Un viernes por la tarde, un mensaje por Whatsapp, una invitación, una Roxy, una Lili; sonrisas obsequiosas que no se esconden.
Un domingo tempranero, un largo camino para llegar hasta la calle de Cerritos 189, lugar donde se encuentra un vergel de ensueño y en el que pisar su césped es casi un sacrilegio.
Sombreros con el corazón desnudo se paseaban en sana distancia, sin reconocerse. Habían pasado más de un año de no escuchar música juntos y cargaban miradas llenas de incertidumbre, pero también de gran anhelo, aunque el alma le llora a los que se han ido, como así se dijo.
Un Jesús Quintero, voluntades férreas, un Sergio, una María Luisa, un templete, una mesa con diferentes vinos, un recital, dos artistas mexicanos:
Diego Cajas Torres en el clarinete, Fernando Saint Martin, al Piano.
La música de: Arturo Márquez (1950), Carlos Guastavino (1912-2000), Paquito D ́Rivera (1948), Astor Piazzolla (1921-1992).
Majestuosa fue la vibración del piano que entre allegros spiritosos y habaneras pusieron a zarabandear a todas las hojas de los mayestáticos árboles, que también disfrutaban el canto del alegre arroyo mezclado con el dulce sonido del clarinete.
Todas las emociones se entremezclaron, ya fuera con el viento o entre las nubes que coronaron al delicado y fresco día.
Los sentimientos no mienten y le rindieron su humilde pleitesía a ese momento, Las lágrimas tampoco brotaron, sólo emigraron diluyéndose en cada célula del cuerpo.
Un "Oblivion" de Astor Piazzola y unos pájaros divirtiéndose con atrapar al aire las notas musicales, que después esparcieron por todo ese edén adueñándose de los sentidos.
Ojos humedecidos, corazones palpitantes, manos que ovacionaban el momento.
¡Estábamos volando!
Gracias, amigos de la música, por este magnífico y necesario recital.
Esperamos con ansia el siguiente.