Esta es la última entrega de esta columna en la que he tratado de explicar las razones por las que se inunda Tabasco:
Ya en mis dos columnas anteriores he explicado que Tabasco es en gran parte de su territorio una enorme llanura, es una gran planicie baja, que se inunda fácilmente, y que desde siempre ha sido la zona de mayor precipitación en el país, pero este año ha sido el más crítico porque se han roto todos los récords, por primera vez se han presentado 31 ciclones por el Atlántico, y sigue la cuenta, porque la temporada aún no termina.
El Huracán Iota fue el último huracán por el Atlántico, y ha sido el último también en alcanzar la Categoría 5, la máxima intensidad de un huracán en la escala Saffir-Simpson. Iota causó graves daños en áreas de Centroamérica que ya habían sido devastadas por el Huracán Eta apenas dos semanas antes.
Sin lugar a dudas los factores naturales son determinantes en las inundaciones que han sucedido en la historia de Tabasco. Sin embargo, he señalado también que la intervención antropogénica ha contribuido en la alteración de los sistemas hidráulicos en repetidas ocasiones. A lo largo de la historia se han hecho modificación a los cauces originales, mediante los llamados “rompidos” se han desviado los rios para evitar inundaciones o proteger algunas tierras, pero han afectado a otros.
En esta ocasión tocaré la ultima de las causas, la operación del sistema de presas.
El control de los ríos para regular avenidas y generar energía fue objeto de un importante programa que contempló la construcción de grandes presas en varios puntos de las cuencas altas. En una primera etapa, este programa se propuso el control y la regulación del sistema del río Grijalva, pero después derivó en el aprovechamiento de esos caudales para la generación de energía eléctrica. En la cuenca media del estado de Chiapas se han construido las plantas hidroeléctricas más importantes del país que son: la presa Angostura o Belisario Domínguez (construida en 1976), y que es la presa de mayor capacidad en México; la presa Chicoasén (construida en 1980), que tiene la cortina más alta del país, con 261 m; la presa Malpaso o Netzahualcóyotl (construida en 1966); y la presa Peñitas (inaugurada en 1987) que es la presa más pequeña del sistema Grijalva - Mezcalapa. Pero es la última que puede controlar el agua, a partir de ahí se inunda la planicie tabasqueña.
De estas presas solo La Angostura y Malpaso fueron diseñadas para regular avenidas y la capacidad de ambas es de 11 400 millones de metros cúbicos. En cuanto a la generación de energía, la capacidad instalada de las presas localizadas en el sistema Grijalva - Mezcalapa corresponde al 40.3 % de la capacidad hidroeléctrica nacional y al 52 % de la energía generada por las plantas hidroeléctricas del país.
La operación de esas presas se discute en un Comité, el Comité Nacional de Grandes Presas, este es presidido por la Comisión Nacional del Agua, pero también está integrado por la Comisión Federal de Electricidad, la Secretaría de Agricultura, entre otras interesadas. Además de un grupo de expertos de diferentes universidades del país: la Universidad de las Américas Puebla, la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Nacional Autónoma de México.
La lucha siempre está entre la CFE y la CONAGUA, la primera quiere tener las presas llenas para poder turbinar y generar más energía, la segunda quiere tenerlas bajas para poder controlar en ellas el impacto de las lluvias intensas, ahí se decide si soltar agua para bajar las presas o no hacerlo y dejarlas altas, este es un asunto muy delicado, justo en el momento más critico despidieron a los técnicos de la CONAGUA que saben del manejo de ese sistema, no hubiera podido evitarse la inundación, pero sIn duda, se habría administrado mejor, hoy la CFE y el Presidente deben decidir “entre inconvenientes”, y deciden inundar a los mas pobres. Poco a poco la CONAGUA desaparece del mapa de las decisiones. Cada vez se le consulta menos.