Queridos lectores, en esta mi primera aportación a El Sol de Cuernavaca, me presentaré ante ustedes. Les cuento, aquí en confianza, que hace tiempo esperaba la oportunidad de volver a escribir artículos de opinión en un medio escrito, porque aunque la entrevista, el reportaje y la crónica me encantan, añoraba expresarme de esta forma.
La semana pasada recibí una muy cálida llamada telefónica de un amigo invitándome a incorporarme a este diario lo que me puso feliz. Sé que un periodista de larga trayectoria como la mía, para acceder a otro medio, debe cerrar círculos. Para un reportero es no sólo importante, sino necesario vivirlo; atrás quedan momentos algunos excelentes, otros, los menos, no tanto. Entre los buenos, están el compañerismo que viví en casi todas las redacciones en las que participé, cuando ya reunidos frente a los escritorios, “vaciábamos” nuestra información, a veces, junto a una deliciosa torta de sardinas y chiles en vinagre la que consumíamos entre golpe y golpe a la máquina de escribir, -obvio, cuando me inicié no existían las computadoras en los medios-, y las bromas y comentarios de los compañeros, cada uno trayendo un sabroso chisme de sus respectivas fuentes, todo eso vale la pena vivirlo. Como reportera, gracias al oficio y a que participé como prensa en dos extensas campañas para gobernador y múltiples giras, pude conocer hasta la última ranchería del estado. Pues bien, siempre que dejé atrás tal o cual medio, nacional o estatal, nunca lo hice sola, traje dentro de mí, todo lo aprendido y grandes amigos, sin embargo, me faltaba cerrar un círculo al que pertenecía de corazón, aunque alejada de la redacción y de los artículos en la sección de Opinión. Ahora, a través de estos colegas con los que me acabo de re encontrar, recordé con ellos, sabrosas anécdotas, así que a partir de hoy, será desde este espacio donde me exprese feliz de la vida.
Ya desde el momento mismo de trasponer la puerta de estas oficinas de la calle Galeana en el centro de Cuernavaca comencé a saludar a amigos y colegas de siempre que me brindaron cálidas palabras como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Qué gratificante fue encontrar jóvenes y ya no tan jóvenes colegas, todos reporteros, todos periodistas que me decían: “Ya era hora de que volvieras a escribir Lya. Bienvenida”. Que sabrosas sentí esas palabras porque un reportero, aunque la vida lo aleje de los medios, nunca deja de serlo, comenzando por mi director, el reportero y periodista y ahora director de este medio, Daniel Martínez, siempre con una expresión amable en el rostro.
Quizá se pregunten, porqué Lya distingue la palabra reportero y la de periodista, porque ahora todo aquel que escribe en un periódico se llama: periodista. Pero un reportero, que también es periodista, es el que ha gozado, sufrido, padecido, sudado la gota gorda por seguir las andanzas diarias de la información y que sabe, -como yo aprendí-, lo que es, que en la redacción, le rechacen una nota y la tenga que repetir varias veces hasta que salga.
¡Qué curiosas son las vueltas que da la vida, sobre todo cuando se abren nuevas oportunidades! Así es que, con ánimos redoblados y con mi agradecimiento a todos los medios, en general, en los que he participado, me alisto para aparecer lunes a lunes, Dios mediante, en este gran periódico nacional y estatal como es El Sol de Cuernavaca, con temas que buscaré sean del interés común de nuestra querida ciudad de Cuernavaca, llevando a cuestas una de las misiones del periodismo que es llegar, a través de las letras, al mayor número de lectores y esto lo hago sin dejar de recordar la canción favorita del gran cantante Facundo Cabral q.e.p.d.:
Este es un nuevo día, para empezar y buscar al ángel que nos preste los sueños”, y añado, que guíe mi imaginación para escribir para mi ciudad y volver a ser feliz.
Hasta el próximo lunes.
