Los debates entre candidatos presidenciales iniciaron en la etapa de transición democrática de México. Hasta antes de 1994 no existía esta práctica muy extendida en Estados Unidos y en otros países. En México el control de los órganos electorales hasta entonces lo tenía el gobierno. No se sabía bien en donde acababa el gobierno y en donde empezaba el partido.
También los medios de comunicación le daban cobertura preferencial al candidato oficial, dejando a los candidatos de oposición en espacios marginales, si revisamos la elección de 1988, veremos un claro ejemplo de la inequidad en los tiempos y coberturas en medios, en ese tiempo periódicos, radio y televisión.
Finalmente, la cuestionada elección del 88 y el respectivo fraude electoral representado por lo que se llamó la “caída del sistema”, hizo que el sistema político se empezara a transformar.
En 1994 se realizó el primer y muy esperado debate presidencial entre los candidatos Ernesto Zedillo, Diego Fernández de Ceballos y Cuauhtémoc Cárdenas.
En ese debate dicen que Diego había pactado no golpear a Cárdenas, sin embargo, repartió contra el candidato oficial y en especial contra el candidato del PRD. Claramente se alzó como ganador del debate.
EL impacto que tuvo en las encuestas fue evidente, esos son los efectos que pueden resultar de los debates, como en este caso en donde hubo un claro ganador.
Los debates difícilmente cambian la intención del voto de quien está convencido, el llamado voto duro, pero si pueden incidir en el voto volátil, en aquellos que aún no deciden su voto, el voto “switcher”.
Después del debate presidencial del 94 no recuerdo algún otro en donde el resultado hubiera sido tan claro, algunos hasta resultaron aburridos.
En la elección del 2006 hubo dos debates, el candidato puntero decidió no ir al primero, pagó caro su desdén al electorado, perdió la elección por medio punto porcentual. Dicen que a la fecha no lo ha superado.
En Morelos también se empezaron a hacer debates entre los candidatos a gobernador y en algunas elecciones municipales como Cuernavaca a partir de 1997, con formatos un tanto acartonados y con poco margen de maniobra. Debates organizados por organizaciones y cámaras empresariales y universidades principalmente; realmente no eran debates como tal, sino una especie de pasarelas en donde se invitaba a las y los candidatos de manera simultánea a presentar sus propuestas. De alguna manera se podía contrastar entre los aspirantes.
El debate de candidatos a la gubernatura del 2006 se transmitió por las señales de los medios públicos y privados, causó mucha expectativa por ser el primero realmente bajo la conducción de la autoridad electoral. Fue un debate interesante y tuvo su final caricaturesco cuando el candidato del PRD cerró con la frase que entonces impulsaba el candidato del PAN Felipe Calderón: “yo tengo las manos limpias”. El PAN ganó la gubernatura.
En el debate del 2012 para la gubernatura participaron Amado Orihuela por el PRI, Adrián Rivera por el PAN, Graco Ramírez por el PRD y Julio Yáñez por PSD. Fue un ejercicio muy interesante en donde hubo golpes certeros como aquel que le propino el candidato del PRD al del PRI, quien presumía ser hombre de campo, le dijo: “Amado tu eres hombre de campo, pero de campo de golf” mientras exhibía una lámina con la imagen de su casa localizada en un lujoso fraccionamiento y campo de golf de Cuernavaca. En ese debate el candidato del PSD, quien posteriormente contrataría a Cuauhtémoc Blanco como candidato a Cuernavaca, muy a su estilo se presume que se alió con el candidato priista para golpear al candidato perredista.
Actualmente la autoridad electoral tiene la obligación por mandato de ley, de organizar al menos dos debates en la entidad.
En otro momento más propicio hablaremos del debate del día de ayer entre las candidatas a gobernadora del estado y por supuesto veremos como influirá en los resultados electorales del dos de junio.
Por lo pronto ya nos preparamos para el segundo debate presidencial del domingo 28 de abril.
Estamos seguros que será de gran utilidad para aquellos que aún no deciden su voto o para los que no están seguros de ir a votar.