/ sábado 30 de noviembre de 2024

Oxitocina: La Hormona del Amor

Por: Vannya Ivonne Flores González

Hace poco emprendí mi primera relación amorosa. Me había tomado mi tiempo porque quería sentirme emocionalmente “lista” para enfrentar el reto. Y aunque no lo planeé así, mi curiosidad y esa costumbre de bombardearme de preguntas en mi cabeza me llevaron a descubrir cosas fascinantes sobre lo que sucede en nuestro cuerpo cuando estamos enamorados.

Por ejemplo, en esos días malos y agotadores que todos tenemos, bastaba con ver a mi pareja para sentir una mejora casi mágica. Muchos dirán: “Claro, es tu pareja, es natural que te haga feliz verla”, y tienen razón. Pero yo quería saber por qué me pasaba eso, así que me puse a investigar y descubrí la maravillosa hormona de la oxitocina.

La oxitocina es un neuropéptido, cuyo nombre viene del griego oxys (rápido) y tokos (nacimiento), dado que inicialmente se asoció con el parto y la lactancia. El estímulo de la succión del pezón por parte del bebé provoca la secreción de oxitocina, que facilita la eyección de la leche , sacando una hormona que produce un efecto ansiolítico y calmante en la madre, a la vez que provoca contracciones uterinas para ayudar a que el útero se contraiga y disminuya el sangrado en el posparto.

Esta hormona tiene el poder de calmar nuestro sistema nervioso, elevar los niveles de opiáceos naturales y reducir el cortisol, lo que nos genera relajación, disminución del dolor e incluso regulación de nuestra temperatura corporal. Quizá eso explique por qué, siendo alguien friolenta, al estar con mi pareja me siento siempre en la temperatura perfecta.

Producida en el cerebro, específicamente en el hipotálamo, la oxitocina se libera al torrente sanguíneo y viaja hasta la médula espinal a través de conexiones neuronales. Este proceso podría explicar cómo creamos vínculos profundos con quienes nos rodean: al estar con esa persona especial, nos sentimos relajados, menos cansados y con una confianza que parece única. Es como si el cerebro nos estuviera inyectando continuamente bienestar, generando un estado emocional positivo.

Pero los efectos de la oxitocina no se quedan en lo emocional. Nuestra piel, particularmente las células de la epidermis, también produce esta hormona. Así que no es casualidad que las caricias, los abrazos y el contacto físico conlleva una liberación extra de oxitocina, volviendo todo más placentero.

Lo curioso es que esta reacción no se limita a las parejas románticas. También sucede con amigos, familiares y hasta nuestras mascotas. Esa felicidad que sentimos al abrazar a un ser querido o al pasar tiempo con ellos tiene un respaldo químico.

Como una romántica empedernida, siempre me ha encantado la idea de enamorarme de las personas por su esencia y por cómo conectamos. Pero, desde esta perspectiva científica, podría decir que nos enamoramos en parte porque nos hacen sentir bien, casi como una droga que nos mantiene en un subidón constante. Y es quizás por eso que el final de una relación duele tanto: de algún modo, nuestro cerebro siente una especie de abstinencia al perder ese cóctel de hormonas que nos hacía tan felices.

Así que la próxima vez que les rompan el corazón piensen: “Solo me falta oxitocina”, y pidan un abrazo, eso podría ayudarlos a sentirse mejor.

Y para finaliza y dar pie al siguiente tema que me gustaría tocar en mi siguiente columna. Esta hormona puede llegar a crea una sensación de dependencia en relaciones amorosas debido a su efecto similar con al alcohol. Debido a que tu sistema está acostumbrado a liberarla constantemente al estar enamorado o cómodo con ciertas personas, cuando sucede una situación imprevista y nos quitan esa carga de oxitocina sentimos la abstinencia llegando a olvidar otros aspectos de nuestra vida y haciéndonos dependientes totalmente de la persona que nos lo causa.

Ahí es cuando entra la conocida depresión, o en casos menores, distimia. Actualmente se investigan la posibilidad de administrar oxitocina como tratamiento de algunas enfermedades mentales como las anteriormente mencionadas.


Por: Vannya Ivonne Flores González

Hace poco emprendí mi primera relación amorosa. Me había tomado mi tiempo porque quería sentirme emocionalmente “lista” para enfrentar el reto. Y aunque no lo planeé así, mi curiosidad y esa costumbre de bombardearme de preguntas en mi cabeza me llevaron a descubrir cosas fascinantes sobre lo que sucede en nuestro cuerpo cuando estamos enamorados.

Por ejemplo, en esos días malos y agotadores que todos tenemos, bastaba con ver a mi pareja para sentir una mejora casi mágica. Muchos dirán: “Claro, es tu pareja, es natural que te haga feliz verla”, y tienen razón. Pero yo quería saber por qué me pasaba eso, así que me puse a investigar y descubrí la maravillosa hormona de la oxitocina.

La oxitocina es un neuropéptido, cuyo nombre viene del griego oxys (rápido) y tokos (nacimiento), dado que inicialmente se asoció con el parto y la lactancia. El estímulo de la succión del pezón por parte del bebé provoca la secreción de oxitocina, que facilita la eyección de la leche , sacando una hormona que produce un efecto ansiolítico y calmante en la madre, a la vez que provoca contracciones uterinas para ayudar a que el útero se contraiga y disminuya el sangrado en el posparto.

Esta hormona tiene el poder de calmar nuestro sistema nervioso, elevar los niveles de opiáceos naturales y reducir el cortisol, lo que nos genera relajación, disminución del dolor e incluso regulación de nuestra temperatura corporal. Quizá eso explique por qué, siendo alguien friolenta, al estar con mi pareja me siento siempre en la temperatura perfecta.

Producida en el cerebro, específicamente en el hipotálamo, la oxitocina se libera al torrente sanguíneo y viaja hasta la médula espinal a través de conexiones neuronales. Este proceso podría explicar cómo creamos vínculos profundos con quienes nos rodean: al estar con esa persona especial, nos sentimos relajados, menos cansados y con una confianza que parece única. Es como si el cerebro nos estuviera inyectando continuamente bienestar, generando un estado emocional positivo.

Pero los efectos de la oxitocina no se quedan en lo emocional. Nuestra piel, particularmente las células de la epidermis, también produce esta hormona. Así que no es casualidad que las caricias, los abrazos y el contacto físico conlleva una liberación extra de oxitocina, volviendo todo más placentero.

Lo curioso es que esta reacción no se limita a las parejas románticas. También sucede con amigos, familiares y hasta nuestras mascotas. Esa felicidad que sentimos al abrazar a un ser querido o al pasar tiempo con ellos tiene un respaldo químico.

Como una romántica empedernida, siempre me ha encantado la idea de enamorarme de las personas por su esencia y por cómo conectamos. Pero, desde esta perspectiva científica, podría decir que nos enamoramos en parte porque nos hacen sentir bien, casi como una droga que nos mantiene en un subidón constante. Y es quizás por eso que el final de una relación duele tanto: de algún modo, nuestro cerebro siente una especie de abstinencia al perder ese cóctel de hormonas que nos hacía tan felices.

Así que la próxima vez que les rompan el corazón piensen: “Solo me falta oxitocina”, y pidan un abrazo, eso podría ayudarlos a sentirse mejor.

Y para finaliza y dar pie al siguiente tema que me gustaría tocar en mi siguiente columna. Esta hormona puede llegar a crea una sensación de dependencia en relaciones amorosas debido a su efecto similar con al alcohol. Debido a que tu sistema está acostumbrado a liberarla constantemente al estar enamorado o cómodo con ciertas personas, cuando sucede una situación imprevista y nos quitan esa carga de oxitocina sentimos la abstinencia llegando a olvidar otros aspectos de nuestra vida y haciéndonos dependientes totalmente de la persona que nos lo causa.

Ahí es cuando entra la conocida depresión, o en casos menores, distimia. Actualmente se investigan la posibilidad de administrar oxitocina como tratamiento de algunas enfermedades mentales como las anteriormente mencionadas.