/ viernes 17 de mayo de 2024

Dicotomía y entelequia

Hablo de dos mundos que son uno solo. Dos que por sus múltiples asimetrías parecieran estar bastante alejados y que, en algunos puntos, no pudieran relacionarse en lo más mínimo. Dos que, al estudiarles a profundidad, tienen una historia distinta desde el momento de su concepción, pero que se han ido uniendo, cada vez más, con el paso de los años.

Los mundos a los que me refiero están separados, pero no por su ideología o su forma de desarrollarse, sino por un muro metálico que puntualiza las asimetrías de ambos lados. Estos mundos, de hecho, hablan el mismo idioma, comen la misma comida y gustan de los mismos espacios recreativos. Incluso, tienen las mismas ideologías políticas de un lado y de otro.

En el plano comercial, encuentras los mismos productos, se come y consume de la misma forma. En materia educativa, los niños van a la escuela, claro, con diferentes condiciones promovidas por las políticas de gobierno desde un lado y el otro, pero con el mismo fin, una educación para la vida, incluyente y responsable. Dentro del tema de infraestructura, en el lado norte hay mayor énfasis en una planeación más correcta mientras que en el lado sur se van haciendo las cosas conforme se va necesitando, sin prestar tanta atención al futuro, sino al presente.

Pero, el lado cultural, ahí sí que hay una diferencia profunda en ambos lados, tanto del norte como del sur, pues no es que la cultura sea distinta pues casi se tienen las mismas celebraciones y hasta les rezan a los mismos santos o escuchan la misma música, sino que la ley juega un papel importante para que las apropiaciones culturales no provoquen desestabilidad social. Es decir, mientras al sur se hace lo que se quiere con lo que se tiene, en el norte se hace lo que se puede, con todo lo que se tiene, aunque no se quiera.

Es más, los contextos dicotómicos acontecidos a partir del desarrollo de cada uno de los lados a los que me refiero señalan, con mayor profundidad, las diferencias entre uno y otro lado. De un lado hay dinero, empleo, orden y desarrollo, mientras que en el otro es mucho más difícil de conseguir tales situaciones en un nivel óptimo.

Los elementos que parecieran estar orientados a lo mismo debido a las características macroeconómicas, políticas y hasta culturales impulsadas por las administraciones de ambos lados, refieren a una entelequia social y política que nunca se concretará debido a la dicotomía vivida en ambos lados. Estados Unidos y México nunca serán lo mismo a pesar de que existan 30 millones de mexicanos viviendo al norte de la frontera. Nunca seremos lo mismo a pesar de que en ambos lados de la frontera se hable español o inglés, o que se coman burritos y hot dogs. Nunca seremos lo mismo a pesar de que México y Estados Unidos comercian 738,393 millones de dólares por año gracias a la firma del T-MEC.

La dicotomía presentada en ambos lados de la frontera pudiera ser el sustento más grande para hablar de una entelequia mexicoamericana. Me explico, a pesar de que las cifras dicen que México y Estados Unidos son cada vez más fuertes y están cada vez más compenetrados, la realidad indica que no es posible que se rompan los paradigmas pues México no pretende ser Estados Unidos ni Estados Unidos pretende ser México, sino que solamente son un resultado de múltiples factores que toman lo mejor y lo peor de cada lado para representar una nueva sociedad que -ahora- vota por ambos presidentes y vive y convive con ambas culturas.

La frontera más occidental que tiene México con los Estados Unidos debiera ser un territorio paralelo que permitiera la concreción un nuevo Estado con nuevas características debido a su lejanía con la Ciudad de México y Washington, sin embargo, las características dicotómicas que podrían crearse a partir de esta nueva conformación, representarían, nuevamente, una entelequia, la misma que ya se puede concebir cuando se habla de Tijuana y San Diego, situación que traería la búsqueda constante de un nuevo acuerdo comercial que incluyera este nuevo Estado para fortalecer las economías ya existentes.

Si me preguntaran cuál es la respuesta a la dualidad existente en las fronteras México-americanas, no podría decirla pues el supuesto estudiado tendría que ser utópico y no real. En fin, los gobiernos deben trabajar con lo que se tiene y lo que se le permite desde entes endógenos y exógenos, tanto desde la política como desde los aspectos sociales.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Asociado COMEXI. Sígalo en @fabrecam

Hablo de dos mundos que son uno solo. Dos que por sus múltiples asimetrías parecieran estar bastante alejados y que, en algunos puntos, no pudieran relacionarse en lo más mínimo. Dos que, al estudiarles a profundidad, tienen una historia distinta desde el momento de su concepción, pero que se han ido uniendo, cada vez más, con el paso de los años.

Los mundos a los que me refiero están separados, pero no por su ideología o su forma de desarrollarse, sino por un muro metálico que puntualiza las asimetrías de ambos lados. Estos mundos, de hecho, hablan el mismo idioma, comen la misma comida y gustan de los mismos espacios recreativos. Incluso, tienen las mismas ideologías políticas de un lado y de otro.

En el plano comercial, encuentras los mismos productos, se come y consume de la misma forma. En materia educativa, los niños van a la escuela, claro, con diferentes condiciones promovidas por las políticas de gobierno desde un lado y el otro, pero con el mismo fin, una educación para la vida, incluyente y responsable. Dentro del tema de infraestructura, en el lado norte hay mayor énfasis en una planeación más correcta mientras que en el lado sur se van haciendo las cosas conforme se va necesitando, sin prestar tanta atención al futuro, sino al presente.

Pero, el lado cultural, ahí sí que hay una diferencia profunda en ambos lados, tanto del norte como del sur, pues no es que la cultura sea distinta pues casi se tienen las mismas celebraciones y hasta les rezan a los mismos santos o escuchan la misma música, sino que la ley juega un papel importante para que las apropiaciones culturales no provoquen desestabilidad social. Es decir, mientras al sur se hace lo que se quiere con lo que se tiene, en el norte se hace lo que se puede, con todo lo que se tiene, aunque no se quiera.

Es más, los contextos dicotómicos acontecidos a partir del desarrollo de cada uno de los lados a los que me refiero señalan, con mayor profundidad, las diferencias entre uno y otro lado. De un lado hay dinero, empleo, orden y desarrollo, mientras que en el otro es mucho más difícil de conseguir tales situaciones en un nivel óptimo.

Los elementos que parecieran estar orientados a lo mismo debido a las características macroeconómicas, políticas y hasta culturales impulsadas por las administraciones de ambos lados, refieren a una entelequia social y política que nunca se concretará debido a la dicotomía vivida en ambos lados. Estados Unidos y México nunca serán lo mismo a pesar de que existan 30 millones de mexicanos viviendo al norte de la frontera. Nunca seremos lo mismo a pesar de que en ambos lados de la frontera se hable español o inglés, o que se coman burritos y hot dogs. Nunca seremos lo mismo a pesar de que México y Estados Unidos comercian 738,393 millones de dólares por año gracias a la firma del T-MEC.

La dicotomía presentada en ambos lados de la frontera pudiera ser el sustento más grande para hablar de una entelequia mexicoamericana. Me explico, a pesar de que las cifras dicen que México y Estados Unidos son cada vez más fuertes y están cada vez más compenetrados, la realidad indica que no es posible que se rompan los paradigmas pues México no pretende ser Estados Unidos ni Estados Unidos pretende ser México, sino que solamente son un resultado de múltiples factores que toman lo mejor y lo peor de cada lado para representar una nueva sociedad que -ahora- vota por ambos presidentes y vive y convive con ambas culturas.

La frontera más occidental que tiene México con los Estados Unidos debiera ser un territorio paralelo que permitiera la concreción un nuevo Estado con nuevas características debido a su lejanía con la Ciudad de México y Washington, sin embargo, las características dicotómicas que podrían crearse a partir de esta nueva conformación, representarían, nuevamente, una entelequia, la misma que ya se puede concebir cuando se habla de Tijuana y San Diego, situación que traería la búsqueda constante de un nuevo acuerdo comercial que incluyera este nuevo Estado para fortalecer las economías ya existentes.

Si me preguntaran cuál es la respuesta a la dualidad existente en las fronteras México-americanas, no podría decirla pues el supuesto estudiado tendría que ser utópico y no real. En fin, los gobiernos deben trabajar con lo que se tiene y lo que se le permite desde entes endógenos y exógenos, tanto desde la política como desde los aspectos sociales.

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Asociado COMEXI. Sígalo en @fabrecam