En San Miguel Ixtlico el Grande, se lleva a cabo el “Simulacro de lo Mecos”, forma en que allí se celebra el 16 de septiembre. Les comentaba la semana pasada que, después del convite, los contingentes de españoles e indios se dirigen al Cerro de los Mecos, danzando al incansable ritmo de la Banda San Miguel Arcángel. Allí, la Patria, la Libertad y la América toman posesión de la parte alta de la loma, mientras los reyes y sus españoles se sitúan en la parte baja, y los Mecos danzan a la mitad del predio entrelazados de los brazos, formando filas en torno a un circulo de Mecos ondeando grandes banderas nacionales que para esa hora, al igual que la mayoría de los asistentes, están manchadas del rojo almagre que primero fue alegoría de la piel morena y ahora pareciera serlo de la sangre cobrada por la libertad.
Después de un tiempo danzando y bebiendo al compás de la música y de gritos de: “¡Viva México cabr…!”, la batalla comienza. La docena de españoles tratarán de subir la loma y apoderarse del estandarte de la Virgen de Guadalupe que resguardan los Mecos, y trasladarlo hasta los reyes, labor dificilísima, literalmente cuesta arriba, pues los muchos Mecos los derriban una y otra vez. Me tocó ver a un español, muy ágil e inspirado, que logró llevarse el estandarte loma abajo, ante la estupefacción de todos, reyes incluidos, pero acto seguido el estandarte fue devuelto por la centena de Mecos que, sin dificultad, riéndose, lo arrebataron y devolvieron loma arriba, reinstalándose la alegría y las escaramuzas españolas con su tronar de salvas, repelidas a empujones o tacleadas. Casi se puede sentir lástima por ellos, pero son los malos de este cuento y cuando, ya caída la tarde, los capitanes de los contingentes lo consideran pertinente, decretan que la batalla ha terminado. Bulliciosamente se trasladan todos de nuevo a la cancha de la Ayudantía, donde los reyes se posicionan en su trono rodeados por los españoles. Entonces, se hace un ataque por parte de los Mecos, y los españoles entregan sus armas; con ellas los Mecos dan muerte al rey de España. Cargado en andas por sus españoles y seguido por la reina que lo llora, le dan una vuelta a la manzana a modo de despedida. Mientras tanto, la alegría se desborda y la danza continúa hasta que el cuerpo aguante. Termina así, a más de doscientos años, una de las formas en que los mexicanos celebramos nuestra libertad y el blanco de nuestros ideales, reinventando la historia y nuestra mexicanidad a cada paso. Festejando con verde esperanza que tenemos patria, aunque ahora, tristemente, esté teñida con la roja sangre de decenas de miles de mexicanos.