El anuncio parcial de lo que será el próximo gabinete del gobierno federal despertó revuelo en la comunidad académica. No por las involucradas, porque ya se sabía que Rosaura Ruíz, colaboradora de mucho tiempo de la presidenta electa, sería parte del gabinete.
Sino porque que en lugar de otorgarle la titularidad de la SEP lo que se anunció fue la creación de una Secretaría que invoca en su nombre a la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. También a las Humanidades, pero ya sabemos que esa es una protuberancia poco estética producto del extinto Conacyt con H que tardará un tiempo hasta ser extirpada.
Es palpable en la comunidad académica el mismo entusiasmo de cuando se nombró a Elena Álvarez Buylla al frente del Conacyt, aunque las condiciones no podían ser más diferentes. Hace seis años se le entregaba un organismo funcional, con personal capacitado, con una bolsa de 21 mil millones de pesos para proyectos, con credibilidad.
Lo que regresa es una comunidad polarizada, fragmentada, debilitada en toda la extensión de la palabra y un organismo desmantelado, depauperado, mal administrado, desacreditado y con la menor funcionalidad desde 1984, fecha de creación del SNI.
Me sumo al grupo de personas que considera que la sustitución del extinto Conacyt con H por una Secretaría beneficiará a la comunidad y reconozco el gesto como un primer intento de restañar el daño que Elena Álvarez Buylla ha causado. Sin embargo, es importante indicar que no basta con el gesto, es necesario apuntalar el proyecto de la nueva Secretaría en cuatro aspectos.
El primer aspectos es el de las atribuciones. Por las primeras declaraciones queda claro que la nueva Secretaría absorberá las atribuciones del Conacyt con H, pero eso es insuficiente. Sería necesario dotarla al menos de las atribuciones que actualmente posee la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP y si fuera posible, también de las correspondientes a la Innovación que actualmente tiene bajo su responsabilidad la Secretaría de Economía. Solamente así podrá ser una verdadera cabeza de sector.
El segundo es el presupuestario. La asignación de atribuciones a la nueva Secretaría deberá venir acompañada del presupuesto correspondiente. Para este año el Conacyt con H recibió 38 mil millones de pesos para la formación de recursos humanos especializados, el fomento de la investigación científica, el desarrollo de tecnología y la promoción de la innovación, pero no es suficiente. Si realmente quieren que sea exitosa se requerirá transferirle a la nueva Secretaría los 52 mil millones asignados actualmente a la SEP y los 2 mil millones asignados a la Secretaría de Economía para los mismos fines.
El tercero son los instrumentos. La arbitraria desaparición de los fondos para la investigación y los fideicomisos que los albergaban en 2021 provocó una profunda inestabilidad en el acceso al financiamiento. Si la nueva Secretaría aspira a la funcionalidad del Conacyt antes de la H, deberá diseñar nuevos instrumentos de financiamiento que proporcionen la certeza y operatividad perdidas.
El cuarto y último es el de la gobernanza. El Conacyt con H opera a puerta cerrada. No es posible desde hace años entrar al edificio, los teléfonos están permanentemente descolgados, ni siquiera hay un directorio para saber quienes trabajan allí. Por supuesto que tampoco existe ninguna forma de entablar un diálogo con los funcionarios, deje usted con la Directora. Si la Secretaría aspira a recuperar la confianza de la sociedad deberá abrir canales formales e informales de comunicación y participación, asegurando también que esas participaciones realmente incidan en la toma de decisiones.
En los próximos meses sabremos si el diseño de la nueva Secretaría corresponde a las necesidades de la comunidad y, más importante, a las aspiraciones de un país que se resiste a perder medio siglo de avances en capacidades en investigación científica y desarrollo de tecnología.