No todos los creadores populares provienen de largas tradiciones familiares, algunos de ellos descubrieron en estas expresiones, recientemente, una forma de reforzar su identidad y expresar su genio. Tal es el caso de Don Rodrigo Rojas Conde, quien trabaja las estructuras de fibras naturales como las calaveras de carrizo, las lámparas con forma de estrellas y globos, y las estructuras para la cartonería, que en Tepoztlán tienen una amplia tradición, pero elaboradas a partir de un método personal, creado observando y desentrañando el cómo y el porqué de ellas, impulsado por su talento natural y una inquietud y constante búsqueda de nuevas formas y formatos para expresarse.
En esta búsqueda encontró que el bambú es más durable, resistente y fuerte que el carrizo, aunque por supuesto más difícil de trabajar, así que desarrolló una técnica que le permite alcanzar la misma finura y detalle que con el carrizo. Cuando ha sido necesario o se le ha solicitado, trabaja el carrizo, pero se siente más cómodo con el bambú.
Aunque de niño, por diversión, e imitando a su padre quien trabajaba el carrizo, hacía juguetes de fibras naturales, Don Rodrigo se alejó de Tepoztlán durante 21 años por motivos de trabajo, regresando hace 9 “para comenzar de nuevo”, y reencontrándose con las fibras naturales. Llevado por su natural curiosidad desentrañó la cartonería y actualmente también se dedica a ella. Su talento lo ha llevado a elaborar piezas deslumbrantes, como un chinelo de 5 metros de altura para el carnaval de Tepoztlán, que impresiona por su excelente factura y escala. Su trabajo se ha expuesto lo mismo en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, que en el MMAPO, el Exconvento de Tepoztlán y las calles de su pueblo.
Generoso, no duda en compartir las técnicas que ha desarrollado con sus colegas o en talleres que imparte en su localidad; siempre dispuesto, cuando se le plantea algún reto, contesta con el mantra que lo ha llevado hacia delante en su trabajo artístico, “nada es imposible”, y en sus ojos se enciende la luz del talento impulsado por la curiosidad. Que esa luz, junto con la de las lámparas que elabora, siga brillando por mucho tiempo, iluminando nuestro andar.