/ jueves 12 de septiembre de 2019

Sacerdotes en la Independencia

Diócesis de Cuernavaca

Los sacerdotes insurgentes con libros, sermones, ideas y prácticas le dieron significado sociohistórico a la lucha independiente e iniciaron la invención de la identidad mexicana.

Gabriel Mario Santos

A pesar de los detractores acérrimos a la institución católica, la historia de lo acontecido es el legítimo testimonio de la incidencia social de muchos sacerdotes en el proceso de emancipación nacional. Parece haberse vetado en los libros de historia el aporte significativo de los ministros católicos, aún las figuras más emblemáticas han sido sutilmente veladas por una narrativa positivista encargada de minimizar su identidad sacerdotal, considerándolo como algo secundario o desvinculado de su actuación independentista.

No obstante, frente a una historia contada desde un marcado posicionamiento anticlerical, ha sido imposible desarticular el protagonismo sacerdotal como un detonante fundamental para la realización de dicho proyecto patriótico; así como el simbolismo religioso guadalupano, estandarte de la lucha de independencia. Estos dos elementos son una amalgama esencial para la consumación de los ideales independentistas, sin ellos hubiese sido impensable alcanzar la fuerza y legitimación popular del movimiento emancipador.

Con tal franqueza del hecho histórico, podemos como institución sentirnos orgullosos de nuestra invaluable participación, a pesar de una crónica positivista que ha tratado de dar poca relevancia al fenómeno religioso como agente de transformación social, sin poder aún anularlo por completo. Por otro lado, como Iglesia nos ha faltado rescatar esta memoria histórica de compromiso social cristiano, hemos promovido más la guerra cristera, que la incidencia sacerdotal en el movimiento independentista.

Por tal razón, deseo recuperar parte de esa narrativa, la cual, han mantenido en estado de excepción respecto al discurso oficial de instituciones todavía con lastres anticlericales. Siendo así, vale entonces la pena mencionar algunos sacerdotes y su aporte independentista, sin mencionar los ya de por sí reconocidos como P. Miguel Hidalgo y Costilla, P. José María Morelos y Pavón y el P. Mariano Matamoros; tenemos por tanto a:

José María Cos y Pérez Burgo, candidato a diputado para el Congreso de Chilpancingo por Techan y Oaxaca; Fray Vicente Santa María Franciscano, conspira desde antes de septiembre 1810, colabora en la redacción de la Constitución de Apatzingán; Fray Gregorio de la Concepción Melero y Piña Carmelita fue detenido junto con Hidalgo y 9 sacerdotes más y llevado a Durango donde se le inició juicio, sentenciado a 10 años de exilio; José Manuel Herrera, diputado por Chilpancingo al Congreso y vicario castrense de los insurgentes; Mariano Patiño, candidato a diputado en Chilpancingo; Manuel Sabino Crespo Rio Hondo, diputado por Oaxaca, miembro de la Junta Nacional Americana; Francisco de la Parra Dominico, intercedió ante José Fructo Romero, dueño de una imprenta para que Francisco Severo Maldonado, su compadre, pudiera imprimir ahí El Despertador Americano; Ignacio María Ordoño, diácono, conspiró en 1810; Francisco Lorenzo de Velasco comisionado por Morelos para defender Oaxaca en su ausencia; José Sixto Verduzco Del directorio de los insurgentes, firmó la constitución de Apatzingán; entre otros tantos sacerdotes que permitieron la imbricación político-religiosa a favor del pueblo de Dios.

Los sacerdotes insurgentes con libros, sermones, ideas y prácticas le dieron significado sociohistórico a la lucha independiente e iniciaron la invención de la identidad mexicana.

Gabriel Mario Santos

A pesar de los detractores acérrimos a la institución católica, la historia de lo acontecido es el legítimo testimonio de la incidencia social de muchos sacerdotes en el proceso de emancipación nacional. Parece haberse vetado en los libros de historia el aporte significativo de los ministros católicos, aún las figuras más emblemáticas han sido sutilmente veladas por una narrativa positivista encargada de minimizar su identidad sacerdotal, considerándolo como algo secundario o desvinculado de su actuación independentista.

No obstante, frente a una historia contada desde un marcado posicionamiento anticlerical, ha sido imposible desarticular el protagonismo sacerdotal como un detonante fundamental para la realización de dicho proyecto patriótico; así como el simbolismo religioso guadalupano, estandarte de la lucha de independencia. Estos dos elementos son una amalgama esencial para la consumación de los ideales independentistas, sin ellos hubiese sido impensable alcanzar la fuerza y legitimación popular del movimiento emancipador.

Con tal franqueza del hecho histórico, podemos como institución sentirnos orgullosos de nuestra invaluable participación, a pesar de una crónica positivista que ha tratado de dar poca relevancia al fenómeno religioso como agente de transformación social, sin poder aún anularlo por completo. Por otro lado, como Iglesia nos ha faltado rescatar esta memoria histórica de compromiso social cristiano, hemos promovido más la guerra cristera, que la incidencia sacerdotal en el movimiento independentista.

Por tal razón, deseo recuperar parte de esa narrativa, la cual, han mantenido en estado de excepción respecto al discurso oficial de instituciones todavía con lastres anticlericales. Siendo así, vale entonces la pena mencionar algunos sacerdotes y su aporte independentista, sin mencionar los ya de por sí reconocidos como P. Miguel Hidalgo y Costilla, P. José María Morelos y Pavón y el P. Mariano Matamoros; tenemos por tanto a:

José María Cos y Pérez Burgo, candidato a diputado para el Congreso de Chilpancingo por Techan y Oaxaca; Fray Vicente Santa María Franciscano, conspira desde antes de septiembre 1810, colabora en la redacción de la Constitución de Apatzingán; Fray Gregorio de la Concepción Melero y Piña Carmelita fue detenido junto con Hidalgo y 9 sacerdotes más y llevado a Durango donde se le inició juicio, sentenciado a 10 años de exilio; José Manuel Herrera, diputado por Chilpancingo al Congreso y vicario castrense de los insurgentes; Mariano Patiño, candidato a diputado en Chilpancingo; Manuel Sabino Crespo Rio Hondo, diputado por Oaxaca, miembro de la Junta Nacional Americana; Francisco de la Parra Dominico, intercedió ante José Fructo Romero, dueño de una imprenta para que Francisco Severo Maldonado, su compadre, pudiera imprimir ahí El Despertador Americano; Ignacio María Ordoño, diácono, conspiró en 1810; Francisco Lorenzo de Velasco comisionado por Morelos para defender Oaxaca en su ausencia; José Sixto Verduzco Del directorio de los insurgentes, firmó la constitución de Apatzingán; entre otros tantos sacerdotes que permitieron la imbricación político-religiosa a favor del pueblo de Dios.

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