Claudia Sheinbaum tomó en sus manos la banda presidencial –símbolo del poder político en México—y se realizó en medio del entusiasmo popular la primera transición entre dirigentes de la izquierda democrática, ambos con el mismo proyecto de gobierno. El poder pasó de un líder carismático a una dirigente científica, metódica y muy capaz.
Durante su discurso, la nueva presidenta recordó que en 2005, cuando el gobierno de Fox desaforó a AMLO, éste señaló: “ustedes me van a juzgar, pero falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia..”. El pueblo y la historia los ha juzgado –expresó-- y ha dictado su sentencia. AMLO vive en el corazón del pueblo. El ambiente del Congreso era de gran entusiasmo y las bancadas de la izquierda –PT-PVEM-Morena—hacían retumbar el recinto con sus aclamaciones y vítores.
Claudia Sheinbaum hizo énfasis especial en señalar que, como en este régimen, la salud y la educación son derechos del pueblo, no privilegios ni mercancías, y por lo tanto serán respetadas durante su gobierno. Continuarán las políticas de apoyo a hospitales y escuelas y su continuo mejoramiento.
Con la ministra Norma Piña a su lado, la nueva presidenta señaló que la reforma del poder judicial se realizó por métodos democráticos, y va a incrementar la autonomía de ese poder. Pero debe ser renovado, porque está lleno de corrupción. Y remató: si nuestro objetivo fuera el control del poder judicial, hubiéramos hecho una reforma tipo Ernesto Zedillo.
De acuerdo a su formación profesional, Claudia Sheinbaum expresó que durante su gobierno se incrementarán las fuentes alternas de energía, para mantener el flujo eléctrico necesario para el desarrollo económico del país, y se limitará la extracción de petróleo a los mismos niveles que en la actualidad. Lo importante es garantizar la soberanía nacional y mantener el control de precios de los combustibles, para controlar la inflación y continuar con precios accesibles a la población.
Asimismo, se comprometió a duplicar las vías férreas destinadas a los trenes de pasajeros, que durante el gobierno de AMLO fue de más de mil 500 kilómetros. Es decir: su compromiso incluye la construcción de cerca de 3 mil kilómetros más de vías para trenes de pasajeros, principalmente a Veracruz y al norte, noroeste y noroeste del país.
Hay que tomar en cuenta que en las transiciones anteriores de gobierno, se producían rupturas que afectaban gravemente la estabilidad política del país. Los cambios de gobierno en sexenios anteriores se dieron entre grupos de la derecha, Incluso, la transición del año 2000, cuando Vicente Fox desplazó al PRI, el cambio fue de un gobierno neoliberal a otro, aunque el panista usara el disfraz de “democrático” y manipulara el enorme deseo popular de “sacar al PRI de Los Pinos”. Esto lo pudieron realizar, efectivamente, pero el nuevo gobierno panista tuvo peores prácticas que su antecesor.
En 1940, el general Cárdenas resolvió la sucesión presidencial en favor del “moderado” Manuel Ávila Camacho, con el fin de neutralizar la ola de descontento entre los sectores de la derecha mexicana, apoyados por las empresas extranjeras, que amenazaban con desatar una guerra civil. El dirigente de la izquierda, Francisco J. Mújica, fue marginado y terminó su vida en la oposición, al frente de escasos contingentes.
Las sucesiones entre los gobiernos sexenales de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría tuvieron lugar casi en familia, ya que todos tenían fuertes nexos con las fuerzas más represivas. No obstante, la cultura priísta generó rupturas entre ellos, de manera que las políticas aplicadas durante un sexenio no tenían continuidad en el siguiente.
Luis Echeverría llegó al final de su gobierno con una situación explosiva, a causa de la siniestra represión que ejerció en la Costa Grande de Guerrero, cuando sometió a la población a una enorme prisión a cielo abierto, en su intento por aislar al Partido de los Pobres y aniquilar la fuerza guerrillera bajo su mando. Previamente, su gobierno se había caracterizado por las feroces represiones contra el movimiento popular: en 1971 ordenó el “halconazo” contra los estudiantes, que culminó con una matanza atroz.
José López Portillo se vio obligado a romper con su influencia, que ejercía desde su residencia en la Ciudad de México. Después de varios incidentes, lo envió como embajador a las Islas Fidji. López Portillo intentó reformas de cierto calado, para desahogar la conflictiva situación política. Promulgó una Ley de Amnistía que otorgó la libertad a centenares de presos políticos, y realizó una reforma electoral que creó los famosos “diputados plurinominales”, como salida de emergencia ante el caldero nacional que amenazaba con traducirse en un enorme levantamiento popular de dimensiones épicas.
La característica principal de los regímenes prianistas fue la dar diversas formas de expresión de la “dictadura perfecta”, es decir, los candidatos eran postulados por un partido de estado, y sus “triunfos electorales” se daban por mayorías aplastantes, en algunas regiones con más del 90 por ciento de los votos.
La presente transición de 2024, en cambio, tiene lugar en un momento de auge del movimiento popular, de la toma de conciencia política por las más amplias capas del pueblo, y genera un cambio de gobierno sin sobresaltos, con la más amplia aceptación en el seno de pueblo.
A diferencia de AMLO, Claudia Sheinbaum contará desde el primer día de su gobierno con el apoyo de la mayoría calificada en ambas cámaras, así como de más de la mitad de los congresos estatales, que le permitirán tener gran estabilidad política y le darán oportunidad de culminar el proceso de cambios, entre ellos la elección de una nueva Corte Suprema de Justicia, convertida durante el gobierno de AMLO en el centro de la resistencia de las fuerzas adversas al cambio.
López Obrador entrega a Claudia Sheinbaum un país con empleo casi total para una población joven y dinámica, con bajos índices de migración, una sociedad consciente, llena de entusiasmo y optimismo, que ha vuelto a creer en sus instituciones. También con salarios crecientes y una pobreza cuyos índices se han venido reduciendo. Falta mucho, pero el camino está trazado.
Claudia Sheinbaum llega al poder con la más alta legitimidad de que se tenga memoria en la historia del país; con una oposición de derecha reducida a su mínima expresión, y con un país de gran prestigio internacional, especialmente entre los pueblos hermanos de América Latina.