/ domingo 5 de julio de 2020

Morelos naranja


Daniel Martínez Castellanos

Bastante bien le vino al estado que el cambio de color en el semáforo epidemiológico a naranja haya ocurrido justo cuando el gobierno estatal y los ayuntamientos de Cuernavaca y Cuautla protagonizan un diferendo que tiene como rehén a una sociedad que aguanta el confinamiento más por miedo que gusto y espera la menor señal de seguridad para salir a hacer las cosas que hacía antes, pero ahora con cubrebocas y muchos litros de gel antibacterial. Porque gracias a la determinación del gobierno federal, fundada en una complicada combinación de factores para determinar, dicen, la reducción paulatina de riesgos de contagio acelerado y saturación hospitalaria, lo que se percibía como el inicio de un conflicto social en un estado atribulado por las crisis de seguridad, económica y de gobierno, podría diluirse bastante al permitir la reapertura de muchísimos giros de negocios bajo circunstancias muy restringidas pero que permiten la recuperación de un poca de la actividad económica.

Arriesgado sería inferir, como hacen algunos, un manejo político de la cromática semaforil, aunque la sospecha existe en muchos dado el incremento de casos Covid-19 en el estado y el país. La duda se intenta abatir con argumentos técnicos en torno a la disminución aparente de la ocupación hospitalaria en el estado y a una poco clara tendencia menor en el ritmo de contagios en un Morelos que tiene, en esto del virus también, días terribles pero otros no tanto.

Para quienes sólo querían escuchar el permiso de salir a hacer una vida medio normal, el anuncio de semáforo naranja ha sido suficiente, aunque no queden claros, para el gran público, las razones del cambio. Hay muchos otros, sin embargo, que mantienen un sano temor y prefieren continuar las restricciones que, recomendadas por las autoridades sanitarias de todo el mundo, podrían mantenerlos en un menor riesgo. Probablemente sea ese miedo el que pudiera mantener los niveles de contagio controlados, siempre que sea una sensación mayoritaria.

Lo que debe ser preocupante para quienes están al mando en el gobierno y la iniciativa privada es el incremento enorme de la movilidad los dos días previos a la entrada del semáforo naranja, mucha gente salió de sus casas y ocupó los espacios públicos sin restricciones ni precauciones. En efecto, hay mucha gente que se cuida al máximo, pero muchísimos otros no hacen lo mínimo para mantener condiciones mínimas de seguridad y ello podría derivar en una crisis mayúscula en tanto el famoso aplanado de la curva de contagios parece un sueño lejano por más que se trate de convencernos de lo contrario.

En lo positivo, habría que destacar la responsabilidad de muchas empresas que mantienen una colección tranquilizadora de controles para el flujo de personas y la sanidad de sus trabajadores y clientes, si hay algún dibujo de esperanza en el ambiente actual, son ellos quienes lo van trazando. Los filtros sanitarios estrictos en los negocios, pueden generar algo de conciencia en la población de que la pandemia aún no está controlada y con ello, idealmente, fomentar un autocuidado mayor.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca