Así como AKpulco o Mataulipas, hoy, Cuernavaca se escribe con v. No con V de venganza, como el título de una película, apocalíptica también, como los tiempos que vivimos en Morelos, ni tampoco con V de victoria, porque estamos muy lejos de cantarla, sino con V de violencia. Porque más bien, están ganando los malos, los inhumanos, los virulentos, los asesinos, los ladrones, los secuestradores. Y eso da miedo. Mucho. Porque uno de los efectos de lo que ocurrió el pasado 8 de mayo en el centro de Cuernavaca, es ese: la sensación de vulnerabilidad, de desasosiego, de que a cualquiera le puede pasar “metido” o no en cosas turbias.
Porque, ¿qué puede esperar la población si en el corazón de la capital, a un costado del Palacio de Gobierno, alrededor de bancos, oficinas y comercios se da un doble homicidio a plena luz del día? Ese estado de indefensión permea, crea psicosis y un estrés postraumático colectivo del que no hemos salido. Y cómo hacerlo si los hechos de sangre se han vuelto cotidianos. El mismísimo 10 de mayo y frente al monumento a la madre, cuatro mujeres muertas y 10 heridas dejó como saldo al ataque armado a un transporte en el que viajaban trabajadoras del CEFERESO de Coatlán del Río. Ese mismo fin de semana, nuevamente familias se vistieron de luto por el secuestro y muerte de una maestra y de Mariana, alumna de la UAEM, jugadora de futbol americano (tochito).También, cuatro integrantes de un grupo teatral del Estado de México que habían sido privados de la libertad, fueron localizados: tres en Chilpancingo y uno en Cuernavaca
El lunes se detuvo a dos personas con armas largas en Xochitepec; un hombre fue asesinado a balazos en la privada del Capulín de la colonia del mismo nombre en el municipio de Emiliano Zapata; a las 16:30 horas, dos hermanos, Gerardo y Erick, fueron ejecutados dentro de una barbería en Buena Vista; a la 11 pm se encontró el cuerpo calcinado de una persona, muy cerca de ahí, en Ocotepec y minutos después, se reportó el hallazgo de una persona sin vida (de 16 años de edad) con un disparo en la cabeza, en la calle Cerezo de la colonia Sacatierra, colindante con Alta Vista.
La respuesta de la autoridad ha sido peor: pretextos, descalificaciones, “indignación”, reparto de culpas y por último, reconocimiento de incapacidad. Porque eso fue lo que hizo el gobernador: reconocer que no puede y una vez más, pedir socorro a la federación con la Guardia Nacional, más elementos de la Policía Federal, la Marina o los Boy Scouts. Lo que sea, con tal de aplacar a los demonios que andan sueltos en la tierra de Zapata. El Jefe de la Oficina de la Gubernatura, José Manuel Sanz llamó a salir a las calles sin miedo y en un acto de desesperación política, organizó un acto que bien visto, es una ridiculez.
Me refiero al evento denominado “Firma de convenios de colaboración en materia de seguridad pública en el estado de Morelos” en el que el Poder Ejecutivo se pone de acuerdo en el diseño y ejecución de estrategias conjuntas ¡con instancias subordinadas! como la Comisión Estatal de Seguridad (CES) y la Secretaría de Movilidad y Transporte. Armaron una ceremonia para anunciar que intercambiarían información de manera permanente y oportuna y cumplir cada institución con su responsabilidad, lo que es vital para el Plan Estatal de Pacificación. ¿Pues no es su chamba normal, diaria?
Y es que con Cuauhtémoc Blanco, los delitos vinculados al crimen organizado han acorralado a los habitantes de Morelos. El homicidio doloso subió 33%, los secuestros 375% y la extorsión 680 por ciento. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), durante el primer trimestre de este año se iniciaron 236 carpetas por asesinatos. En comparación, en el mismo periodo del año anterior se abrieron 177 expedientes por este delito. Las 236 indagatorias del primer trimestre de este año son casi la mitad de las iniciadas durante todo 2017, cuando se registraron 575 casos de homicidio doloso. Si se toma en cuenta la tasa de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes para este primer trimestre, Morelos salta al quinto sitio, sólo por debajo de Colima, Baja California, Chihuahua y Guanajuato.
Algo estamos haciendo muy mal como sociedad (incluidos los maestros que festejan su día hoy) cuando vemos fenómenos como “El Ponchis” (“El niño sicario”) ¿se acuerdan? y ahora con Max, el joven de 22 años que perpetró los homicidios de dos dirigentes sindicales e hirió a dos personas más, incluido, mi amigo camarógrafo René Pérez, quien ya había librado un atentado con arma de fuego, en plena sede del Poder Legislativo a manos de “El Diputado Pistolero”, Aristeo Rodríguez Barrera, del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En octubre de 2015, “La Rana” (como le llamamos los colegas) lo captó “jugando pesado” con uno de sus homólogos y al percatarse de que estaba siendo grabado, el priista se dirigió hacia uno de sus escoltas, le pidió su pistola y le apuntó queriendo tapar la cámara. Entonces, se le exhibió y denunció sin consecuencias, salvo el registro en la prensa y el gravísimo antecedente, que no es el único. Esta vez un arma, como dijo al continuar grabando, pese a estar herido, sí le pegó. Pero salió avante, y hoy le mando un fuerte abrazo a este profesional de la lente con el que he trabajado desde 1990 en Telecable de Morelos, en Canal 3 y en Quien Resulte Responsable.
Ante todo lo anterior, suscribo lo dicho por Benedetto Croce, historiador, humanista y filósofo italiano: “La violencia no es fuerza sino debilidad; nunca podrá crear cosa alguna, solamente la destruirá”.
Hasta la próxima entrega, donde podrán seguir leyendo lo que hay en mi mente.