Termina 2020 con un aroma a muerte y desolación. La aparición del virus que causa la COVID-19 obligó que los seres humanos en todo el mundo tomaran medidas preventivas drásticas. La llamada “sana distancia” se volvió cotidiana en la vida de todos.
El uso del cubrebocas, el lavado de manos y del gel antibacterial se convirtieron en nuestros enseres básicos para realizar nuestra rutina.
En este escenario de incertidumbre se tejieron historias de dolor. Algunas familias perdieron a un ser querido. En el sector salud, médicos y enfermeras fueron el centro de ataques y de amenazas. En el académico, maestros dejaron las aulas. Los niños y jóvenes fueron enfrascados en un encierro absoluto.
Otros más, en el terreno laboral perdieron el sustento económico. Micro, medianas e incluso grandes empresas bajaron las cortinas debido a que no resistieron los embates de la pandemia.
EL 23 de diciembre pasado, en Morelos, por segunda ocasión, el gobierno estatal anunció semáforo rojo.
Una medida que de nuevo pone en jaque a las instituciones, comercios y negocios establecidos.
Sin duda la imparable movilidad ocasionó que la entidad retrocediera de nuevo. Y aunque las autoridades estipularon que solo es del 24 de diciembre al 10 de enero, en esta encrucijada sería honesto reconocer que todo ello genera un clima de desconcierto.
Cuautla, uno de los municipios que mostró casi siempre una elevada actividad social, resintió el reciente anunció del gobernador Cuauhtémoc Blanco.
Desde el inicio de los estragos que trajo esta enfermedad, ciudadanos de la heroica se mostraron renuentes a acatar las medidas sanitarias. No sin antes precisar que también hayuna administración un tanto despreocupada y permisiva.
De manera irresponsable, el gobierno de Cuautla permitió que muchos bares y cantinas se mantuvieran abiertas. Y aunque seguro hubo buena intención por parte de los propietarios de estos establecimientos, al no despedir a sus empleados. También es muy cierto que muchas personas se relajaron y dejaron de tomar las medidas pertinentes.
Algunas voces manifestaron que este tipo de negocios no están dentro de los parámetros de “primera necesidad” como el caso de farmacias, notarías o mercados.
Lo cierto es que conforme avanzaron los meses, la situación se desbordó y en esta segunda vuelta del cese paulatino de actividades, sectores económicos del municipio levantaron los brazos de manera enérgica.
Los pocos negocios que lograron salir a flote en la primera etapa de la pandemia, declararon que en esta segunda ocasión existe una enorme posibilidad de que cierren para siempre.
Uno de los gremios más golpeados en Cuautla es el comercio. Es por ello que el Grupo de Restaurantes, Bares y Comercios Establecidos (Rebace) cuyo movimiento ha constituido a más de 180 comercios, tomó la difícil decisión de bajar la guardia. Pero con la condicionante de que el gobierno del estado y la Federación otorguen algún tipo de apoyo o créditos.
Habrá que ver hasta qué punto alguno de los tres niveles de gobierno responde a este infortunio, aunque conociendo al brillante gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo, seguro todo quedará en un pésimo discurso. Porque como dice el dicho “las palabras se las lleva el viento”.
Originaria de Cuautla, Rosa María Guillén vende gelatinas en el zócalo desde hace más de 10 años. Ella pertenece al comercio informal. En este año atípico, las circunstancias la obligaron a desplazarse a otros sitios para sacar una venta considerable.
A Rosa como a muchos otros comerciantes del municipio y región oriente, la pandemia también le robó su tranquilidad. Sin prestaciones, ni seguridad social, solo espera que por lo menos algún funcionario se acerque a los ambulantes y les regale despensas. Porque hoy la situación es insostenible.
A pocos días de que finalice el 2020. Las buenas intenciones y deseos se quedan cortos porque para la sociedad y los gobiernos los próximos desafíos son gigantescos.
Feliz año 2021 les desea esta humilde escritora: Evelia Domínguez, un anhelo acompañado de un abrazo lleno de luz.