El arte desde Naj Tunich

Pablo Vargas se inspira en una cueva de Guatemala

Maritza Cuevas

  · lunes 13 de agosto de 2018

Exposición Naj Tunich / Fotos: Maritza Cuevas

En días pasados, se inauguró la exposición Naj Tunich del artista y creador Pablo Vargas Lugo en las instalaciones del Proyecto Siqueiros: La Tallera. Esta muestra artística contó con la curaduría de Michel Blancsubé.

La muestra toma el nombre de una cueva ubicada en Guatemala cerca de la frontera con Belice, famosa por albergar la mayor cantidad de pinturas rupestres de la cultura maya.

Pablo toma como eje principal una instalación que resultó de la expedición a la cueva de Naj Tunich. A través de la exposición, el artista profundiza en temas como la destrucción de la información, la inaccesibilidad, el arte público, la complejidad intercultural y los dilemas de la conservación.

Para el viaje que inspiró la muestra, realizado en mayo de 2017, Vargas estuvo acompañado por un especialista en la cultura maya, un arqueólogo y un equipo de filmación, con el propósito de recabar imágenes de su interior y después crear una instalación.

“Me interesó Naj Tunich hace más de 10 años, es un proyecto que lleva cocinándose en mi mente hace mucho tiempo, a raíz de mi interés en el arte maya, particularmente en la escritura jeroglífica", comentó.

“Es como un lenguaje escrito que se desarrolló muy lejos de todas las otras fuentes de lenguaje escrito conocidas en Asia, África y Europa, con características muy específicas, es una escritura que se deriva de los primeros jeroglíficos del área mixteco/zapoteca, de algunos que se encuentran en el área olmeca, pero se desarrolla en un lenguaje mucho más rico y sofisticado en el área maya”, señaló.

La cueva fue ocupada, entre el 200 y 900 de nuestra era, coincide con lo que se considera el clásico maya y además podemos encontrar evidencias de visitantes de Calakmul, Tikal, El Caracol, de las que eran metrópolis mayas de ese momento.

En Naj Tunich sucedían rituales de élite a los que tenían acceso personajes muy particulares y al término de esta época dejan de verse las escrituras fechadas, se considera que la ocupación ritual de la cueva todavía continúa durante unos siglos, pero se olvida su existencia hasta 1979 cuando es descubierta por accidente por Bernabe Pop, un campesino de la zona, esto está en el Petén guatemalteco.

“Algo muy triste es que penas a 10 años de ser descubierta y salir a la luz pública, la cueva fue vandalizada, en un acto que todavía no tiene una explicación clara, y desde entonces fue cerrada al público; su acceso es restringido a grupos de investigadores y personas que demuestren un interés en su conservación”, comentó.

En Naj Tunich sucedían rituales de élite a los que tenían acceso personajes muy particulares: Pablo Vargas

Después de conseguir el permiso del Ministerio de Cultura de Guatemala y con apoyo de la Fundación Jumex en mayo de 2017, Pablo tuvo acceso a su investigación en compañía de James Brady, quien fue uno de los primeros arqueólogos rupestres en investigar la cueva, la arqueóloga Megan E. O’Neil que en ese momento trabajaba en Museo de Arte del condado de Los Ángeles en la colección Mesoamericana, Rafael Ortega un frecuente colaborador fotógrafo de cine, y el curador Michel Blancsubé.

La obra principal de la exposición es un video titulado Luz y sonido en el cual se muestra un recorrido a fondo por la cueva y se muestra una versión de ésta, como especie de espectáculo arqueológico que va pidiéndonos que salgamos de ella. Me interesaba mucho lidiar esta idea de ritualidad que tenían los mayas, que apenas podemos atisbar que clase de rituales se llevaban a cabo ahí, y este otro ritual que sucede aún en el mundo contemporáneo, de una sociedad secreta que se guarda sus códigos y sus interpretaciones para sacarlas al mundo en diferentes maneras”, mencionó.

En el texto curatorial, Michel Blancsub señala que “en Naj Tunich, Vargas Lugo compara y mezcla las simbologías masónicas y mayas, asociándolas por la manera en que sus rituales envuelven de misterio sus propias prácticas y versiones del origen del mundo y las leyes que los regulan. Actúan en el secreto propio de la puerta cerrada, manteniendo el acceso limitado y abonando al misticismo”.

Pablo Vargas estudió Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre sus muestras individuales más importantes se encuentran Atlas, en el Museo Universitario del Chopo (2018); Micromegas, en el Museo Rufino Tamayo y el Museo Amparo de Puebla (2014); Intemperie, en el Museo Experimental El Eco (2012); Eclipses for Austin, en el Blanton Museum of Art de Austin (2009); Contemporary Projects, en el Museo del Condado de Los Ángeles (2005), y Congo Bravo, en el Museo de Arte Carrillo Gil.

Vargas se interesa en la escritura jeroglífica.

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