En Morelos contamos con Áreas Naturales Protegidas (ANPs) estatales y federales, y no necesariamente ha habido cambios en beneficio de la conservación de la biodiversidad en nuestra entidad. En muchas de ellas se sigue intensificando la tala, la extracción de fauna y flora silvestres, la extracción de madera, y en general el cambio en el uso del suelo. Lo que sí se necesita en Morelos es que exista una visión integral acerca de nuestras ANPs, con el consecuente apoyo de todos los morelenses, incluyendo por supuesto de la clase política. La gran biodiversidad con que cuenta nuestro país se merece acciones claras y eficaces de los seres humanos que nos interesa la conservación de los recursos naturales.
Desafortunadamente, en México no contamos con un plan estratégico que desarrolle de manera sistemática los programas pertinentes para optimizar nuestro potencial de manera integral. Es indudable que ANPs como la Reserva de la Biosfera Sierra de Huautla (REBIOSH), iba por muy buen camino, pero con retrocesos tan dañinos, debido a razones de carácter político y no relacionadas con la capacidad de sus directivos sino más bien con de falta de identidad y enraizamiento. A lo largo de los años estas limitaciones han originado que varios programas de la REBIOSH que habían sido muy exitosos, se encuentren en grave peligro de desaparecer.
A lo largo y ancho del país se ha estado devastando una gran cantidad de zonas con vegetación natural. Mucha de esta superficie trasformada, hasta hace relativamente poco tiempo, se había dedicado a la agricultura y, en es sentido, uno podría decir: “…bueno, de los males el menos”; es decir, si se va a deforestar, entonces que sea para algún beneficio básico del ser humano: la alimentación (por ejemplo). No obstante, en las últimas dos décadas aún estas zonas agrícolas se han transformado sucesivamente en zonas habitacionales. Dijera uno de los slogans de las dependencias de gobierno en el sector turismo: ¡Sin ir más lejos!; en Morelos contamos con numerosos ejemplos de lo anterior, especialmente en la región centro de la entidad. Se han construido miles y miles de casas sin ningún control y aparentemente sin ninguna necesidad. Esta amplia franja que comprende parte de los municipios de Emiliano Zapata, Xochitepec, Jiutepec y Temixco. ¿Pero cuáles son los efectos de destruir estas parcelas agrícolas que debido a su abundancia de agua habían sido productivas? La respuesta es diversa. En primer lugar, los niveles de productividad del campo morelense, de por sí obsoletos, se van para abajo, reduciendo su diversificación productiva, y por lo tanto originando que cada vez subsistamos de menos fuentes de ingreso, dependiendo cada vez más del turismo. Por supuesto que el turismo no es nada despreciable, pero esta “industria sin chimeneas”, es ciertamente volátil e inestable. En segundo lugar, al irse fragmentando las zonas agrícolas, no sólo disminuye la productividad per se, sino que se incrementan los costos mismos de producción; no es lo mismo contar con vías de acceso para una sola franja agrícola (grande) que, para una subdividida, que implica hasta complicaciones viales. Es decir, la producción se convierte en un amorfo mosaico que por supuesto convierte a la agricultura en un carrusel camino a la extinción. En tercer lugar, la construcción de zonas habitacionales en esta zona origina un gasto adicional de agua y su eventual contaminación.
En consecuencia, así como existen las ANPs, debemos asegurarnos de contar con zonas dedicadas ex profeso para la conservación de zonas específicas para la agricultura. Lo que también es un hecho es que los inoperantes Ordenamientos Ecológicos Territoriales (OETs) municipales y estatales, a menudo son realizados desde un escritorio utilizando ciberimágenes de satélite. En este sentido, estos OETs bien podrían elaborarse por un “brother” marcianito desde el planeta rojo. No obstante esta limitante, este concepto nuevo de Áreas Agrícolas Protegidas (AAPs) que estoy proponiendo, se instituya en Morelos, el cual podría estar liderado por la Secretaría de Desarrollo Agropecuario estatal, en estrecha colaboración con la críptica Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural federal. Ojalá que esto se pueda lograr, ya que de no tomar las medidas pertinentes (en el desarrollo rural y urbano) estaremos en serios (o más bien peores) problemas que repercutirán en otros aspectos de la vida en la Tierra de Zapata, incluyendo: sobrepoblación, escasez de servicios (educación, p. ej,), dependencia económica externa, y hasta cuestiones de seguridad pública, local y nacional.
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