el año de 1476, los mexicas sofocaron estas rebeliones y para la dedicación de la ampliación de Templo Mayor de Tenochtitlán efectuada por Axayácatl, en 1487, el códice Aubin menciona “nuevamente se pusieron señores en los cuatro pueblos Cuauhnáhuac, Tepoztlán, Oaxtepec y Xilloxochitepec”. Esta imposición de señores por parte del Imperio Mexica a estos pueblos, da cuenta de un mayor sometimiento y de la inclusión definitiva Tepoztlán al Imperio, ya que probablemente este gobernante impuesto debió ser un mexica o alguien emparentado con la casa real de Tenochtitlán. Desde este momento, Tepoztlán comenzó a tener un papel mucho más activo en las actividades realizadas por el Imperio Mexica.
Dentro de las obligaciones que tuvo Tepoztlán como parte del imperio, la primordial fue la entrega de tributo a la capital imperial, enviándolo a través de la cabecera tributaria de Cuauhnáhuac. Así mismo, el gobernante y su consejo tuvieron la obligación de asistir a ceremonias como las coronaciones de los emperadores y las dedicaciones del Templo Mayor. También pagaron tributo en trabajo, ya fuera para la realización de obras en Tenochtitlán o transportar materiales hasta esa capital, además de alimentar y ayudar a los ejércitos imperiales que pasaran por su territorio o acompañarlos como tropas auxiliares en las cada vez más lejanas guerras de expansión del Imperio.
Esta situación se mantuvo hasta el momento de la conquista española. Después de la derrota que sufrieron los hombres de Hernán Cortés y las tropas indígenas aliadas a manos de los mexicas, conocida como “La Noche Triste”, fue evidente para el conquistador español que sería imposible la captura de Tenochtitlán a menos que cortara todo acceso a la ciudad e inició una agresiva campaña para conquistar, uno a uno, los diferentes señoríos que se encontraban en la orilla del lago y en sus cercanías. En el caso de Tepoztlán, que fue fiel al Imperio Mexica, la caballería española y auxiliares llegaron al Señorío de Tepoztlán en medio de la noche, tomaron los palacios y el templo sin que hubiera una previa declaración de guerra, acciones contrarias a las tradiciones mesoamericanas, con lo que se conquistó Tepoztlán sin que hubiera batalla alguna. Finalmente, las tropas de Tepoztlán en unión con las de Cuauhnáhuac, Xochimilco y tantas otras marcharon junto con los españoles para terminar con el Imperio Mexica.
Con la imposición del régimen Virreinal, el santuario debió ser parcialmente abandonado, hasta mediados del siglo XVI cuando el fraile Dominico Domingo de la Anunciación realizó un acto de fe, en el cual destruyó parcialmente la banqueta del templo y prendió fuego al santuario, con lo que los techos colapsaron, quedando definitivamente abandonado.
El Santuario del Tepoztécatl
Las edificaciones de la cabecera del señorío de Tepoztlán se extendieron a los pies de uno de los peñones que delimitan al noroeste el valle del mismo nombre. Para los tepoztecos este peñón y su cima fue un área sagrada, ya que como mesoamericanos, ellos consideraron que en ese lugar se reunían las fuerzas frías del inframundo y las calientes del cielo, que da origen al tiempo, a la vida y al movimiento; además de que creían que los cerros estaban huecos y ahí se guardaba el agua y el espíritu de las plantas, que salían del cerro en forma de vapor, para formar las lluvias y hacer crecer la vegetación. De ahí que erigieron en ese lugar un santuario exclusivo al culto de su dios patrono Tepoztécatl.
Además, en este santuario vivió el “hombre – dios”, una persona que por determinadas características, físicas o asociadas a su fecha de nacimiento en algunos casos, era seleccionada por el dios, por lo que se consideraba que portaba la esencia del dios patrono y, por tanto, era su manifestación en el plano de los hombres. A lo largo del tiempo, en el santuario vivieron varias personas que fueron la manifestación del dios Tepoztécatl. Este santuario y el hombre – dios fueron tan importantes que se ha encontrado evidencias de peregrinos venidos desde Guatemala. Es muy probable que este insigne personaje bajara algunas veces al año a la cabecera, en las fiestas más solemnes de la población.
Para la construcción del santuario, los antiguos tepoztecas emprendieron grandes obras en el peñón. Con el propósito de aumentar el área disponible para la construcción, en algunas áreas recortaron la roca y en otras colocaron rellenos de tierra y roca contenidos por altos muros; de esta manera los tepoztecas crearon amplias terrazas sobre las cuales edificaron el templo y las habitaciones. Algunos de los materiales constructivos utilizados en el basamento piramidal y el templo no se tienen en el peñón, por lo que la cal y el tezontle, obtenidos de San Andrés de la Cal y de San Juan Tlacotenco respectivamente, fueron acarreados en los hombros de tamemes tepoztecos.
El peñón donde se encuentra el santuario está formado por tres lóbulos y un área central donde se unen los tres. Los lóbulos son el Oeste, el Este y el Norte. Las áreas donde se permite la visita son los lóbulos Oeste, Este y el área Central, mientras que el Norte se encuentra restringido exclusivamente a la investigación. En el lóbulo Oeste se encuentra el Templo de Tepoztécatl, complejo arquitectónico que está compuesto por tres elementos: el templo, sus dependencias y la plaza. En el lóbulo Este se tienen cuatro terrazas donde fueron construidas varias estructuras que se piensa que fueron habitaciones de los sacerdotes, sus servidores y hasta de artesanos expertos en el papel amate y la madera, ya que se tenía que elaborar banderines y esculturas de madera especiales para cada celebración. Y en el área Central se tiene tres elementos arquitectónicos (un muro, una banqueta y un cuarto) cuya función fue el control del acceso al área del santuario
El Templo del Tepoztécatl
El templo está compuesto de una gran plataforma, sobre la que se construyó una plaza y un basamento que tiene un perfil arquitectónico de talud y tablero en delantal. Sobre el basamento fue erigido el templo que cuenta con dos habitaciones además de un vestíbulo. La antecámara, fue el lugar más sagrado del templo, ahí estaba la efigie del dios Tepoztécatl, así como su bulto sagrado –un pequeño alijo con los objetos que habían sido entregados por el propio dios– que junto con el hombre – dios formaban uno de los canales más efectivos para comunicarse con la divinidad. En este lugar fue donde los sacerdotes ofrendaron para que el dios favoreciera sus peticiones. El vestíbulo, era el acceso al templo y donde se podían hacer los rituales “públicos”, entendiendo que la plaza que se encuentra frente al templo era muy pequeña y muy probablemente sólo podían estar los gobernantes de Tepoztlán.
Las paredes de la plataforma del templo, así como las alfardas que delimitan la escalinata, están inclinadas, en talud, y están divididas en dos por un somero saliente. Esta forma arquitectónica es denominada “talud y tablero en delantal” y es muy común para el periodo Posclásico Medio. Algunas de las estructuras más tempranas donde se le encuentra son, por ejemplo, Teopanzolco, donde al igual que en el templo del Tepoztécatl aparece en los cuatro costados de la estructura. También se encuentra en Tenayuca y Santa Cecilia, en una de las etapas tempranas del Templo Mayor de Tenochtitlán, así como en Tlatelolco. En estos dos últimos sitios el talud y tablero en delantal aparece asociado al templo de Tláloc, por lo que se puede proponer que este estilo arquitectónico está asociado a deidades de la fertilidad, como debió ser el caso del Tepoztécatl.
La escalinata que lleva al templo del Tepoztécatl tiene anchas alfardas y trece escalones. La huella de los escalones es muy pequeña, tal como corresponde a la tradición arquitectónica de Mesoamérica. El tamaño de los escalones no es a consecuencia de que los antiguos habitantes del santuario tuvieran pies muy pequeños, esto se hacía para obligar al que subiera al templo que lo hiciera con respeto y ligeramente inclinado; así mismo, al descender se tenía que hacer de lado, con lo que se evitaba que se le diera la espalda al Tepoztécatl.
El número de escalones, trece, es muy importante, ya que está relacionado con la concepción del universo mesoamericano. Eran 13 los días que tenía la “semana” del calendario ritual o Tonalpohualli, también eran 13 los cielos del universo mesoamericano. De tal manera, cuando se subían los escalones del templo, el sacerdote estaba subiendo cada uno de los cielos, hasta llegar al Omeyocan, el cielo de donde todo procede. Así mismo, se está recorriendo el tiempo, avanzando del primer numeral hasta el treceavo, que era el que cerraba la acción de los dioses que regían en cada trecena.
En medio de la plaza, existía un pequeño altar, en el cual se podían hacer rituales sin la necesidad de acceder al templo, rituales probablemente asociados a personas que por su condición social, no podían acceder al templo. Al sur de la plaza, se observan los restos de dos grandes cuartos, los cuales debieron servir como habitación del hombre – dios, así como guardar los objetos inherentes al culto.
La banqueta del Templo
Dentro de la cámara y la antecámara del templo, se conservan los restos de una baqueta con relieves, en donde aparece un texto formado por varios signos y que son un claro ejemplo del sistema de comunicación no lingüístico que se utilizó en el Posclásico, el cual es un sistema de escritura. El texto hace referencia al Dios Tepoztécatl, al sacrificio, y a las responsabilidades y poder de los gobernantes; todos los signos son arrastrados por chorros de agua y sangre atl chinolli, “el agua quemada”, que simboliza la unión de las fuerzas frías, terrenales y femeninas con las calientes, celestes y masculinas que daban vida al universo.
Los signos asociados al dios Tepoztécatl son sus hachas –artefacto característico de los dioses del pulque –. También se tiene un signo en forma de “U”, se trata de una nariguera que representa a un mismo tiempo, una olla, un hueso y más importante, el cuerpo de la luna. Los antiguos habitantes de Mesoamérica consideraban que la luna era una olla, hecha con el hueso de una cadera, llena de agua, lugar donde vivía un conejo. La luna y el conejo están asociados al pulque, la bebida alcohólica de Mesoamérica, la cual también era blanca. Es por esta razón que los dioses del pulque portan la nariguera lunar en la nariz y en el caso de Tepoztécatl la lleva también en el escudo. Otros signos asociados a esta deidad son la olla de pulque, su escudo y su tocado.
De los signos asociados al sacrificio sobresale un cráneo representado de perfil el cual lleva un ojo y una ceja en la parte superior. Tiene una perforación de la cual están brotando tres chorros de sangre; la perforación corresponde a la que se hacía para colocar los cráneos en el tzompantli, un altar en el cual se ensartaban los cráneos de los sacrificados en largas pértigas, atravesando los cráneos por sus costados. En la cosmovisión mesoamericana, la cabeza es el lugar que albergaba el tonalli (fuerza vital), y conservar el cráneo era mantener la fuerza vital de los sacrificados en el lugar, sacralizando el espacio. Otros signos de sacrificio en la banqueta son la cuerda del sacrificio, los adornos de papel, la bolsa de copal, la rodela y la bandera blanca así como la cabeza decapitada.
Los signos asociados al poder de los gobernantes son varios; el jaguar con plumas representa el valor de los guerreros, siendo una de las principales órdenes dentro de la estructura militar mexica, por lo que hace referencia al poder y valor en la batalla. También es el nahual del gobernante y signo de su poder y autoridad. Otro signo es el muñón de una garra de jaguar. Hay un Dios, el cual cumple al mismo tiempo ser un hombre y un jaguar, el cual perdió un pie, que es el dios Tezcatlipoca, en su nahual Tepeyólotl, el Corazón del Cerro, el jaguar que habita en las cuevas, que urge con su respiración y se escucha cada vez que uno se acerca a una cueva. En el mundo mesoamericano, toda parte de un cuerpo conserva la “energía” vital. Es por esto que se guardaban los cráneos de los sacrificados en el tzompantli, o los guerreros buscaban el brazo de una mujer muerta en el parto, las cihuateteo, para hacerse invencibles en el combate. De tal manera, ya sea el pie de Tepeyólotl o la pierna de un jaguar, está representando la fuerza de esta divinidad o de este animal, especialmente asociada al cerro. También se tiene las diademas reales con los signos de turquesa y banderas y la que tiene la cuerda de la penitencia y las espinas de maguey.
Visita a la zona arqueológica del Tepozteco
Esperamos que esta información lo haya motivado a visitar esta importante zona arqueológica del estado de Morelos. Y si ya la conoce, una segunda o tercera visita con esta información la enriquecerá.
Para aquellos que suben por primera vez, es muy importante tener en cuenta que el santuario se encuentra en la cima de un peñón, el cual está, de acuerdo con la cartografía de INEGI a 2085 m.s.n.m. mientras que, la plaza de Tepoztlán está a 1715m.s.n.m. esto es una diferencia de altura de 370 m que debe subirse por una vereda de 2km de longitud, se trata de una vereda rústica que no es fácil si uno no está acostumbrado a caminar en este tipo de terrenos. Dependiendo de la condición y el tipo de vida que se lleve, las personas pueden tardar entre 20 minutos y hasta tres horas en hacer el recorrido, por lo tanto es muy importante seguir unas normas básicas de seguridad. Si se tienen padecimientos cardiacos o respiratorios es mejor no intentar el ascenso. No hay que salirse del camino, porque es muy fácil perderse entre las formaciones rocosas y es muy peligroso, ya que hay muchos precipicios y es fácil despeñarse; si se desea caminar por entre las formaciones rocosas, lo mejor es contratar un guía local. Hay que llevar siempre zapatos cómodos y cerrados, las condiciones del camino hacen peligroso caminar con tacones, huaraches o zapatillas. Es necesario llevar agua suficiente para el recorrido, es muy fácil deshidratarse, especialmente si no está uno acostumbrado al clima de Morelos.