¿Alguna vez ha extrañado a alguien?, así desde la entraña, extrañarla hasta que el mundo que le rodea se vuelve oscuro cuando una recuerda que esa persona ya no está en este plano, y a veces tenemos la fortuna de encontrarla en sus palabras, en sus libros, en las conversaciones de amigas, y se arma una su rompecabezas de recuerdos, a mí me pasa cuando pienso a Itziar Lozano Urbieta, no imagino qué clase de destino hubiese yo tenido sin ella a mi lado en la infancia, esa mujer blanca, pero de ese tono de blanco que se sabe que trae en sí la esperanza, delgadita, con su cabello siempre corto. Permítame la nostalgia en esta entrega, y sirva este texto como un homenaje pendiente. Una mujer que eligió México como su hogar y a mi como su ahijada.
Cuanto se le agradece a Itziar, su trayecto por Morelos su presencia le dio un renovado enfoque a lo que se estaba construyendo en materia de feminismos, estando ya en Morelos, en 1977, se incorporó a Comunicación, Intercambio y Desarrollo Humano en América Latina (CIDHAL), centro pionero por la defensa de los derechos humanos de las mujeres, organización feminista fundada por Betsie Hollants en 1965, se imagina usted, a un grupo de mujeres en esos años, discutiendo ya sobre el placer, la autonomía, el derecho a decidir, las políticas públicas desde nuestra mirada, la no maternidad y cuestionando desde ya los privilegios masculinos y sus expresiones y modalidades de las violencias que ocupaban contra las mujeres. Ahí estaba Itziar, con su lucha por establecer relaciones equitativas de género, fabricando formulas nuevas y colectivas para eliminar la discriminación social fundamentada en la desvalorización de las mujeres y lo femenino.
Tenía su vena académica fuerte y muy interseccional para su tiempo, pero tenía también una fascinación por los medios de comunicación, era una divulgadora nata, basta buscar algunos de sus manuales sobre qué hacer en caso de agresión para las mujeres, fue uno de los muchos temas que le apasionaba, construir atención y acompañamiento desde una mirada feminista a las víctimas de violación.
Ya sé, habla mi amor por ella, pero sino me cree puede googlearla y verá que cada letra puesta en este texto, es cierta. Sus publicaciones son un punto obligado de referencia, algunos de los títulos que más le recomiendo, además de sus manuales, pueden ser: “Utopía y lucha feminista en América Latina” y “el Caribe: reflexiones sobre las perspectivas de los movimientos de mujeres” (1998), “Ni guerra ni paz : desarrollo en el refugio Esperanza y desafíos de la cooperación con el Sahara” (2002) ambos como coautora, pero mi libro favorito de Itziar es: “Haciendo Roncha, las mujeres y la constitución de grupos” (1990). Y como bien lo señala Erika Cervantes de CIMAC Noticias; “Gracias a su capacidad de interlocución y su visión de análisis, Lozano Urbieta fue una interlocutora en la compleja tarea de guiar a la discusión al campo de los hechos. Su mirada al exterior nos permitió incursionar en campos que parecían un privilegio masculino, en el ámbito de la introspección, su legado nos permite vernos con nuestras fortalezas y debilidades. Itziar nos ha dejado muchas enseñanzas: una de ellas es escuchar, respetar la diferencia de opiniones y construir desde el diálogo transparente y respetuoso un valor vigente y universal del movimiento feminista latinoamericano.”
Una mujer generosa, fue consejera y trabajó para la Comisión Europea, donde tuvo a su cargo programas dirigidos a mujeres en Costa Rica, Nicaragua y Honduras, entrando el año 2000 fundó y coordinó la Red Nacional Milenia feminista, también ocupo cargos institucionales, por ejemplo en el Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México, hoy en 2023 algunas aulas y auditorios llevan su nombre, pues es también conocida su trayectoria en la academia siendo profesora en la Facultad de Psicología de la UNAM, la universidad autónoma de Chiapas y la Universidad Autónoma de CdMX.
Itziar me enseñó del feminismo, de lo que implicaba la autodeterminación, me acompañó desde el día uno que me emancipé a los 17 de la casa paterna, me mostró con mucha ternura la diferencia entre función y figura en los temas de acompañamiento entre mujeres, ella no era mi madre, pero su acompañamiento, ternura, enseñanza y amor fueron un maternaje, fue una decisión política-feminista de su parte, ella nunca parió, se casó muy joven con Elizabeth quien la acompañó hasta el día de su muerte. Itziar fue la primer mujer que me habló del deseo, de la importancia de escuchar y entender a mi cuerpa, qué sentía y cuándo lo sentía, qué me provocaba, a qué lo atribuía, decía que en mi cuerpa podría encontrar todas las respuestas, que la cuerpa era sabia por orgánica-ancestral, no problematiza, no estructura filosóficamente una decisión, la cuerpa siente, avisa, y que nos habían enseñado a dejar de lado lo que la cuerpa nos dice, lo que nos muestra con reacciones orgánicas, y aprendemos a no escucharla, a invisibilizarla para nosotras mismas, y evidenciarla desde el deseo masculino, me hablaba del agrado como imperio heterosexual, me mostraba como aprendemos a decidir por obediencia, por miedo, por estructura, por castigo, por culpa y eso más temprano que tarde nos marchita.
Murió en el 2007 de cáncer, un tumor que le dañó la corteza temporal, me olvidó, involuntariamente, me olvidó porqué el cáncer se lleva lo que más amamos lo que nos vuelve humanas, me sentí huérfana de madre literaria y feminista. Y cada vez que la pienso, ese huequito en la entraña, no le miento, me pone triste, pero también pienso en lo generosa, creativa, adelantada a su época y la extraordinaria suerte de haberle conocido, gracias a mi abuela Lidia que trabajó con ella varios años, no le puedo explicar lo agradecida que estoy con Itziar por todo lo sorprendente que hizo por mi madre y por mí, larga vida al legado de Itziar, gracias por tus enseñanzas colectivas y comunitarias, por la enseñanza en cuerpo y alma de la palabra libertad.