En la hermosa y calurosa noche del 18 mayo, se presentó en la histórica Casona Spencer de Cuernavaca el libro “Pájaros en mi cabeza”, de ediciones Rosa Ma. Porrúa. Guillermina Quindós, la escritora, apareció radiante entre flores rojas, románticas velas y su acostumbrada sonrisa. Sus invitados, familiares y amigos acudieron puntuales y con sumo interés para escucharla hablar de sus grandes pasiones: la escritura, la pintura y la escultura, que alternó con gran maestría, ya que se exhibieron sus esculturas, su caja “arte-objeto”, que contiene los grabados de sus propias esculturas y, por supuesto, su libro. Se dice fácil conjugar tres tipos de arte de manera paralela, pero Guillermina Quindós logró esa mágica noche.
Con su percepción de artista inteligente y reflexiva, plasma de igual manera esas virtudes en su libro que deleita al lector por el orden armonioso de sus palabras sensibles y poéticas, aunque algunos de sus relatos sean verdaderamente difíciles de digerir y resulte imposible cambiar la hoja con indiferencia.
En sus relatos pude volar con ella hacia una tarde cálida en la playa de Telchac, Yucatán, con flamencos dibujando el horizonte y una guitarra de la trova yucateca cantándole a un “Pájaro azul” tan inspirador para muchos. Esas mismas guitarras le cantaban también a su luna, a la luna de todos y la luna de aquel chileno que se convirtió en el dueño terrenal de nuestro enamoradizo astro, mientras los aluxes trabajaban al unísono hasta lograr su propósito en aquellas tierras mayas.
“Pájaros en mi cabeza” hace referencia a las filosofías primigenias y a muchos filósofos que han logrado revolucionar el pensamiento humano a través de los siglos. Habla de Carl Sagan, Oscar Wilde, la Coatlilcue y la Tonantzinque se ven arraigados en sus pensamientos más profundos cuestionándose su cosmovisión. Menciona también, de manera recurrente, a Eduardo Galeano, Albert Einstein, Octavio Paz, Alejandro Jodorowsky, Stephen Hawking y Jorge Volpi entre otros. Yo encuentro que lo que tienen en común estos grandes hombres es que son libres pensadores, seres humanos que han roto necesariamente los paradigmas filosóficos existenciales para trascender en este mundo condenado a pensar en una línea recta y ahora son íconos de nuestro pensamiento.
Guillermina ha sido capaz de convertirse en “aire, en Re sostenido con azul jacaranda” y hablar de las teorías newtonianas acerca del color y las propuestas de Kandinsky.
Guillermina ha sido, de igual manera, capaz de crear su propio credo para resistir los embates insólitos del mundo en que vivimos, presos de nuestras propias emociones. Bien refiere en su libro que Schumann decía: “La misión del artista es echar luz sobre las tinieblas del ser humano”, y como diría también Eduardo Galeano: “Es tiempo de vivir sin miedo. Es tiempo de enfrentar y cambiar el mundo en que vivimos”.