/ miércoles 3 de febrero de 2021

Con Raúl Vera, desde Cuernavaca (I)

Las Vueltas que da la Vida

Mis muy queridos amigos, antes de iniciar con el tema del retiro de don Raúl Vera López, hasta hace unos días obispo de Saltillo y el último de los obispos llamados humanistas -pertenecientes o simpatizantes de la Teología de la Liberación-, déjenme decirles que no fue sino hasta estos pasados días que sentí la fuerza arrasadora de la pandemia cerca de mí.

∝Sí, lamentaba mucho los casos de contagio en aumento, sin embargo eran sólo números porque los sentía lejos de mí. Pero cuando el virus golpea a alguien cercano a tu familia, se siente una tristeza tan grande que no le queda a uno más que seguir cuidándose mucho y rezar. El Dalai Lama ante la pregunta que le hicieron de cuál sería la mejor religión, respondió: “La que más te acerque a Dios”. Así es que con la vista puesta en árboles, nuestro increíble cielo azul, flores, cotorros y urracas volando frente a mí, la creación misma de la naturaleza o sea de Dios, me pongo a orar y me pondré cada vez que me entere de una amiga o amigo que sean contagiados, eso sí, con toda mi fe puesta en la esperanza de su pronto restablecimiento.

En otro orden de ideas, ahora sí le entramos a la muy interesante vida de don Raúl Vera, a quien entrevisté gracias a la intermediación de nuestro querido P. Baltasar López Bucio quien me citó en la Catedral de Santa María de la Anunciación en Cuernavaca, para presentármelo. Y tiene tan afable carácter que casi de inmediato inicié una muy interesante y larga conversación que les sintetizaré en dos partes en este precioso espacio que me brinda El Sol de Cuernavaca.

Ya se esperaba la noticia de su retiro como VI obispo de Saltillo. Los 75 años de edad es el límite fijado por la Iglesia para continuar ejerciendo como obispos o arzobispos, y don Raúl cumple 76 a mediados de este año. Único sobreviviente de aquel formidable grupo de los cuatro últimos obispos a los que la jerarquía nunca sometió sobre todo cuando siguiendo el llamado de su conciencia, apoyaban la defensa de pobres, indígenas, movimientos sociales o marginados. Esto los alejó tanto de la cúpula que en el caso de don Samuel Ruiz García, el llamado defensor de los pueblos indígenas fallecido el 24 de enero de 2011 a los 86 años ya siendo obispo emérito de San Cristóbal Las Casas, al morir, se encontraba tan alejado de la cúpula religiosa que sólo mandaron un mensaje de pésame.

Arturo Lona Reyes obispo emérito de la diócesis de Tehuantepec, llamado el obispo de los pobres, quien falleció el 31 de octubre pasado a los 94 años por complicaciones de su diabetes con Covid a quien entrevisté en el interior de la cárcel del Istmo y don Sergio Méndez Arceo de la diócesis de Morelos, llamado el obispo rojo por su cercanía con grupos guerrilleros y revolucionarios de dentro y fuera del país, decía: “No apruebo la violencia, pero entiendo los motivos que la provocan”. Todos ellos, al igual que don Raúl Vera, saltaban a la palestra pública cuando abrazaban una causa que consideraban justa. Y en su caso, Vera López aseguró que al convivir, como estudiante en la UNAM -hizo la carrera de Químico-, aprendió a tratar a jóvenes de distintas ideologías, algunas extremas pero “explicar a grupos de comunistas lo que es una religión, una fé aterrizada, esto acrecentó mi propia fe y es que desde estudiante trabajaba con mis condiscípulos en la pastoral universitaria. Me enviaron a Roma y ya cuando regresé de Italia, ya sacerdote luego del 68, enfrenté una cultura que ya había cambiado la mente de los estudiantes. Tuve otra vez que aprender a comunicarme con ellos. Además, ya no era un estudiante más, sino ya era yo el padrecito dominico hablando con estudiantes.

Luego de ser obispo en Altamirano, Guerrero, en la década de los 90, años después, fui asignado a la diócesis de Chiapas. Reconozco que me enviaron para corregir a don Samuel por su decidida defensa de los derechos humanos de los indígenas lo que incomodaba a los terratenientes que empleaban a estos indígenas como mano de obra barata. Pero lo que es la vida, tan pronto llegué con don Samuel y platiqué con él largamente me convenció que era un hombre que amaba a su iglesia y su pastoral y desde ese momento nos dividimos la diócesis para trabajar mejor en equipo siempre a favor de la problemática indígenas. Eso sí me dijo un día: ´Mira Raúl si yo veo que empiezas a hacer cosas que no estoy de acuerdo porque afecten a la diócesis, yo me voy porque ni afectaré tu trabajo ni arriesgaré a la comunidad. Y para mi -me dice mirándome de frente, casi siempre lo hace cuando platica-, eso fue un gran gesto de don Samuel, ese viejo, pensé, sí que quiere a su iglesia, supe que estaba frente a un buen pastor que no iba a hacerle daño a su grey. Y no sólo nunca me dio una orden de cómo trabajar, sino que me dio acceso a todo, a toda su información sin esconder nada. Esta actitud tan abierta me daba paz. No había nada oculto en don Samuel.

Nos teníamos tanto respeto que desde un principio me presentó como su sucesor. Las comunidades indígenas me dijeron claramente que si yo quería que me llamaran Tatik (Tatic o J'tatik que significa padre en tzotzil, lengua maya que se habla en los Altos de Chiapas) ese título me lo tendría que ganar y puedo decir que con mi trabajo lo hice. Se amolaron quienes pensaron que saldríamos peleados porque después de ocho años trabajando juntos, salimos hermanos. Se suponía que cuando terminara el período de don Samuel, quedaría yo como obispo, pero ya no les convine y unas semanas antes, me cambiaron para sacarme de Chiapas a pesar de que era yo el obispo coadjutor o sea el sucesor. No me permitieron quedarme porque de alguna manera hubiera sido el sucesor de un Bartolomé de Las Casas como lo fue don Samuel por su defensa de los indígenas en Chiapas. Cuando me nombran VI obispo de Saltillo, obedecí la orden a pesar de mi enamoramiento del proceso en Chiapas. Y a pesar de que no se me tomó en cuenta para la decisión; si ni hubiera obedecido hubiera puesto a don Samuel en un predicamento. ´Mira, como lo contaminó, tan bueno que era Raúl antes de llegar a Chiapas´. Eso sí. al Nuncio Apostólico que era Justo Mullor le externé mi inconformidad por sacarme de Chiapas. Don Samuel y yo no nos despedimos realmente porque no fue una separación, mi hermano Samuel nunca se salió de mi corazón. Continúo el próximo lunes.

Mis muy queridos amigos, antes de iniciar con el tema del retiro de don Raúl Vera López, hasta hace unos días obispo de Saltillo y el último de los obispos llamados humanistas -pertenecientes o simpatizantes de la Teología de la Liberación-, déjenme decirles que no fue sino hasta estos pasados días que sentí la fuerza arrasadora de la pandemia cerca de mí.

∝Sí, lamentaba mucho los casos de contagio en aumento, sin embargo eran sólo números porque los sentía lejos de mí. Pero cuando el virus golpea a alguien cercano a tu familia, se siente una tristeza tan grande que no le queda a uno más que seguir cuidándose mucho y rezar. El Dalai Lama ante la pregunta que le hicieron de cuál sería la mejor religión, respondió: “La que más te acerque a Dios”. Así es que con la vista puesta en árboles, nuestro increíble cielo azul, flores, cotorros y urracas volando frente a mí, la creación misma de la naturaleza o sea de Dios, me pongo a orar y me pondré cada vez que me entere de una amiga o amigo que sean contagiados, eso sí, con toda mi fe puesta en la esperanza de su pronto restablecimiento.

En otro orden de ideas, ahora sí le entramos a la muy interesante vida de don Raúl Vera, a quien entrevisté gracias a la intermediación de nuestro querido P. Baltasar López Bucio quien me citó en la Catedral de Santa María de la Anunciación en Cuernavaca, para presentármelo. Y tiene tan afable carácter que casi de inmediato inicié una muy interesante y larga conversación que les sintetizaré en dos partes en este precioso espacio que me brinda El Sol de Cuernavaca.

Ya se esperaba la noticia de su retiro como VI obispo de Saltillo. Los 75 años de edad es el límite fijado por la Iglesia para continuar ejerciendo como obispos o arzobispos, y don Raúl cumple 76 a mediados de este año. Único sobreviviente de aquel formidable grupo de los cuatro últimos obispos a los que la jerarquía nunca sometió sobre todo cuando siguiendo el llamado de su conciencia, apoyaban la defensa de pobres, indígenas, movimientos sociales o marginados. Esto los alejó tanto de la cúpula que en el caso de don Samuel Ruiz García, el llamado defensor de los pueblos indígenas fallecido el 24 de enero de 2011 a los 86 años ya siendo obispo emérito de San Cristóbal Las Casas, al morir, se encontraba tan alejado de la cúpula religiosa que sólo mandaron un mensaje de pésame.

Arturo Lona Reyes obispo emérito de la diócesis de Tehuantepec, llamado el obispo de los pobres, quien falleció el 31 de octubre pasado a los 94 años por complicaciones de su diabetes con Covid a quien entrevisté en el interior de la cárcel del Istmo y don Sergio Méndez Arceo de la diócesis de Morelos, llamado el obispo rojo por su cercanía con grupos guerrilleros y revolucionarios de dentro y fuera del país, decía: “No apruebo la violencia, pero entiendo los motivos que la provocan”. Todos ellos, al igual que don Raúl Vera, saltaban a la palestra pública cuando abrazaban una causa que consideraban justa. Y en su caso, Vera López aseguró que al convivir, como estudiante en la UNAM -hizo la carrera de Químico-, aprendió a tratar a jóvenes de distintas ideologías, algunas extremas pero “explicar a grupos de comunistas lo que es una religión, una fé aterrizada, esto acrecentó mi propia fe y es que desde estudiante trabajaba con mis condiscípulos en la pastoral universitaria. Me enviaron a Roma y ya cuando regresé de Italia, ya sacerdote luego del 68, enfrenté una cultura que ya había cambiado la mente de los estudiantes. Tuve otra vez que aprender a comunicarme con ellos. Además, ya no era un estudiante más, sino ya era yo el padrecito dominico hablando con estudiantes.

Luego de ser obispo en Altamirano, Guerrero, en la década de los 90, años después, fui asignado a la diócesis de Chiapas. Reconozco que me enviaron para corregir a don Samuel por su decidida defensa de los derechos humanos de los indígenas lo que incomodaba a los terratenientes que empleaban a estos indígenas como mano de obra barata. Pero lo que es la vida, tan pronto llegué con don Samuel y platiqué con él largamente me convenció que era un hombre que amaba a su iglesia y su pastoral y desde ese momento nos dividimos la diócesis para trabajar mejor en equipo siempre a favor de la problemática indígenas. Eso sí me dijo un día: ´Mira Raúl si yo veo que empiezas a hacer cosas que no estoy de acuerdo porque afecten a la diócesis, yo me voy porque ni afectaré tu trabajo ni arriesgaré a la comunidad. Y para mi -me dice mirándome de frente, casi siempre lo hace cuando platica-, eso fue un gran gesto de don Samuel, ese viejo, pensé, sí que quiere a su iglesia, supe que estaba frente a un buen pastor que no iba a hacerle daño a su grey. Y no sólo nunca me dio una orden de cómo trabajar, sino que me dio acceso a todo, a toda su información sin esconder nada. Esta actitud tan abierta me daba paz. No había nada oculto en don Samuel.

Nos teníamos tanto respeto que desde un principio me presentó como su sucesor. Las comunidades indígenas me dijeron claramente que si yo quería que me llamaran Tatik (Tatic o J'tatik que significa padre en tzotzil, lengua maya que se habla en los Altos de Chiapas) ese título me lo tendría que ganar y puedo decir que con mi trabajo lo hice. Se amolaron quienes pensaron que saldríamos peleados porque después de ocho años trabajando juntos, salimos hermanos. Se suponía que cuando terminara el período de don Samuel, quedaría yo como obispo, pero ya no les convine y unas semanas antes, me cambiaron para sacarme de Chiapas a pesar de que era yo el obispo coadjutor o sea el sucesor. No me permitieron quedarme porque de alguna manera hubiera sido el sucesor de un Bartolomé de Las Casas como lo fue don Samuel por su defensa de los indígenas en Chiapas. Cuando me nombran VI obispo de Saltillo, obedecí la orden a pesar de mi enamoramiento del proceso en Chiapas. Y a pesar de que no se me tomó en cuenta para la decisión; si ni hubiera obedecido hubiera puesto a don Samuel en un predicamento. ´Mira, como lo contaminó, tan bueno que era Raúl antes de llegar a Chiapas´. Eso sí. al Nuncio Apostólico que era Justo Mullor le externé mi inconformidad por sacarme de Chiapas. Don Samuel y yo no nos despedimos realmente porque no fue una separación, mi hermano Samuel nunca se salió de mi corazón. Continúo el próximo lunes.

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