Nadie debería esperar que la condena al aborto por parte de la jerarquía católica variara. El clero suele ser profundamente conservador, y por ello poco debieran escandalizar las declaraciones en las que el Obispo de Cuernavaca declara que la determinación de despenalizar el aborto es de una gravedad comparable a la de las inundaciones, los sismos, y el deslave en el Cerro del Chiquihuite. Podría decirse que era un discurso esperado, aunque probablemente desafortunado.
De acuerdo con las encuestas, alrededor de la mitad de los morelenses están a favor de la despenalización y legalización del aborto voluntario. El apoyo a estas reformas jurídicas ha ido creciendo a través del tiempo en la medida en que el pensamiento social ha evolucionado en varias vertientes; los derechos de las mujeres, la igualdad de género, la diversidad de pensamiento y hasta la incorporación de la salud pública como tema en algunas de las agendas ciudadanas.
Ese apoyo evidencia que muchos de los habitantes de Morelos que se declaran católicos están a favor de la despenalización. De acuerdo con el censo 2020, en Morelos el 71% de la población se considera católica. Eso significaría que si todos los que rechazan la despenalización fueran católicos, por lo menos uno de cada tres que profesan tales creencias estarían de acuerdo con la determinación de la Corte que el Obispo critica. Y sabemos que muchos de quienes rechazan el aborto profesan alguna de las formas de protestantismo (cristianos, evangélicos, etc.), que mantienen también la postura de rechazo a la interrupción voluntaria del embarazo. Con esos datos, la proporción de católicos a favor del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo podría ser bastante mayor.
Es decir, si consideramos la definición más amplia de iglesia, que incluye al clero y la comunidad, podría ser muy aventurado seguir diciendo que la Iglesia católica se opone a la despenalización del aborto. En todo caso, el problema es que la evolución del pensamiento de la jerarquía católica no ha sido tan veloz como el de la sociedad y de muchos de sus fieles, que ahora apoyan causas que el clero rechaza: divorcio, diversidad sexual, interrupción voluntaria del embarazo, familias monoparentales y homoparentales; temas que no necesariamente operan en paquete; es decir, algunos pueden creer en el divorcio y no en el resto, y así.
El problema para muchos está en que si una Iglesia fundada en la prohibición y la culpa, levanta esas prohibiciones y enseña a vivir sin culpas, no tiene absolutamente nada qué ofrecer. Sin embargo, habría que considerar que tanto el catolicismo como muchas otras religiones judeocristianas, son mucho más que un paquete de prohibiciones y generadores de culpa. La labor social de las iglesias en Morelos, y en general en el mundo, es incuestionable y trasciende con mucho el creciente paquete de desencuentros con muchos de sus fieles. Seguramente por ello más del 85% de los morelenses declara profesar alguna de las derivaciones del cristianismo (con una muy amplia mayoría católica). Y probablemente justo por esos desencuentros, la fe en esas religiones ha caído un 3% en la última década. En el caso de los católicos la fuga llega al 7%.
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