Recuerdo que era un 27 de junio del 2004 cuando nos vestimos de blanco para ir a la manifestación en la Ciudad de México ante la inseguridad que ya se había venido generando tiempo atrás en nuestro país. En aquellos tiempos López Obrador era regente de la ciudad, y Fox, el presidente. "Rescatemos México", fue el slogan de la madre de todas las marchas del siglo XX, que también se replicó en otras ciudades de la República.
Muchas personas habíamos votado no por los partidos que venían "con todo", sino en contra del régimen que había lastimado tanto a este país. Lo único malo fue que no sabíamos que a partir de esa marcha nuestras exigencias se convertirían en ultra derechistas, neoliberales y, peor aún, en "fifís". ¡Qué indignación sentimos miles y miles de participantes que no representábamos a ningún partido, asociación o grupo, ante la respuesta indiferente de aquel regente, ahora presidente.
Hoy, las retóricas son las mismas, no redimen, sólo lastiman. Y las esperanzas violetas no quieren contar hasta diez, ellas tienen otros datos y siguen luchando en contra de los abominables femenicidios, las violencias exacerbadas y los derechos a decidir de las mujeres.
En aquellos días el mismo Carlos Monsivais, nuestro querido Monsi, férreo defensor de López Obrador, consideró que había sido un gran error esa lamentable indiferencia:
«Si alguien no lo ha dicho debía decirlo: Se hace el mensaje al marchar, y el mensaje del domingo en la mañana es de respuesta colectiva, de exigencia a las autoridades y de solidaridad con las víctimas. A la izquierda le toca analizar con cuidado y rapidez el mensaje múltiple de la marcha, pero sin confundir la intención de unos con la elocuencia del acto mismo. De antemano, creo posible afirmar que fue una marcha muy significativa de esa zona que no pertenece a la izquierda o a la derecha, sino a la angustia de la ciudadanía y a la urgencia del estado de derecho. Si frente a la inseguridad no aplazamos nuestras diferencias, nunca construiremos los espacios mínimos para el diálogo»
Eso me recuerda también lo que Susan Sontag escribió en su libro "Ante el dolor de los demás", que de alguna manera aplica a las muchas situaciones de hoy en día:
«Qué fácil resulta, desde el sillón, lejos del peligro, sostener un talante de indiferencia cuando a unas personas se le presentan pruebas de lo que unos seres humanos son capaces de inflingir a otros, sin compadecerse.
Es una persona que no ha alcanzado la madurez moral o psicológica. A partir de determinada edad, nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia»
Presidente, rompa el pacto.