/ jueves 8 de agosto de 2024

Días de soltar / Las trampas del desarrollo

Esta semana en un periódico de circulación nacional leí un artículo que hablaba de uno de los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. En el artículo mencionan que la mejor solución para salir de la “trampa de la baja capacidad para crecer” es una política industrial con enfoque territorial. Dice que fortalecer la vocación productiva de una región es lo mejor que podemos hacer para atraer inversión extranjera, evitar el bajo crecimiento, la desigualdad y la baja capacidad industrial. Todo muy bien, incluso en sintonía con la idea de desarrollo de la nueva administración federal de clusters o polos de desarrollo para fomentar el nearshoring.

No estoy en desacuerdo del todo. El desarrollo debe ser económico o no es desarrollo. Cada mexicano necesita plata en el bolsillo para poder vivir mejor. Además, tiene sentido que nos concentremos por regiones. Dicen por ahí, hay que empezar con un paso chiquito y acabamos con el grande. Si nos concentramos en que cada morelense tenga suficiente para comer tres veces al día, primero, de lograrlo podemos pensar después en que cada mexicano también lo tenga.

Lo que me preocupa es que no estoy viendo una visión que vaya más allá de lo meramente económico. La visión de una vocación productiva a través de la industria no es nueva, tampoco lo es el querer regionalizarla. Así se construyó CIVAC hace varias décadas. Ahí tenemos el mejor ejemplo de que es lo que pasa cuando nos concentramos solo en política industrial: un radio pequeño de territorio “desarrollado” con las calles pavimentadas, luz y agua limpia que genera trabajos productivos, si, productivos para el dueño de la empresa que generalmente se lleva las utilidades a otra parte, no para las personas que viven alrededor, como en Tejalpa, el Porvenir y Tetecolala. Esas tres colonias rodean a CIVAC, y mientras en la zona industrial las calles están perfectamente trazadas y organizadas en las calles de atrás reina la anarquía. Los trabajos “competitivos” que se generan dentro de un cluster, son competitivos desde los zapatos del que paga los sueldos, no de los que lo recibe y se da cuenta que no le alcanza para resolver sus problemas.

Esto no es una pedrada a los empresarios, ellos son parte importante del sistema y hacen su parte: pagan esos sueldos. Esta es una pedrada para el gobierno, que tradicionalmente no ha hecho la chamba de aterrizar estas políticas “territoriales” al territorio. Muy bien Gober, trajiste una empresa más a la zona industrial, pero ¿cómo estás asegurando no se lleve el agua que necesitaba la colonia de atrás? O simplemente que no la contamine. ¿Cómo te estas encargando que los trabajadores que llegan a estos polos de desarrollo encuentren viviendas dignas, con fácil acceso de transporte público a su alcance? Para que no tengan que invadir áreas naturales protegidas como el Tepozteco. Y gastarse el treinta por ciento de su ingreso mensual en llegar al trabajo.

Esos son los temas que nos fallaron con las políticas de sustitución de importaciones y globalización, ambas que prometían mucho y lograron poco en el territorio. Ahora estamos combinando, de alguna manera, esas dos políticas: si, desarrollemos lo local y hagámoslo con una visión globalizada. Pero si el encargado de ejecutar estas políticas de las puertas de las fabricas hacia afuera no pone atención en las demás variables del juego, que en los últimos cincuenta años nos hemos dado cuenta son importantes, además del crecimiento económico, no vamos a lograr resultados diferentes, aunque la hagamos por regiones. Y aquí es donde el gobierno, en teoría, es el principal actor.

¿Dónde queda la política ambiental? Que vaya de la mano con esa visión productiva y balanceen en desgaste de los mantos acuíferos de la región, la distribución equilibrada y la justicia restaurativa. ¿Dónde queda la política de desarrollo urbano? Que de espacios para asentarse a las grandes empresas de México y el mundo, con calles pavimentadas, luz y seguridad; pero que también lo haga para los habitantes de la región que ya vivían ahí y los nuevos que llegan buscando mejores oportunidades. Los sistemas de transporte, pero no solo para que los tráileres salgan de las fábricas y lleguen rápido a la carretera, sino también para que la mano de obra pueda llegar rápido y segura a casa.

Estos son tres pendientes que la administración entrante haría bien en contemplar en esta nueva propuesta de solución a las “trampas” que no permiten el desarrollo, de lo contrario, seguiremos teniendo los mismos resultados.

Esta semana en un periódico de circulación nacional leí un artículo que hablaba de uno de los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. En el artículo mencionan que la mejor solución para salir de la “trampa de la baja capacidad para crecer” es una política industrial con enfoque territorial. Dice que fortalecer la vocación productiva de una región es lo mejor que podemos hacer para atraer inversión extranjera, evitar el bajo crecimiento, la desigualdad y la baja capacidad industrial. Todo muy bien, incluso en sintonía con la idea de desarrollo de la nueva administración federal de clusters o polos de desarrollo para fomentar el nearshoring.

No estoy en desacuerdo del todo. El desarrollo debe ser económico o no es desarrollo. Cada mexicano necesita plata en el bolsillo para poder vivir mejor. Además, tiene sentido que nos concentremos por regiones. Dicen por ahí, hay que empezar con un paso chiquito y acabamos con el grande. Si nos concentramos en que cada morelense tenga suficiente para comer tres veces al día, primero, de lograrlo podemos pensar después en que cada mexicano también lo tenga.

Lo que me preocupa es que no estoy viendo una visión que vaya más allá de lo meramente económico. La visión de una vocación productiva a través de la industria no es nueva, tampoco lo es el querer regionalizarla. Así se construyó CIVAC hace varias décadas. Ahí tenemos el mejor ejemplo de que es lo que pasa cuando nos concentramos solo en política industrial: un radio pequeño de territorio “desarrollado” con las calles pavimentadas, luz y agua limpia que genera trabajos productivos, si, productivos para el dueño de la empresa que generalmente se lleva las utilidades a otra parte, no para las personas que viven alrededor, como en Tejalpa, el Porvenir y Tetecolala. Esas tres colonias rodean a CIVAC, y mientras en la zona industrial las calles están perfectamente trazadas y organizadas en las calles de atrás reina la anarquía. Los trabajos “competitivos” que se generan dentro de un cluster, son competitivos desde los zapatos del que paga los sueldos, no de los que lo recibe y se da cuenta que no le alcanza para resolver sus problemas.

Esto no es una pedrada a los empresarios, ellos son parte importante del sistema y hacen su parte: pagan esos sueldos. Esta es una pedrada para el gobierno, que tradicionalmente no ha hecho la chamba de aterrizar estas políticas “territoriales” al territorio. Muy bien Gober, trajiste una empresa más a la zona industrial, pero ¿cómo estás asegurando no se lleve el agua que necesitaba la colonia de atrás? O simplemente que no la contamine. ¿Cómo te estas encargando que los trabajadores que llegan a estos polos de desarrollo encuentren viviendas dignas, con fácil acceso de transporte público a su alcance? Para que no tengan que invadir áreas naturales protegidas como el Tepozteco. Y gastarse el treinta por ciento de su ingreso mensual en llegar al trabajo.

Esos son los temas que nos fallaron con las políticas de sustitución de importaciones y globalización, ambas que prometían mucho y lograron poco en el territorio. Ahora estamos combinando, de alguna manera, esas dos políticas: si, desarrollemos lo local y hagámoslo con una visión globalizada. Pero si el encargado de ejecutar estas políticas de las puertas de las fabricas hacia afuera no pone atención en las demás variables del juego, que en los últimos cincuenta años nos hemos dado cuenta son importantes, además del crecimiento económico, no vamos a lograr resultados diferentes, aunque la hagamos por regiones. Y aquí es donde el gobierno, en teoría, es el principal actor.

¿Dónde queda la política ambiental? Que vaya de la mano con esa visión productiva y balanceen en desgaste de los mantos acuíferos de la región, la distribución equilibrada y la justicia restaurativa. ¿Dónde queda la política de desarrollo urbano? Que de espacios para asentarse a las grandes empresas de México y el mundo, con calles pavimentadas, luz y seguridad; pero que también lo haga para los habitantes de la región que ya vivían ahí y los nuevos que llegan buscando mejores oportunidades. Los sistemas de transporte, pero no solo para que los tráileres salgan de las fábricas y lleguen rápido a la carretera, sino también para que la mano de obra pueda llegar rápido y segura a casa.

Estos son tres pendientes que la administración entrante haría bien en contemplar en esta nueva propuesta de solución a las “trampas” que no permiten el desarrollo, de lo contrario, seguiremos teniendo los mismos resultados.