Para todos los que aceptan su bautizo en serio, para los que acepten que por ser cristianos son profetas, que por ser cristianos tienen esa tarea de anunciar y denunciar lo que anunció y denunció Jesús
Don Sergio Méndez Arceo (VII Obispo de Cuernavaca)
Desde que el portador de paz, nuestro maestro-profeta Jesús de Nazareth, vino a poner su morada entre nosotros, ha estado acompañado por la persecución de Herodes, el ataque y las trampas constantes de los fariseos y doctores de la ley para hacerlo caer en contradicción delante del pueblo y poder condenarle, hostigado por el pacto infame y traidor del sanedrín con el poder del imperio romano para sentenciarlo a muerte.
Así ha sucedido con nuestra madre Iglesia cuando decide asumir su papel profético. Cristo fue asesinado porque vino a desestabilizar el poder de los tiranos, no desde la confrontación sino desde la opción por la defensa de la dignidad del ser humano, develando así las injusticias del opresor.
En México la guerra cristera tiene sus claros-oscuros, pero no podemos negar la intolerancia religiosa del Estado, ni el valeroso martirio pacifico de cristeros que no optaron por las armas sino por la resistencia pacífica ante el totalitarismo del Leviatán. Esa iglesia profética que defendió su fe antes que someterse ante el dominio del Cesar, tomó la actitud de Jesús frente al sanedrín, quien no contesto a sus provocaciones y mentiras pero respondió ante su violencia “Si he hablado mal, da testimonio de lo que he hablado mal; pero si hablé bien, ¿por qué me pegas?” (Jn 18, 23) Esa es la voz profética de la Iglesia que responde críticamente ante el cuerpo de Cristo violentado que es nuestro propio pueblo de Dios; la Iglesia no calla, ni se somete ante el poder y la violencia.
Cristo fue asesinado por la tiranía y la traición, fue calumniado, sentenciado y crucificado en nombre de la pax romana. Porque al imperio siempre le incomoda y le teme a la popularidad de esos hombres de pueblo que no están dispuestos a detener su grito de denuncia, por eso cortan sus cabezas como al profeta del desierto, Juan el Bautista.
Delante del gobernador Poncio Pilato nuestro profeta de Galilea tampoco contesta a las calumnias, pero si le deja en claro que “quien está de parte de la verdad escucha mi voz”(Mt.18,37) La iglesia-profética siempre busca la verdad en las enseñanzas de Cristo, y al igual que Moisés con las tablas de la ley, Cristo nos resumió su enseñanza en la bienaventuranzas: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados, Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamarán hijos de Dios” (Mt. 5)
Nuestra iglesia peregrina de Cuernavaca sigue esta forma de proceder de nuestro maestro de Nazaret. Esta Diócesis ha tenido en varias ocasiones un caminar profético, y las brasas de ese fuego de ir hacia la justicia por el evangelio, sigue encendiendo las conciencias de nuestro pueblo, somos una iglesia que camina y acompaña los dolores de un pueblo herido por las diversas violencias de una sociedad que se olvido de procurar lo espiritual.
Con gran pena podemos decir que hay quien como aquel tiempo, gente que prefiere a Barrabás que a Jesús. Sin embargo, la verdad nunca muere, sino renace en otras voces que retomarán la propuesta social-cristiana del evangelio. Reconfortémonos con estas palabras sabias del santo Mons. Oscar Arnulfo Romero quien fue asesinado en el Salvador: “Si hay un conflicto entre Gobierno y la Iglesia no es porque la Iglesia sea opositora política del Gobierno, sino porque el conflicto ya está establecido entre el Gobierno y el pueblo, y la Iglesia defiende al pueblo (…) La Iglesia está con el pueblo, y el pueblo está con la Iglesia. ¡Gracias a Dios!”
La iglesia no teme a los poderes de este mundo, reafirmamos nuestro compromiso de estar al lado del pueblo, especialmente en los padecimientos de su cruenta pasión y crucifixión, anhelando su resurrección. Seguiremos acompañando los dolores de este calvario social en el que vivimos, estamos con el pueblo y la gran mayoría del pueblo está con la Iglesia, por eso no dejaremos de anunciar la buena noticia del amor ni dejaremos de denunciar las injusticias de la maldad.
¡Viva Cristo Rey!