/ miércoles 13 de noviembre de 2024

Política mundial / El mundo a Trumpadas

Todavía no toma posesión como presidente de los Estados Unidos de América y el presidente electo ya da de qué hablar en todo el mundo. Los analistas se han volcado a vaticinar sobre lo que sucederá en el planeta luego de la victoria en las urnas del candidato republicano; sin embargo, el planeta no es el mismo que cuando Donald Trump fue presidente hace casi 8 años pues el mundo ha cambiado y vivido lo suficiente para envejecer y necesitar de un nuevo reordenamiento.

Resulta que el presidente electo no ha cambiado mucho y su retórica sigue siendo la misma pues habla del Make America Great Again como eje rector de la política estadounidense a partir de que él tome posesión. El problema, bajo la perspectiva de quien escribe estas líneas, es que Donald Trump ahora no solo tiene que luchar contra las nuevas y mejor posicionadas amenazas que sufre el occidentalismo y el hegemón global, sino que tiene que luchar contra sus propios demonios luego de una encarnizada lucha interna en la contienda electoral estadounidense.

Me explico. A pesar de que existen muchos problemas que Estados Unidos debe considerar y de los cuáles se hablará más adelante, el primero es recuperar la unión de los ciudadanos estadounidenses, pues la campaña no hizo más que dividir un país que, aunque su propio nombre lo diga, no funciona más así, al contrario, está cada vez más dividido y quebrantado ante la discrepancia de su propio sistema política que divide a demócratas y republicanos en dos bandos muy marcados y que, seguramente, tendrán una lucha encarnizada por la aplicación de las políticas que se avecinan a partir de 2025.

Es más, fue el propio Donald Trump quien, con el afán de ganar la elección, se encargó de denostar el gobierno (todavía actual) de Joe Biden y de Kamala Harris, rescatando los peores errores que estos han cometido, bajo su juicio y el de todos sus votantes, en los últimos cuatro años, al mencionar que Estados Unidos perdió la guerra en Afganistán, que fue a una guerra tonta contra Rusia y hay mucha corrupción en la administración pública, lo cual ha generado un descontento social en el vecino país del norte debido a la falta de apoyos y empleos para los ciudadanos estadounidenses. Incluso, a todos estos problemas internos habría que sumarle los dimes y diretes en temas migratorios y las amenazas de subir los aranceles a su mejor socio comercial: México.

Pero, como si fuera poco, los problemas no solo son de manera interna, sino que, como lo mencionaba al inicio, ahora el mundo gira mucho más rápido y en diferentes direcciones de como lo hacía la década pasada cuando Donald Trump inició su primer gobierno como presidente de los Estados Unidos. Ahora existe una guerra entre Rusia y Ucrania, un problema entre Israel, Palestina y Líbano y una crisis migratoria y política en la unión Europea. El mundo carece de grandes liderazgos que sean “amigos” y “leales” a los Estados Unidos y Donald Trump debe lidiar con ello. El presidente debe considerar que el mundo ha cambiado y que actores como Xi Jinping, Vladimir Putin o cualquiera de los otros BRICS son fundamentales para retomar el control que el propio Joe Biden ha perdido debido a sus malas decisiones políticas, tanto internas como externas.

El presidente electo deberá entender que Estados Unidos necesita, más que nunca, una nueva forma de gobernar en un mundo que toma mucho mayor fuerza con y sin ayuda de los Estados Unidos. Donald Trump debe reorganizar su estrategia para conseguir que Estados Unidos siga siendo esa máquina poderosa y hegemónica, no por lo que Europa pueda hacer, sino porque sin ese reagrupamiento político, su único aliado leal (Europa), puede colapsar y dejar de ser tan influyente en el nuevo orden mundial que tiene como nuevos líderes a los chinos y rusos.

Estados Unidos y su nuevo presidente deberán tomar nuevas y mejores decisiones desde un posicionamiento que el saliente Biden ha generado. No bastará con la retórica del Make America Great Again ni de las amenazas comerciales o migratorias. El nuevo gobierno estadounidense tendrá que emplearse a fondo si es que quiere mantener su poderío en un nuevo orden global que ya no está dispuesto a soportar más trumpadas.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor, investigador y analista en temas internacionales y educativos. Asociado COMEXI. Sígalo en x: @fabrecam

Todavía no toma posesión como presidente de los Estados Unidos de América y el presidente electo ya da de qué hablar en todo el mundo. Los analistas se han volcado a vaticinar sobre lo que sucederá en el planeta luego de la victoria en las urnas del candidato republicano; sin embargo, el planeta no es el mismo que cuando Donald Trump fue presidente hace casi 8 años pues el mundo ha cambiado y vivido lo suficiente para envejecer y necesitar de un nuevo reordenamiento.

Resulta que el presidente electo no ha cambiado mucho y su retórica sigue siendo la misma pues habla del Make America Great Again como eje rector de la política estadounidense a partir de que él tome posesión. El problema, bajo la perspectiva de quien escribe estas líneas, es que Donald Trump ahora no solo tiene que luchar contra las nuevas y mejor posicionadas amenazas que sufre el occidentalismo y el hegemón global, sino que tiene que luchar contra sus propios demonios luego de una encarnizada lucha interna en la contienda electoral estadounidense.

Me explico. A pesar de que existen muchos problemas que Estados Unidos debe considerar y de los cuáles se hablará más adelante, el primero es recuperar la unión de los ciudadanos estadounidenses, pues la campaña no hizo más que dividir un país que, aunque su propio nombre lo diga, no funciona más así, al contrario, está cada vez más dividido y quebrantado ante la discrepancia de su propio sistema política que divide a demócratas y republicanos en dos bandos muy marcados y que, seguramente, tendrán una lucha encarnizada por la aplicación de las políticas que se avecinan a partir de 2025.

Es más, fue el propio Donald Trump quien, con el afán de ganar la elección, se encargó de denostar el gobierno (todavía actual) de Joe Biden y de Kamala Harris, rescatando los peores errores que estos han cometido, bajo su juicio y el de todos sus votantes, en los últimos cuatro años, al mencionar que Estados Unidos perdió la guerra en Afganistán, que fue a una guerra tonta contra Rusia y hay mucha corrupción en la administración pública, lo cual ha generado un descontento social en el vecino país del norte debido a la falta de apoyos y empleos para los ciudadanos estadounidenses. Incluso, a todos estos problemas internos habría que sumarle los dimes y diretes en temas migratorios y las amenazas de subir los aranceles a su mejor socio comercial: México.

Pero, como si fuera poco, los problemas no solo son de manera interna, sino que, como lo mencionaba al inicio, ahora el mundo gira mucho más rápido y en diferentes direcciones de como lo hacía la década pasada cuando Donald Trump inició su primer gobierno como presidente de los Estados Unidos. Ahora existe una guerra entre Rusia y Ucrania, un problema entre Israel, Palestina y Líbano y una crisis migratoria y política en la unión Europea. El mundo carece de grandes liderazgos que sean “amigos” y “leales” a los Estados Unidos y Donald Trump debe lidiar con ello. El presidente debe considerar que el mundo ha cambiado y que actores como Xi Jinping, Vladimir Putin o cualquiera de los otros BRICS son fundamentales para retomar el control que el propio Joe Biden ha perdido debido a sus malas decisiones políticas, tanto internas como externas.

El presidente electo deberá entender que Estados Unidos necesita, más que nunca, una nueva forma de gobernar en un mundo que toma mucho mayor fuerza con y sin ayuda de los Estados Unidos. Donald Trump debe reorganizar su estrategia para conseguir que Estados Unidos siga siendo esa máquina poderosa y hegemónica, no por lo que Europa pueda hacer, sino porque sin ese reagrupamiento político, su único aliado leal (Europa), puede colapsar y dejar de ser tan influyente en el nuevo orden mundial que tiene como nuevos líderes a los chinos y rusos.

Estados Unidos y su nuevo presidente deberán tomar nuevas y mejores decisiones desde un posicionamiento que el saliente Biden ha generado. No bastará con la retórica del Make America Great Again ni de las amenazas comerciales o migratorias. El nuevo gobierno estadounidense tendrá que emplearse a fondo si es que quiere mantener su poderío en un nuevo orden global que ya no está dispuesto a soportar más trumpadas.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor, investigador y analista en temas internacionales y educativos. Asociado COMEXI. Sígalo en x: @fabrecam