La flor de cempasúchil tiene su propia leyenda... ¿la conoces? acomodate en tu lugar favorito, prepárate un chocolate o café caliente y lee esta historia:
Hace mucho tiempo existieron Xóchitl y Huitzilin, dos pequeños que se conocieron desde su nacimiento... compartieron su infancia, y con el paso de los años cosecharon una fuerte amistad que tiempo después se convirtió en un amor juvenil.
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Uno de tantos días que compartieron juntos, decidieron subir a lo alto de una colina en la que el sol deslumbraba con fuerza. En ese lugar, se creía que habitaba el dios del Sol y los dos enamorados estaban convencidos de visitarlo para bendecir su amor.
El camino fue largo... pero finalmente llegaron, y una vez frente al dios del Sol, recibieron la aprobación de su unión y una bendición eterna de su amor.
Algo cambió inesperadamente...
El principio de una tragedia se avecino cuando inesperadamente Huitzilin fue llamado a participar en una batalla para defender a su pueblo y tuvo que separarse de su amada para enlistarse en la guerra.
Meses después de la guerra, Xóchitl se enteró de que su amado había perdido la vida en el campo de batalla, y el dolor de su partida fue tan grande que regresó a la colina a rogarle al dios del Sol que le permitiera unirse a él en el más allá.
Así nació una radiante flor
El Sol recordaba a la joven enamorada que alguna vez bendijo, y al verla tan afligida lanzó un rayo dorado sobre ella que la convirtió en una hermosa flor. Sobre la tierra, permaneció por muchas estaciones aquel tierno botón cerrado.
Hasta que un día de otoño, un colibrí se acercó atraído por el aroma de esta flor y al posarse sobre sus hojas, la radiante flor se abrió y mostró veinte pétalos de un amarillo profundo igual que el Sol.
Era Xóchitl que en forma de cempasúchil reconoció a su amado Huitzin quien tomó la forma de un colibrí para poder reencontrarse con ella. Una historia de amor que perdurará por siempre...