/ jueves 22 de abril de 2021

Delegación marítima zapatista

Sororidad

El mundo se mueve, en todas las vertientes, y los pueblos originarios no cejan su labor en búsqueda de lo verdadero; de ahí que enorgullece y conmueve este enlace zapatista que llegó a mí hace unos días.

Los zapatistas han preparado un viaje a Europa. Es una delegación voluntaria para viajar en barco. La primera zapatista, o cómo ellos la llaman ‘‘ loa primeroa zapatista’’. Siete personas, siete zapatistas, formarán la fracción marítima de la delegación: Lupita (19), Carolina (26), Ximena 25, Yuli 37, Bernal 57, Darío 47 y Marijose (39)

Para llegar a este calendario tuvieron que enfrentar reparos, consejos, desalientos, llamados a la mesura y a la prudencia, francos sabotajes, mentiras, malhabladas, recuentos detallados de las dificultades, chismes e insolencias, y una frase que les repitieron hasta el asco: “eso que quieren hacer es muy difícil, por no decir imposible”

Y, claro, diciéndoles, ordenándoles, lo que debían y no hacer. Todo eso, en este y el otro lado del océano.

Claro, todo eso sin contar los obstáculos del supremo gobierno y su burocracia ignorante, necia y racista.

Si los dejan desembarcar, la primera planta que pisará suelo europeo no será de un hombre, ni mujer; será de ‘‘unoa otroa’’.

Dicen que es lo que el Sub Marcos hubiera calificado como “cachetada con media negra para toda la izquierda heteropatriarcal”.

Se ha decidido que Marijose sea la primera en desembarcar, y en cuanto ponga sus dos pies sobre territorio europeo, gritará:

« A nombre de mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora “Europa”, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP;“Tierra Insumisa”, “Tierra que no se resigna, que no desmaya”. Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no». Esto será la madrugada del cuarto mes, desde las montañas del sureste mexicano:

« Un silencio repentino se impone a los grillos, al ladrido disperso y lejano de los perros, al eco de una música de marimba. Aquí, en las entrañas de los cerros, un susurro más que un ronquido. Si no estuviéramos dónde estamos, podría pensarse que es un rumor de mar abierto, no las olas reventando contra la costa, la playa, el acantilado acotado con un tajo caprichoso. No, algo más. Y entonces… un largo quejido y un temblor intempestivo, breve; la montaña se alza, se arremanga, con pudor, un poco las naguas. No sin trabajos arranca sus pies de la tierra. Da el primer paso con un gesto de dolor. Ahora le sangran las plantas a esta montaña pequeña, lejana de los mapas, los destinos turísticos y las catástrofes. Pero aquí todo es complicidad, así que una lluvia anacrónica le lava los pies y, con lodo, le cura las heridas.

—Cuídate, hija”, le dice la Ceiba madre. —Ánimo, habla el huapác, como contigo misma. El pájaro tapa camino, la guía... —al oriente, amiga, al oriente —dice, mientras brinca de un lado a otro. Vestida de árboles, aves y piedras, camina la montaña. Y a su paso, se agarran a los bordes de su nagua hombres-mujeres, quienes no son ni las unas ni los otros. Niñas y niños somnolientos van trepando por su blusa, coronan la punta de sus pechos, siguen a sus hombros y, ya sobre lo alto de su cabellera, despiertan.

«...Al oriente, el sol, apenas asomado al horizonte, detiene un poco su necia y cotidiana ronda. Le ha parecido ver que una montaña con una corona de seres humanos camina. Pero más allá del sol y de unas nubes grises que la noche dejó olvidadas, nadie aquí parece sorprenderse.

—De por sí, así estaba escrito —dice el Viejo Antonio mientras afila el machete de doble filo, y la Doña Juanita asiente con un suspiro.

«...En el fogón huele a café y a maíz cocido. En la radio comunitaria se escucha una cumbia. La letra habla de una leyenda imposible: una montaña navegando a contrapelo de la historia».

Así dió fé el SupGaleano.

Abril del 2021.

El mundo se mueve, en todas las vertientes, y los pueblos originarios no cejan su labor en búsqueda de lo verdadero; de ahí que enorgullece y conmueve este enlace zapatista que llegó a mí hace unos días.

Los zapatistas han preparado un viaje a Europa. Es una delegación voluntaria para viajar en barco. La primera zapatista, o cómo ellos la llaman ‘‘ loa primeroa zapatista’’. Siete personas, siete zapatistas, formarán la fracción marítima de la delegación: Lupita (19), Carolina (26), Ximena 25, Yuli 37, Bernal 57, Darío 47 y Marijose (39)

Para llegar a este calendario tuvieron que enfrentar reparos, consejos, desalientos, llamados a la mesura y a la prudencia, francos sabotajes, mentiras, malhabladas, recuentos detallados de las dificultades, chismes e insolencias, y una frase que les repitieron hasta el asco: “eso que quieren hacer es muy difícil, por no decir imposible”

Y, claro, diciéndoles, ordenándoles, lo que debían y no hacer. Todo eso, en este y el otro lado del océano.

Claro, todo eso sin contar los obstáculos del supremo gobierno y su burocracia ignorante, necia y racista.

Si los dejan desembarcar, la primera planta que pisará suelo europeo no será de un hombre, ni mujer; será de ‘‘unoa otroa’’.

Dicen que es lo que el Sub Marcos hubiera calificado como “cachetada con media negra para toda la izquierda heteropatriarcal”.

Se ha decidido que Marijose sea la primera en desembarcar, y en cuanto ponga sus dos pies sobre territorio europeo, gritará:

« A nombre de mujeres, niños, hombres, ancianos y, claro, otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que sus naturales llaman ahora “Europa”, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP;“Tierra Insumisa”, “Tierra que no se resigna, que no desmaya”. Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no». Esto será la madrugada del cuarto mes, desde las montañas del sureste mexicano:

« Un silencio repentino se impone a los grillos, al ladrido disperso y lejano de los perros, al eco de una música de marimba. Aquí, en las entrañas de los cerros, un susurro más que un ronquido. Si no estuviéramos dónde estamos, podría pensarse que es un rumor de mar abierto, no las olas reventando contra la costa, la playa, el acantilado acotado con un tajo caprichoso. No, algo más. Y entonces… un largo quejido y un temblor intempestivo, breve; la montaña se alza, se arremanga, con pudor, un poco las naguas. No sin trabajos arranca sus pies de la tierra. Da el primer paso con un gesto de dolor. Ahora le sangran las plantas a esta montaña pequeña, lejana de los mapas, los destinos turísticos y las catástrofes. Pero aquí todo es complicidad, así que una lluvia anacrónica le lava los pies y, con lodo, le cura las heridas.

—Cuídate, hija”, le dice la Ceiba madre. —Ánimo, habla el huapác, como contigo misma. El pájaro tapa camino, la guía... —al oriente, amiga, al oriente —dice, mientras brinca de un lado a otro. Vestida de árboles, aves y piedras, camina la montaña. Y a su paso, se agarran a los bordes de su nagua hombres-mujeres, quienes no son ni las unas ni los otros. Niñas y niños somnolientos van trepando por su blusa, coronan la punta de sus pechos, siguen a sus hombros y, ya sobre lo alto de su cabellera, despiertan.

«...Al oriente, el sol, apenas asomado al horizonte, detiene un poco su necia y cotidiana ronda. Le ha parecido ver que una montaña con una corona de seres humanos camina. Pero más allá del sol y de unas nubes grises que la noche dejó olvidadas, nadie aquí parece sorprenderse.

—De por sí, así estaba escrito —dice el Viejo Antonio mientras afila el machete de doble filo, y la Doña Juanita asiente con un suspiro.

«...En el fogón huele a café y a maíz cocido. En la radio comunitaria se escucha una cumbia. La letra habla de una leyenda imposible: una montaña navegando a contrapelo de la historia».

Así dió fé el SupGaleano.

Abril del 2021.

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