La abeja, y su miel y cera, mantienen un significado espiritual para los herederos de las culturas mesoamericanas y para los de las cristianas europeas. Los cirios pascuales y litúrgicos se elaboran con su cera pues se le asocia a la pureza y la virginidad. Para los pueblos mesoamericanos, como la cultura maya, la divinidad de las abejas es la sostenedora del cielo.
La cerería tradicional, en Morelos, se mantiene viva en Atlatlahucan, Axochiapan, Tetelcingo, Ocotepec, Tepoztlán, Temoac y Tlayacapan. Una de sus principales expresiones son las hermosas ceras escamadas, que varían en su forma de acuerdo a la localidad y el artesano que las produce, pero que por lo general consisten en un cirio adornado con primorosas escamas de cera que, de tan delgadas, son casi traslúcidas, y se sujetan a él con un alambre delgado o con cera de Campeche. Estas escamas se obtienen con moldes de barro o madera y son de distintos colores y formas según el tipo de celebración. Principalmente son hojas, flores, aves, querubines o campanas. En algunas ocasiones, al cirio se le retiran parcialmente porciones de cera, sin desprenderlas, para dar forma con ella a adornos exquisitos. Con estos elementos se consiguen piezas que van desde el cirio adornado, hasta grandes figuras de animales o iglesias, pasando por las que tienen forma de custodias. Cada variante expresa las particularidades estéticas de quien la produce o de su comunidad, pero todas son elaboradas con igual devoción y sentido de la tradición.
Las ceras escamadas acompañan las procesiones de las imágenes religiosas o incluso las encabezan, colgando de un palo sostenido en cada extremo por una niña, para entrar a los templos y llegar hasta los pies del santo patrono, donde serán encendidas y su efímera belleza sucumbirá al fuego purificador.
Las ceras escamadas son ofrendas incorruptibles porque la cera lo es; ofrendas de sabiduría que se expresa en la luz de sus pabilos ardiendo; ofrendas de herencia y tradición, porque una parte de la cera suele recolectarse, una vez que ardió, para ser reusada en la labranza de los cirios de la próxima fiesta, como cera madre, y porque también, una vez que ardió la vida de quienes las elaboraron, su oficio es recogido y perpetuado por sus descendientes.