Guanajuato.- Lane y Alika son extranjeros, tienen entre 50 y 60 años, y están enamorados. Él nació en Chicago, Estados Unidos, y ella en Johannesburgo, Sudáfrica. Embelesados aún por un amor conservado durante décadas decidieron visitar México porque dicen que tenemos una cultura que en verdad les ha tocado el corazón.
En su viaje, una de las paradas obligadas que vieron recomendadas una y otra vez en páginas y videos de viajes en internet es el Callejón del Beso, en el centro histórico de Guanajuato, donde esperan inmortalizar su amor en una foto para el recuerdo y sus redes sociales.
“Es casi como un monumento al amor. Tiene una gran historia, conmovedora, como la de Romeo y Julieta. Además, la arquitectura es muy bonita y las calles serpentean, son un hermoso laberinto”, dice Alika, antes de adentrarse al famoso callejón y darse el beso obligatorio en el tercer escalón.
¿Qué pasa si una pareja no se besa en el Callejón del Beso?
Justo ahí, cuenta la leyenda, el besarse en el tercer escalón del Callejón del Beso otorgará siete a 15 años —el número depende del guía— juntos a la pareja que lo hace. De no hacerlo, se presagian lastimeros y tormentosos años de mala fortuna. Luego se separarán para cada uno subir y volver a encontrarse arriba, en los balcones, donde habrán de consumar la tradición turística.
La imagen será bella y el recuerdo tal vez dure de por vida, pero no se trata de una actividad gratuita, sino una muy constante fuente de ingresos para los dueños y trabajadores de cada uno de los balcones. Así como para los guías y fotógrafos que esperan a los turistas al pie de la estrechísima escalinata para contarles la trágica historia del amor imposible entre Ana, que fue asesinada por su poderoso padre, y Carlos un pobre minero quien se suicidó al no poder vivir sin su amada.
“Yo creo que vienen hasta cuatro mil personas, si no es que más a la semana, porque es el punto que más visita el turismo. Antes ni le hacían caso al callejón, estaba todo bien feo, y ahora hasta se pelean por el dinero”, cuenta Mario, uno de los guías, quien afirma, a El Sol de México, que la afluencia aumenta en el mes de octubre con el transcurso del Festival Internacional Cervantino.
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“Arriba ahora cobran los dueños, pero antes no daban chance de entrar a nadie a las casas. Las dueñas de antes no lo permitían, pero fallecieron de grandes hace ya varios años” sigue Mario, quien ha trabajado en el lugar desde hace 36 años, por lo que recuerda que en 2022 el Callejón del Beso tuvo que cerrar por diferencias entre los actuales dueños de los balcones y los fotógrafos.
Las dueñas de los balcones del Callejón del Beso murieron hace 25 años. “Ellas se llamaban doña Macaria y doña Chinchita, eran viejitas, de más de 100 años, pero bien trabajadoras, hacían artesanías y monitas de esas que venden en Semana Santa”, relata el guía, quien afirma que, gracias a su oficio, que según dice está regulado por Turismo del gobierno de Guanajuato, ha podido mantener y dar educación a sus cinco hijos.
¿Cuánto cuesta entrar a los balcones del Callejón del Beso?
En sí visitar el lugar y besarse en el tercer escalón, no tiene ningún costo. La foto y el video del recuerdo es de cooperación voluntaria para el guía.
Por acceder a los famosos balcones cobran por separado 50 pesos. El mirador pertenece a dueños distintos, quienes han hecho de esos pisos pequeñas tiendas donde se venden todo tipo de recuerditos de Guanajuato.
Una vez en los balcones, los enamorados tienen la opción de ser fotografiados con una cámara digital profesional por un costo de 50 pesos, la cual pueden descargar de manera digital. Si se quiere que la fotografía sea impresa, tiene otro precio más elevado, dependiendo el marco que se le quiera poner. Así el costo total de toda la experiencia puede va de 150 a 250 pesos.
¿Qué hay en el Callejón del Beso?
Además de la experiencia, los besos, las fotos y los recuerdos, a mitad del Callejón del Beso hay un pequeño bar. En otro local, se pueden comprar candados de diferentes precios y tamaños, en los cuales los enamorados ponen sus nombres y los dejan prendidos de una puerta de rejas, igual a como sucede en el Pont des Arts en París.
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El que haya diferentes negocios, relata un trabajador de uno de los balcones, se debe a que los predios de las casas protagonistas de esta magia turística están divididos entre varios dueños. Mientras tanto, los amorosos andan y se van.