Incluso fray Diego Durán, un monje dominico del siglo XVI, que escribió el llamado Códice Durán o “Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme”, documento que realizó con todo el conocimiento que obtuvo el monje, ya que llegó a vivir de España a Texcoco a los cinco años, con sus padres.
Su códice es conocido como el libro histórico de los aztecas-mexicas. En él narró escritos relativos al trabajo que realizaban graniceros desde entonces en el entorno natural, como ahora, en pleno siglo XXI lo siguen haciendo.
Y está presente el volcán en varios Códices. Déjenme contarles, queridos lectores, que los aztecas-mexicas que estudiaban en el Calmecac eran los únicos que podían interpretar lo que estaba plasmado en los códices, pues sus maestros o tlamatinimeh –los que saben algo- y demás sacerdotes conocían bien el manejo de sus tradiciones, ritos, costumbres y demás, así es que los que acudían a este centro de formación eran los que pertenecían a la élite indígena. Y los que sobrevivieron a la destrucción que de ellos hicieron personajes tristemente recordados como fray Diego de Landa, que en la población de Maní, Yucatán, ordenó la incineración de varios de estos documentos, por considerarlos muestra de la idolatría indígena. Otros más se extraviaron o no sobrevivieron al paso del tiempo.
En la actualidad se conservan menos de 20, casi todos resguardados por museos y bibliotecas, sobre todo de Europa, con excepción de unos pocos, entre ellos el Códice de la Cruz Badiano, entre otros que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, luego de que Carlos Salinas de Gortari le pidiera a Juan Pablo II, antes de la visita que hizo a México para restablecer relaciones diplomáticas, trajera el tratado de medicina llamado de la Cruz Badiano. Seguro se me escapan algunos más de la memoria.
Mirando al ayer, los movimientos volcánicos han dado pie a distintas manifestaciones pictóricas como la ocurrida en el Paricutín, donde logró relevancia mundial Gerardo Murillo, el icónico Dr. Atl, quien al volverse fanático de los volcanes. Otro que logró relevancia nacional fue el gran escritor José Revueltas, para mí, el mejor intelectual que la izquierda dio en México durante el siglo pasado, con su maravillosa crónica: “Visión del Paricutín. Un sudario negro sobre el paisaje”, cuyo primer párrafo dice así:
“Dionisio Pullido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada. Tiene para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra; tiene sus manos, totalmente sucias, pobres hoy, para labrar, ahí donde encuentre abrigo. Solo eso tiene: su cuerpo desmedrado, su alma llena de polvo, cubierta de negra ceniza. El cuiyútziro –águila en tarasco-, que fuera terreno labrantío y además de su propiedad, hoy no existe; su antiguo “plan” de fina y buena tierra ha muerto bajo la arena, bajo el fuego del pequeño y hermoso monstruo volcánico. Todavía hoy Pulido vive en su miserable casucha de Paricutín, el desolado, espantoso pueblecito. Es propietario de un volcán; no es dueño de nada más en el mundo”. ¡Uff !, qué tal, queridos lectores, cada vez que lo leo, se me enchina la piel de emoción. Eso es hacer crónica.
La realidad es que el interior del Popocatépetl es un enigma, lo que no sucede con los demás volcanes a los que se ha logrado filmar. Su gran tamaño y las dificultades en el acceso por estar activo hacen que su estructura interna sea desconocida para el mundo científico. Y les narro una ofrenda actual que le llevaron al volcán la semana pasada con la que un grupo de graniceros o tiemperos y adoradores del volcán le manifestaron su respeto, su deseo de tenerlo contento y evitar una erupción. Salieron en columna, más de cincuenta personas como a las 7 am con alimentos, bebidas, inciensos, medallas, pomadas para las quemaduras, entre otras cosas porque aseguran que está enojado debido a que el pasado 12 de marzo, día que cada año lo festejan, lo olvidaron. Así es que pidieron permiso a las fuerzas armadas que impiden el paso por su peligrosidad y luego de varios intentos pudieron llevarle ofrendas en estos momentos y “frenar así su furia” y lo mejor, es que, a decir de un vecino de la zona, varios soldados acompañaron al numeroso grupo hasta donde alcanzaron pasar. Esperemos surta efecto el ritual a fin de eue el grandioso volcán, siga siendo benévolo con los que lo rodean y confían en él.
Hasta el próximo lunes.