/ viernes 26 de abril de 2024

La Novena de Beethoven: obra clásica e inmortal que se ha transformado con el tiempo

El director de la Orquesta Sinfónica Nacional, Ludwig Carrasco habla de los cambios y permanencias de la Novena Sinfonía de Beethoven y recomienda las grandes interpretaciones de la obra

Hasta la fecha, la Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, de Beethoven (1770-1827), también conocida simplemente como la Novena Sinfonía o Coral es una de las obras más valoradas, codiciadas y representadas alrededor del mundo. Su belleza y fama hacen que se agoten las entradas de cualquier recinto sin importar la época del año, lo cual obliga a todos los jóvenes músicos orquestales a conocerla y tocarla desde antes de concluir sus estudios, ya que posiblemente habrán de interpretarla decenas de veces durante su vida profesional.

Así lo cuenta el maestro Ludwig Carrasco, director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), quien habla con El Sol de México para comprender el valor en la ejecución de esta obra maestra en nuestro presente, la cual cuenta con representaciones emblemáticas, así como algunas acotaciones, en comparación de su estreno original hace 200 años en el Theater am Kärntnertor, el 7 de mayo de 1824.

“Creo que esta obra nos recuerda hoy que cualquier cosa que se construye con un alto nivel de calidad puede llegar a ser inmortal. Doscientos años después de su estreno seguimos disfrutándola y explorándola, nos maravilla al igual que las grandes obras arquitectónicas de la historia, también porque tiene un trasfondo intenso y profundo, como debe tenerlo cualquier obra maestra que podamos disfrutar en los siglos venideros”, comenta el director Carrasco, quien ya ha interpretado en varias ocasiones esta pieza con la que Beethoven cerró su glorioso ciclo de nueve sinfonías.

Como si fuera la primera vez

Y si bien, el hecho de que esta obra se encuentre entre el repertorio más tocado de la historia, ha permitido fundar una tradición musical. Carrasco confiesa que también ha provocado que los músicos caigan en “ciertos hábitos que no necesariamente son lo que Beethoven quiso escribir”, mismos que podrían considerarse errores por la extrema precisión que el compositor alemán exigía de sus obras.

Sin embargo, para Carrasco, el mayor reto de revivir esta pieza radica en “intentar darle al público una versión distinta, que aunque la conozca y la haya oído cinco o seis veces, la reciba con una lectura fresca, como si la estuvieran escuchando por primera vez. Tenemos que engancharlos desde el primer movimiento, lo cual implica un periodo de reflexión amplio para encontrar un significado profundo”, asegura con gran convicción al teléfono.

Ludwing Carrasco, director de la Orquesta Sinfónica Nacional. Foto: INBAL

A esto, Carrasco acota que esta pieza se ejecuta actualmente y por lo general con instrumentos contemporáneos -salvo agrupaciones que buscan recrear los sonidos de los siglos XVII a XIX- los cuales han sido modificados en sus materiales, y son mucho menos naturales, y están diseñados para alcanzar sonidos más potentes y brillantes, para así satisfacer la escucha de públicos de hasta tres mil o cuatro mil personas.

Esto era imposible en la época de Beethoven, cuyos teatros, si no eran precisamente pequeños, no pasaban de 800 personas. El sonido de las orquestas ha cambiado, no siempre a mejor, pero es distinto, con lo cual, si Beethoven pudiese escuchar lo que interpretamos hoy en día, posiblemente no reconocería mucho del sonido orquestal que pensó en su momento. Esto nos hace reflexionar en la condición de la inmortalidad de esta obra, que continúa a pesar de que siempre van cambiando los intérpretes, las técnicas, los instrumentos y obviamente los públicosagrega Carrasco.

Contextos y contrastes

Con la sorpresa inevitable ante la grandeza de la Novena, Ludwig Carrasco recomienda a los escuchas principalmente dos cosas: una, reconocer el contexto y motivos de la pieza, y, segunda, contrastarla con cualquier otra sinfonía escrita, ya sea por un autor anterior o posterior a Beethoven, pues se trata de “una obra que rompió esquemas, algo nunca antes escuchado en el mundo”.

Ludwing Carrasco, director de la Orquesta Sinfónica Nacional. Foto: INBAL

"Creo que esta obra es una vía de comunicación muy directa de Beethoven sobre sus pensamientos, que eran siempre revolucionarios o progresistas en ese momento de la humanidad. Desde antes, en la Tercera Sinfonía, el estuvo muy cercano a los ideales de la Revolución Francesa. Y digamos, que la Novena es un paso más allá, donde el retomó con mucha vehemencia al mensaje, un tanto utópico de la hermandad que debe haber entre los seres humanos”, explica el director de la OSN, sobre esta pieza, que originalmente fue encargada por la Sociedad Filarmónica de Londres en 1817.

La sinfonía culmina con este cuarto movimiento, que es posiblemente de lo más famoso de la música clásica, el cual incluso gente que nunca ha ido a un concierto o que no sabe quién es Beethoven, puede reconocerla. Pero se trata del resultado de los otros tres movimientos, donde él plasmó sus luchas personales y de ideales, que desembocan en el texto glorioso (adaptación del poema ‘Oda a la alegría’, escrito por Friedrich Schiller, en 1785) ahonda el maestro

“Hay algo que los músicos desarrollamos a lo largo de nuestra formación y entrenamiento, que se llama ‘oído interno’, y es la capacidad de imaginar los sonidos y como uno podría ejecutarlos. Obviamente, en el caso de Beethoven, sería un hábito y una destreza a un nivel demasiado alto, para poder unir, sin escuchar nada o casi nada, todos esos fantasmas sonoros y así componer esta majestuosa obra. Por supuesto, él era amo y señor de la escritura musical, y conocía todas las reglas, pero definitivamente debió tener muy desarrollada esta habilidad”, agrega Carrasco.

Algunas grandes versiones

A riesgo de dejar una larga lista de extraordinarias interpretaciones, pues prácticamente todos los destacados directores del mundo y las orquestas más importantes han interpretado la Novena, a petición de este diario, el maestro Carrasco menciona algunas ejecuciones emblemáticas que le parecen excepcionales.

Las primeras que destaca son las versiones del director alemán Nikolaus Harnoncourt (1929-2016) y el británico John Eliot Gardiner (1943) “pues ambos tienen fantásticas grabaciones, tanto con orquestas modernas, como orquestas que asemejan el sonido histórico de la época de Beethoven”.

El entrevistado enlista otras grandes direcciones, como las de el director italiano Claudio Abbado (1933-2014), el argentino Daniel Baremboim (1942) y del alemán Wilhelm Furtwängler (1886-1954).

Carrasco hace un especial énfasis en la versión del compositor austriaco Herbert von Karajan (1908-1989), que “ha marcado época y es como una cápsula de tiempo”, ya que fue “un visionario y una persona que buscó llevar la música clásica, específicamente a la Filarmónica de Berlín, más allá de las salas de conciertos, al ser de los primeros en hacer grabaciones en video para distribución, sobre todo en lo que entendemos ahora como videoclips de conciertos de música clásica. Ejecución que tuvo una gran influencia en cómo se interpretó, e incluso cómo se interpreta hoy en día esta pieza junto con otras obras de Beethoven”, finalizó.

Hasta la fecha, la Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125, de Beethoven (1770-1827), también conocida simplemente como la Novena Sinfonía o Coral es una de las obras más valoradas, codiciadas y representadas alrededor del mundo. Su belleza y fama hacen que se agoten las entradas de cualquier recinto sin importar la época del año, lo cual obliga a todos los jóvenes músicos orquestales a conocerla y tocarla desde antes de concluir sus estudios, ya que posiblemente habrán de interpretarla decenas de veces durante su vida profesional.

Así lo cuenta el maestro Ludwig Carrasco, director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), quien habla con El Sol de México para comprender el valor en la ejecución de esta obra maestra en nuestro presente, la cual cuenta con representaciones emblemáticas, así como algunas acotaciones, en comparación de su estreno original hace 200 años en el Theater am Kärntnertor, el 7 de mayo de 1824.

“Creo que esta obra nos recuerda hoy que cualquier cosa que se construye con un alto nivel de calidad puede llegar a ser inmortal. Doscientos años después de su estreno seguimos disfrutándola y explorándola, nos maravilla al igual que las grandes obras arquitectónicas de la historia, también porque tiene un trasfondo intenso y profundo, como debe tenerlo cualquier obra maestra que podamos disfrutar en los siglos venideros”, comenta el director Carrasco, quien ya ha interpretado en varias ocasiones esta pieza con la que Beethoven cerró su glorioso ciclo de nueve sinfonías.

Como si fuera la primera vez

Y si bien, el hecho de que esta obra se encuentre entre el repertorio más tocado de la historia, ha permitido fundar una tradición musical. Carrasco confiesa que también ha provocado que los músicos caigan en “ciertos hábitos que no necesariamente son lo que Beethoven quiso escribir”, mismos que podrían considerarse errores por la extrema precisión que el compositor alemán exigía de sus obras.

Sin embargo, para Carrasco, el mayor reto de revivir esta pieza radica en “intentar darle al público una versión distinta, que aunque la conozca y la haya oído cinco o seis veces, la reciba con una lectura fresca, como si la estuvieran escuchando por primera vez. Tenemos que engancharlos desde el primer movimiento, lo cual implica un periodo de reflexión amplio para encontrar un significado profundo”, asegura con gran convicción al teléfono.

Ludwing Carrasco, director de la Orquesta Sinfónica Nacional. Foto: INBAL

A esto, Carrasco acota que esta pieza se ejecuta actualmente y por lo general con instrumentos contemporáneos -salvo agrupaciones que buscan recrear los sonidos de los siglos XVII a XIX- los cuales han sido modificados en sus materiales, y son mucho menos naturales, y están diseñados para alcanzar sonidos más potentes y brillantes, para así satisfacer la escucha de públicos de hasta tres mil o cuatro mil personas.

Esto era imposible en la época de Beethoven, cuyos teatros, si no eran precisamente pequeños, no pasaban de 800 personas. El sonido de las orquestas ha cambiado, no siempre a mejor, pero es distinto, con lo cual, si Beethoven pudiese escuchar lo que interpretamos hoy en día, posiblemente no reconocería mucho del sonido orquestal que pensó en su momento. Esto nos hace reflexionar en la condición de la inmortalidad de esta obra, que continúa a pesar de que siempre van cambiando los intérpretes, las técnicas, los instrumentos y obviamente los públicosagrega Carrasco.

Contextos y contrastes

Con la sorpresa inevitable ante la grandeza de la Novena, Ludwig Carrasco recomienda a los escuchas principalmente dos cosas: una, reconocer el contexto y motivos de la pieza, y, segunda, contrastarla con cualquier otra sinfonía escrita, ya sea por un autor anterior o posterior a Beethoven, pues se trata de “una obra que rompió esquemas, algo nunca antes escuchado en el mundo”.

Ludwing Carrasco, director de la Orquesta Sinfónica Nacional. Foto: INBAL

"Creo que esta obra es una vía de comunicación muy directa de Beethoven sobre sus pensamientos, que eran siempre revolucionarios o progresistas en ese momento de la humanidad. Desde antes, en la Tercera Sinfonía, el estuvo muy cercano a los ideales de la Revolución Francesa. Y digamos, que la Novena es un paso más allá, donde el retomó con mucha vehemencia al mensaje, un tanto utópico de la hermandad que debe haber entre los seres humanos”, explica el director de la OSN, sobre esta pieza, que originalmente fue encargada por la Sociedad Filarmónica de Londres en 1817.

La sinfonía culmina con este cuarto movimiento, que es posiblemente de lo más famoso de la música clásica, el cual incluso gente que nunca ha ido a un concierto o que no sabe quién es Beethoven, puede reconocerla. Pero se trata del resultado de los otros tres movimientos, donde él plasmó sus luchas personales y de ideales, que desembocan en el texto glorioso (adaptación del poema ‘Oda a la alegría’, escrito por Friedrich Schiller, en 1785) ahonda el maestro

“Hay algo que los músicos desarrollamos a lo largo de nuestra formación y entrenamiento, que se llama ‘oído interno’, y es la capacidad de imaginar los sonidos y como uno podría ejecutarlos. Obviamente, en el caso de Beethoven, sería un hábito y una destreza a un nivel demasiado alto, para poder unir, sin escuchar nada o casi nada, todos esos fantasmas sonoros y así componer esta majestuosa obra. Por supuesto, él era amo y señor de la escritura musical, y conocía todas las reglas, pero definitivamente debió tener muy desarrollada esta habilidad”, agrega Carrasco.

Algunas grandes versiones

A riesgo de dejar una larga lista de extraordinarias interpretaciones, pues prácticamente todos los destacados directores del mundo y las orquestas más importantes han interpretado la Novena, a petición de este diario, el maestro Carrasco menciona algunas ejecuciones emblemáticas que le parecen excepcionales.

Las primeras que destaca son las versiones del director alemán Nikolaus Harnoncourt (1929-2016) y el británico John Eliot Gardiner (1943) “pues ambos tienen fantásticas grabaciones, tanto con orquestas modernas, como orquestas que asemejan el sonido histórico de la época de Beethoven”.

El entrevistado enlista otras grandes direcciones, como las de el director italiano Claudio Abbado (1933-2014), el argentino Daniel Baremboim (1942) y del alemán Wilhelm Furtwängler (1886-1954).

Carrasco hace un especial énfasis en la versión del compositor austriaco Herbert von Karajan (1908-1989), que “ha marcado época y es como una cápsula de tiempo”, ya que fue “un visionario y una persona que buscó llevar la música clásica, específicamente a la Filarmónica de Berlín, más allá de las salas de conciertos, al ser de los primeros en hacer grabaciones en video para distribución, sobre todo en lo que entendemos ahora como videoclips de conciertos de música clásica. Ejecución que tuvo una gran influencia en cómo se interpretó, e incluso cómo se interpreta hoy en día esta pieza junto con otras obras de Beethoven”, finalizó.

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