Por Andrea Navarro De la Rosa
La ciudad de Valencia es una comunidad de poco más de 5.2 millones de habitantes, con 800 mil ubicados en su área metropolitana, que representa la 3a posición en España por su importancia económica y turística, y que geográficamente se encuentra sobre una planicie un poco inclinada hacia el mar Mediterráneo, ya que fue construida desde la antigua Roma en torno al río Turia.
Sin embargo, debido a un fenómeno meteorológico sin precedentes, hoy es el centro de conmoción internacional dado los acontecimientos excepcionales que dejaron un saldo de más de 200 fallecidos y decenas de desaparecidos. Investigadores y especialistas en fenómenos meteorológicos, como las lluvias torrenciales que cada año se hacen presentes en el mediterráneo entre septiembre y octubre, coinciden en que la respuesta de las autoridades españolas dejó mucho qué desear.
De acuerdo con la Agencia Estatal de Meteorología valenciana, las autoridades fueron notificadas desde el martes 29 de octubre que la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) advertía un nivel de muy alto riesgo para su población, pero -como es de esperarse cuando los gobiernos creen que el cambio climático es un mito- las autoridades locales, regionales y nacionales no adoptaron medidas excepcionales.
Y aunque las precipitaciones en el litoral de Valencia, zona que se ubica en el llamado “Plan Sur” de expansión urbana de los años 70, fueron ‘extraordinarias’ puesto que en cuestión de minutos la zona -que se encontraba a un costado de las presas de la ‘nueva ciudad’- fue arrasada por las aguas desbordadas en un barranco de barro que acabó con todas las vías principales y varios hogares, los servicios de emergencia y autoridades locales contaron con poco margen de acción para poder contener el desastre; mientras que entre el gobierno central y el regional existía una especie de pinponeo de responsabilidades respecto al modo de actuar tan tardío, incluso avisando a la población cuando lo peor de la inundación ya estaba ocurriendo.
Finalmente, destacó en los últimos días la diferencia en la presencia de las máximas autoridades españolas físicamente en la comunidad afectada: a casi 4 días después, el Presidente socialista Pedro Sánchez hizo su aparición para intentar dar la imagen de solidaridad y ayuda a los afectados, aunque al primer insulto dejó el lugar por “temor a su seguridad”. No obstante, más tarde el Rey Felipe VI y la Reina Letizia, en medio de reclamos, insultos y lanzas de lodo por parte de la población, resistieron y se quedaron para poder ayudar y consolar a las víctimas.
Tal como ocurrió en el derrumbe de Aberfan, Gales del Sur, en octubre de 1966, siempre que una población se abalanza con tal rabia y nivel de reclamo, es porque o ya existía un antecedente de riesgo alertado por los pobladores y especialistas locales que fue notablemente ignorado, o porque desde el Gobierno central las máximas autoridades brillaban por su ausencia.
Pero, ¿qué nos deja como lección la tragedia en Valencia?
Si bien, España pudo lidiar en “tiempo récord” (para estos días en los que cada paso en falso es documentado y viralizado en redes sociales) con el post-evento meteorológico; lo cierto es que países como Alemania, Francia, Austria y otros de Europa Central, México, India, e incluso Estados Unidos, que incluso cuentan -o contaban- con fondos de emergencia para el manejo de desastres naturales y protocolos a seguir y respetar cuando los científicos alertan sobre catástrofes inminentes, son el vivo ejemplo de lo que ocurre cuando sus Jefes de Estado y de Gobierno, sus gabinetes y todas las autoridades alrededor, dan poca seriedad a la agenda medioambiental cuando no es parte de su agenda o interés (presupuesto) político.
En los últimos años, hemos visto el evidente deterioro ambiental al igual que la poca sensibilidad y seriedad de los principales tomadores de decisiones respecto a estos eventos. Para México, que ciertamente tampoco ha emitido un mensaje de solidaridad por parte de la actual PresidentA -al parecer debiéndose a las actuales tensiones diplomáticas por falta de disculpas públicas del Rey de España-, el caso de Valencia tiene todo que ver con lo ocurrido también en Acapulco (y en otras zonas del país) con fenómenos meteorológicos “inesperados” como Otis, cuya antelación, gestión, respuesta y post-recuperación a un año de lo ocurrido, incluyó todos los factores de ausencia del expresidente Andrés Manuel López Obrador, falta de preparación de las autoridades locales y regionales, y también la imperdonable falta de fondos para el manejo de crisis medioambientales.
Tal como lo menciona el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en los próximos años “ningún lugar del mundo estará a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático”, por lo que sería mejor para todas las naciones -especialmente para las ya afectadas tanto humanitariamente como políticamente por su falta de seriedad al tema- priorizar la agenda medioambiental en caso de querer continuar o hacerse un lugar con el apoyo de la población, dado que desde este momento los desastres naturales no solo cobrarán una buena cantidad de vidas, sino que también el impacto económico será inminente. Habrá que pensárselo dos veces antes de continuar con las “prioridades” individuales de la agenda nacional e internacional que va hasta ahora.
ANDREA NAVARRO DE LA ROSA es Mtra. en Marketing Digital & e-Commerce, Internacionalista por la UNAM, Asociada y miembro de la Mesa Directiva del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI), y miembro de Poliescenarios. Síguela en X: @andie_nr